Una palabra amiga

Le recolección agustiniana y la sinodalidad

Al hablar de Sinodalidad, estamos hablando de un modo de ser Iglesia que fomenta la comunión, la misión y la participación de todos los miembros; al hablar de recolección no estamos hablando de algo abstracto, sino de un estilo de vida y de personas concretas. Quienes formamos la Recolección somos seres humanos, que desean vivir un estilo de vida concreto peculiar, como es el modo agustino recoleto. Cuando nace la recolección —en su origen— estaban las características que definen la sinodalidad.

Un recoleto debe y tiene que propagar por herencia y por sentido común la comunión, no la división, aunque nos hemos «separado» de los agustinos; los buscadores de este estilo de vida, pretendían vivir una vida de pobreza, de más oración, de más silencio, de más austeridad, y de más igualdad.  Así los expresa Fr. Ángel Martínez Cuesta: «El amor a la vida común brillaba en la abolición de toda clase de privilegios y exenciones, en la proscripción del peculio y en la insistencia igualdad de los religiosos; hablamos de igualdad, no de uniformidad; que no existieran privilegios para ninguno, sino que el trato fuera igual para todos. Y si nos vamos más atrás de la historia, tal era el gran deseo de san Agustín, nuestro padre: una sola alma y un solo corazón».

Ahora al hablar de la misión, sabemos que nuestros padres fundadores no se han quedado encerrados en las cuatro paredes del convento, sino que decidieron salir a otras tierras para llevar el evangelio. De ahí que hayan partido grandes misioneros para el continente asiático y americano, con el fin de llevar la Buena Notica con un estilo peculiar: recolección.

La misión ocupó un rango menos notable en todas las comunidades en España, pero se mantuvo siempre a un nivel elevado: en todos los conventos tenían iglesias abiertas al público, con numerosos religiosos dedicados al confesionario, predicadores en los púlpitos y con asistencia a los enfermos.  Un ejemplo claro en España, específicamente en Aragón, según Fr. Ángel M.  Cuesta: El Colegio de Zaragoza enviaba todos los años un par de religiosos a las montañas de Aragón, donde pasaban al menos dos meses dando misiones; además nuestros frailes iban de misión a los pueblos de los Pirineos. Con este ardor misionero, tanto en lugares de España y por otros continentes del mundo, ha hecho que nuestro estilo de vida se propagara. Ojalá que nosotros, continuadores de la Recolección, no perdamos este ardor y esta pasión por la misión.

El mismo fray Ángel Martínez manifiesta el estilo misionero de nuestros hermanos: «El apostolado generalmente los Recoletos lo vivían cerca del pueblo, comprendían sus necesidades, hablaban su lenguaje y les servían con llaneza y desprendimiento.  Es más: los Recoletos nunca han visto incompatible el apostolado y la vida común; más bien ambos aspectos de la vida religiosa son interdependientes, y reciben el vigor desde un mismo núcleo o punto de partida: el amor de Dios«.

Con respecto a la participación, donde está un recoleto no falta un gran número de laicos que cooperan en esta gran obra de Dios. Los recoletos han dado participación a los laicos: al inicio de la recolección surgieron las Cofradías, entonces centros insustituibles de ayuda social y de formación religiosa; además cuando salían de misión por aquellos lugares españoles, antes de comenzar a hacer sus tareas apostólicas se presentaban ante el rector o vicario y mostraban las letras y patente del obispo, para que no les impidiera hacer aquella obra.

Reflexionando sobre la participación, los recoletos siempre han contado con los laicos, y han formado a los catequistas para que estos participen en el compromiso de anunciar la Buena Noticia a los pobres. Un ejemplo claro lo tenemos en la santa patrona de la fraternidad, Santa Magdalena de Nagasaki, joven y catequista laica, que cooperó con los frailes a evangelizar la tierra asiática. En este contexto, los Agustinos Recoletos han promovido la Orden tercera, la Cofradía de la correa o de la Consolación.

En definitiva, hermanos: Como recoletos podemos afirmar que desde nuestro nacimiento hemos podido ser una recolección sinodal, puesto que hemos tenido esos rasgos que nos caracterizan como familia que vive en comunión, misión y participación.  Que hoy no dejemos apagar este carisma, y cooperemos con la Iglesia según nuestra identidad de recoletos: con acrecentada unidad, mayor celo apostólico y teniendo al lado a las Fraternidades, realidad que manifiesta mayor participación.

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