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El Desierto de la Candelaria: cuna del carisma agustino recoleto en América y escuela de vida comunitaria

Enclavado en las montañas de Ráquira, Boyacá, el Desierto de la Candelaria es más que un refugio espiritual. Este 2024, los Agustinos Recoletos celebran 420 años del surgimiento de este carisma en este emblemático lugar, donde hombres movidos por el deseo de una vida más retirada y austeridad dieron origen a un estilo de vida comunitaria bajo la guía de Mateo Delgado.

La casa, que hoy alberga el noviciado de la Provincia Nuestra Señora de la Candelaria, sigue siendo un espacio donde jóvenes de diversos países se forman en el espíritu agustiniano recoleto. Fr. Héctor Manuel Calderón, maestro de novicios, describe este año como «una etapa intensa de interioridad, oración y vida comunitaria». Según Calderón, el noviciado es «un tiempo para vivir el carisma contemplativo de san Agustín, profundizando en el conocimiento de la vida religiosa y del papel que cada uno tiene dentro de la Iglesia».

Para los novicios, esta experiencia es transformadora. Samir Francisco, originario de Melgar, Tolima, destaca que «ha sido un año para dar gracias a Dios por la vida y reconocer que, a pesar de nuestras limitaciones, Dios nos quiere felices a sus pies». Víctor, de Guatemala, resalta la importancia de «compartir la vida en comunidad y conocerse a uno mismo mientras se vive el carisma agustino recoleto».

El lugar también tiene un significado histórico. «Aquí se dio el nacimiento de la recolección agustiniana en América y, siglos después, fue el lugar donde San Ezequiel Moreno trabajó por la renovación de la vida religiosa», señala Calderón.

El ambiente sereno del Desierto favorece el encuentro personal y comunitario. José Armando, otro novicio guatemalteco, describe este año como «un proceso de cambios y enriquecimiento cultural». Por su parte, Juan David, colombiano, añade: «Es un lugar alejado de la bulla de las ciudades, propicio para la oración y el cultivo de la vida interior, como nos enseñó san Agustín».

A lo largo del año, los novicios participan en cursos intensivos que profundizan en el carisma de la Orden y fortalecen su vida espiritual. Sin embargo, lo que más destaca de esta etapa es la vida comunitaria. «Las experiencias no se viven en solitario, se comparten con los hermanos. Esa es la riqueza de nuestro carisma», concluye Calderón.

El Desierto de la Candelaria sigue siendo un faro espiritual y un recordatorio de la herencia agustino recoleta, que permanece viva y relevante para las generaciones actuales y futuras.

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