Una palabra amiga

La sociedad limitada y la comunidad sinodal

Al hablar de sinodalidad hoy, ante una sociedad líquida, sociedad del hiperindividualismo, sociedad del espectáculo, sociedad del cansancio, sociedad del selfi, la Iglesia como parte de esta sociedad, no ajena a esta, quiere dar repuesta con este tiempo de sínodo. Este proceso sinodal podríamos llamarlo como voz profética y que responde a los signos de los tiempos. La Iglesia, en efecto, nos está llamando a vivir una sociedad en comunión, participación y misión; y nosotros, parte de esta sociedad, nos vemos afectados por las mismas condiciones y posibilidades de la sociedad presente.

La Iglesia en este proceso sinodal ha de vivir en comunión, frente una sociedad individualista, donde en el hombre de hoy ha aumentado un narcisismo que solo piensa en él y no en los demás. De ahí que, frente a esta sociedad herpeinvidualista, la Iglesia nos proponga la comunión. Cuando hablamos de comunión, nos referimos a lograr entre todos una vida más fraterna, más humana; ser capaces de caminar juntos, de salir de ese «mí proyecto» o «mi parroquia» al «nuestro». Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros, y su amor en nosotros ha llegado a su plenitud; es decir, se ha cumplido la promesa 1Jn 14, 12.

Somos el cuerpo de Cristo y miembros del conjunto. Es responsabilidad de todos los bautizados trabajar por la unidad, por la comunión, por el bautismo; pertenecemos todos a ese cuerpo de Cristo, por lo que hemos de luchar día a día por la unidad, sabiendo que es un gran desafío, porque estamos dentro de una sociedad egoísta. A diario hemos de seguir dando grandes pasos: Desde el ego belicoso, al ego amigo o alma empática y magnánima; de la dictadura del yo-yo-yo, a la unión comunitaria; del “yo” abierto a la amistad. 

Hablar de sinodalidad es hablar de participación ante una sociedad egoísta, incluso consumista, que únicamente piensa en gastar y no compartir. Por ello, la Iglesia nos invita a todos los bautizados a participar, y esto nos conduce a escucharnos unos a otros: una Iglesia sinodal que escucha es una escucha reciproca. 

Por otra parte, nos encontramos en una sociedad de la inmediatez, donde las realidades han de producirse dar lo más rápido posible; una sociedad que parece que no simpatiza con la escucha y el discernimiento, elementos importantes de la sinodalidad. Nos toca, pues, colaborar para crear una cultura de escucha y de discernimiento. Es un gran desafío para toda la comunidad eclesial crear o despertar en la conciencia de todos los bautizados ser participes de este proyecto; de ahí,  la necesidad de momentos tranquilos para la escucha y el compartir bajo la guía del Espíritu Santo.

La Iglesia nos está invitando a la participación, ya que todos somos corresponsables en esta misión. Muchas veces, sin embargo, aparecen resistencias para no innovar o cambiar lo conocido: preferimos seguir en lo conocido y no buscar la novedad del Espíritu de Dios, que puede hacer nuevas todas las cosas. La novedad nos asusta; optamos por lo conocido, y ello dificulta participación y la escucha.

Con respecto a la misión, es decir, a ponerse en camino e ir aquellos lugares donde el Señor piensa ir, nos da miedo, ya que esto nos saca de la comodidad. Y dentro de una sociedad acomodada y en la cultura del bienestar, lo de ponerse en camino para el anuncio del evangelio no tiene excesivo arraigo, ni invita a asumir una labor profética, para salir anunciar la buena noticia de salvación a todos los pueblos.  Con todo, la Iglesia tiene esta misión, y todo el pueblo de Dios es el sujeto del anuncio del Evangelio: cada bautizado está llamado a ser protagonista de la misión, porque todos somos discípulos misioneros.

Con otras palabras: frente a los nuevos desafíos del mundo actual, el Papa Francisco nos presenta una nueva visión de Iglesia. Somos la “Iglesia en salida”. Todos somos llamados a una nueva salida misionera, es decir, a “salir de la propia comodidad, y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG, 20).

En definitiva, vivimos en una sociedad caracterizada por el individualismo, la indiferencia y la búsqueda de la realización personal, sin tener en cuenta a los demás. Por ello, el Papa Francisco nos habla de una Iglesia sinodal; es, por consiguiente, una Iglesia que asume los desafíos de cada persona y de cada época. En medio cada realidad humana, tiene que dar razón de su esperanza (1Pe 3,15).

 

Fr. Wilmer Moyetones, OAR

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