Los agustinos recoletos Juan Manuel Garzón Santafé y Joe Jair Carabalí González realizaron la profesión solemne en Bogotá el pasado sábado 16 de septiembre.
El camino de la vocación supone una renuncia grande por un bien mayor. Pero ese sí a Cristo para toda la vida «no ofrece seguridades» y lleva consigo una respuesta de fe y de esperanza. Así lo sintieron fray Juan Manuel Garzón Santafé y fray Joe Jair Carabalí González, que realizaron el pasado sábado 16 de septiembre la profesión solemne como agustinos recoletos. Los dos jóvenes colombianos dijeron sí a Dios de manera perpetua en una celebración emotiva en la Parroquia Nuestra Señora de la Consolación, en Bogotá (Colombia).
La eucaristía fue presidida por fray Juan Pablo Martínez Peláez, vicario de la Provincia Nuestra Señora de la Candelaria, quien recibió públicamente la Profesión de los Votos solemnes. Participaron también religiosos agustinos recoletos, agustinos, franciscanos, monjas agustinas recoletas y agustinas recoletas de los Enfermos, así como las familias de los jóvenes protagonistas.
En su homilía, fray Juan Pablo Martínez señaló cómo, de igual forma que el Señor llamó a un sin número de personas, nueve años atrás fijó su mirada en fray Juan Manuel Garzón Santafé y fray Joe Jair Carabalí González, eligiéndolos desde el seno materno para ser agustinos recoletos. «Es el Señor quien planta la semilla de su palabra y espera los frutos», dijo.
Asimismo, también les recordó que “el Señor llama e invita a su seguimiento, pero no ofrece seguridades”, un llamado a dejarlo todo, pues esa persona es digna en cuanto se niega a si mismo por el reino de los cielos. «Ahora se renuncia a todo, porque se apuesta a más, pues los consejos evangélicos nos hacen merecedores del reino de los cielos en un mundo que va en contra de los valores».
Como indica el ritual, fray Juan Manuel Garzón Santafé y fray Joe Jair Carabalí González fueron interrogados acerca de su decisión; pidieron con el rostro en tierra la intercesión de los santos a través de las letanías cantadas; y, por último, realizaron libre y públicamente la fórmula de la profesión de los consejos evangélicos para toda la vida, a través de los votos de la Pobreza, Castidad y Obediencia, siguiendo la regla de nuestro Padre San Agustín.