Prior general | Te contamos

¡No nos abandonen!

Después de su visita a Cuba, el Prior general reafirma en esta reflexión el compromiso de la Orden con el pueblo cubano y el apoyo a la misión de los Agustinos Recoletos.

“No nos abandonen”. Este fue el grito de un muchacho de treinta y tantos años en una de las parroquias que atiende nuestra misión en Cuba. En la reunión que mantuvimos con la comunidad parroquial nos pedían una presencia mayor, querían que el sacerdote pasara más tiempo con ellos e incluso algunos días viviendo allí. Esta parroquia queda a más de 30 kilómetros de Banes, donde reside la comunidad religiosa de los Agustinos Recoletos y desde donde se atienden otras tres parroquias. Al explicarle nuestra forma de vida y decirle que nosotros formamos una familia donde se reza juntos, que vive en comunidad y que trabaja en equipo y que no podríamos estar tanto tiempo fuera de la comunidad, el mismo joven dijo: “Entonces estamos de acuerdo en que ustedes vivan según su carisma, no pierdan la esencia de lo que son, continúen viviendo como familia, pero por favor, no nos abandonen”.

Tal vez alguno pueda pensar que 30 kilómetros no es una distancia tan grande y que podríamos hacer el esfuerzo de hacernos más presentes. Es una reflexión que tiene toda la lógica del mundo, pero la lógica del mundo en Cuba se topa con las restricciones de combustible, que está totalmente racionado y únicamente nos venden el que nos corresponde como a cualquier ciudadano; la lógica del mundo se topa con una situación de carestía total, como nunca antes la había vivido este pueblo, según los comentarios de las personas que se acercaban para saludar y hablarme; la lógica del mundo se topa con la dificultad absoluta para conseguir piezas y repuestos para nuestros vehículos. Por ejemplo, el mejor vehículo de nuestra comunidad es de 1959, y en tono de broma decimos que es el coche más caro de la Orden, porque el motor nuevo fue muy caro y porque los vehículos los van montando con piezas de aquí y de allá. También conocí en estos días a un joven que trabaja ocasionalmente para nosotros como mecánico y chofer. En realidad, él tiene empleo en el gobierno como chofer de un cargo público, pero el vehículo hace dos años que está quebrado y dos años son también los que el sigue sin trabajar. Es un ejemplo de los muchos que podríamos poner sobre el funcionamiento de esta sociedad tan particular.

Y, en fin, la lógica del mundo se topa en Cuba, con un sinfín de restricciones, burocracia y obstáculos, que en cualquier otro lugar se sortearían con cierto éxito, pero aquí las cosas son distintas.

El obispo de la Diócesis de Holguín, a la que pertenecemos, Mons. Emilio Aranguren, acompañado de su obispo auxiliar, Mons. Marcos Piran, nos visitaron en Banes y departieron un buen rato con nosotros. Nos decía Mons. Emilio, que es también el presidente de la Conferencia de los obispos de Cuba, que para entrar en la dinámica del Reino de Dios en Cuba hay que entender el valor de lo poco, el valor de lo pequeño, el valor de lo anónimo y el valor de lo gradual.

Y es verdad: si uno se dejara llevar por los pocos católicos a los que atendemos, con nuestra mentalidad utilitarista diríamos: vamos a otros lugares donde hay muchísima más gente que atender, que demandan mucho más de nosotros y no perdamos el tiempo aquí.

Aquí en Cuba uno entiende mejor la Escritura cuando se nos habla del resto de Israel o del pequeño rebaño. Es ahí en medio de ellos y con ellos que Dios viene haciendo su obra y confiamos en que un día haga surgir de en medio de ese pequeño resto, un pueblo numeroso que le dé gloria.

A veces en el ministerio somos tentados por el “estrellato”, queremos brillar, atraer a multitudes, lucirnos, llamar la atención… En Cuba no pasamos de unos meros servidores anónimos, que pocos conocen pero que tratan de sembrar la semilla del Evangelio en el corazón de nuestros hermanos, lejos de los focos y de los aplausos y sabiendo que probablemente no verán el fruto de lo que están sembrando.

Finalmente, hay que tener mucha paciencia y no desistir delante de las dificultades, entender que el proceso es lento y gradual y que hay que partir de muy abajo y conocer de donde viene esta Iglesia de Cuba y todo lo que ha tenido que sufrir para llegar al momento presente.

No importa que seamos pocos y atendamos a pocos; no importa que seamos pequeños e insignificantes delante de los desafíos de esta Iglesia; no nos hacen falta reconocimientos, ni homenajes, porque sabemos que nuestros nombres están inscritos en el Libro de la Vida; y no importa que el proceso sea lento y gradual con tal de no abandonar a este pequeño resto al que nos envió el Señor.

Fr. Miguel Ángel Hernández OAR
Prior General

X