La Fiesta de san Ezequiel Moreno, primer santo agustino recoleto, se celebra hoy de forma especial en Monteagudo (Navarra). Allí, un centenar de peregrinos -algunos llegados desde La Rioja y Toledo- se ha reunido con los miembros de la comunidad agustino recoleta que, además, es sede de uno de los noviciados de la Orden.
El Prior de la comunidad de Monteagudo, Fr. Francisco Javier Jiménez, ha explicado que la jornada ha comenzado con una misa solemne a la que ha seguido un aperitivo. De igual modo, que esta conmemoración se inserta en el marco de las fiestas que se celebran en la localidad en honor de la Virgen del Camino y de san Roque: Es un día lleno de encuentros, no sólo con la comunidad local, sino también con sacerdotes y frailes que han venido de lugares lejanos. Es un día de gran importancia y el ambiente es de mucha alegría, fe y devoción.
Asimismo, el Prior ha destacado que san Ezequiel vivió con sufrimiento, pero con gran paz, su enfermedad -un tumor de boca y paladar- y que supone un símbolo de fortaleza para aquéllos que se enfrentan al cáncer. La entrega con la que el santo vivió esa circunstancia ha atraído a muchos peregrinos hoy a la pequeña villa navarra.
El testimonio de Rafa: «Me puse en Sus manos y confié en Él»
Entre ellos, a Rafa Ollaquindia, que es un padre de familia, de 59 años, al que se le diagnosticó un agresivo cáncer de tiroides hace tres años, en 2021. Cuenta que su vida y la de su familia dio un giro inesperado en aquel momento, pero que la fe ha sido para él un pilar fundamental: Siempre he sido una persona creyente, pero la enfermedad me ha hecho profundizar en mi relación con Jesús. Desde el primer momento me puse en Sus manos y confié en Él.
«No son mis fuerzas, sino las de Dios»
Añade que hace un año conocí que existía un patrón de los enfermos de cáncer, aquí en Navarra, precisamente… porque yo soy de Marcilla. Decidí hacer una peregrinación entre mi pueblo y Monteagudo, pasando por Alfaro, donde nació san Ezequiel, para solicitar su intercesión. Este año he vuelto al monasterio con mi esposa.
Reconoce que la enfermedad le ha colocado en una situación difícil, pero que ahora se siente muy bien: Todos los días salgo a correr y participo en maratones. Sigo haciendo peregrinaciones a distintos santuarios. Dios me da la fuerza para seguir adelante. Me siento más feliz que nunca, sin dolor, haciendo una vida normal, agradecido por cada día. Además, apunta con humildad que yo no soy el protagonista, todo es por el Señor. No son mis fuerzas, sino las de Dios. Ahora pienso en el día a día, no en el futuro.
Vuelta a Montegudo: «Ver a la Virgen constantemente»
En este sentido, Fr. Javier destaca cómo afrontó san Ezequiel su enfermad y por qué debe suponer un apoyo para los enfermos: Cuando le diagnosticaron esa afección tumoral, él quería morir en Colombia, pero sus compañeros sacerdotes lo animaron a buscar tratamiento en Barcelona. Sin embargo, cuando llegó a España tuvo que ser intervenido de urgencia en Madrid y no se le pudo operar en la ciudad catalana.
La intervención no tuvo éxito, por lo que él asumió que se acercaba el final de sus días: Su única obsesión era regresar a Monteagudo para pasar sus últimos días cerca de la Virgen del Camino. Insistió en que su habitación contara con una tribuna para que pudiese ver a la Virgen constantemente y participar en las misas desde la distancia.
«A muchos les podrá ayudar a recuperarse, pero a todos les dará consuelo, esperanza y un sentido a su sufrimiento
El prior insiste en que san Ezequiel puede ser un gran consuelo para los enfermos y fuente de esperanza para aquéllos que enfrentan esta enfermedad. Es una pena que la gente no lo conozca. Es un amigo que también pasó por ese proceso: las operaciones, las ‘quimios’… Él, mejor que nadie, les puede entender, acompañar y aportarles amor y esperanza. A muchos les podrá ayudar a recuperarse, pero a todos les dará consuelo, esperanza y un sentido a su sufrimiento.
Sobre san Ezequiel Moreno
Ezequiel Moreno y Díaz nació en la localidad riojana de Alfaro el 9 de abril de 1848. Siguió el ejemplo de su hermano mayor, Eustaquio, e ingresó en el Monasterio de Monteagudo el 21 de septiembre de 1864. Al año siguiente, el 22 de septiembre, hizo su profesión religiosa.
Fue enviado a Filipinas donde ultimó su formación y fue ordenado sacerdote, en Manila, el 3 de junio de 1871. En el país asiático desarrolló una importante labor evangelizadora que sólo interrumpió el hecho de que contrajera malaria. En 1888 regresó al convento de Monteagudo como Prior, donde, además, dio testimonio de una enorme caridad hacia los mendigos y la gente sin hogar.
Tres años después, se le destinó como misionero a Colombia. Allí fue nombrado vicario apostólico de Casanare y consagrado obispo de Pinara en 1894 y de Pasto dos años más tarde. En esa región, desarrolló una ingente obra misionera, por lo que se le considera uno de los más grandes apóstoles de la evangelización en Hispanoamérica y las Filipinas. Además, tuvo que ejercer sus cargos eclesiásticos en un tiempo de enormes convulsiones políticas.
Enfermo de cáncer, y a petición de sus hermanos, regresó a España donde fue sometido a varias intervenciones quirúrgicas que soportó con entereza. Murió en Monteagudo el 19 de agosto de 1906, a la edad de cincuenta y ocho años. Fue beatificado en 1975 por el Papa Pablo VI. Juan Pablo II lo canonizó en Santo Domingo (República Dominicana) el 11 de octubre de 1992, en el marco de la clausura del V Centenario de la evangelización de América Latina.