A sus 30 años, Fr. Alfonso Dávila se encuentra en su primer destino como Agustino Recoleto: la parroquia de Santa Rita de Madrid. «Muchos frailes llaman a ese primer destino el primer amor», comenta con una sonrisa. Pero su camino vocacional ha estado marcado no solo por la vida religiosa, sino también por la comunicación.
Una llamada a comunicar
Antes de llegar a a la Parroquia Santa Rita, Fr. Alfonso se formó en la Casa de Formación San Agustín (en la madrileña localidad de Las Rozas), donde estudió Teología. La etapa de postulando la vivió en Ciudad de México y el noviciado en Monteagudo. Desde el inicio tuvo una certeza: «El Señor me llamó a ser Agustino Recoleto y me pidió vivir esta vida».
Sin embargo, su inquietud iba más allá de la vida religiosa. «Yo siempre me preguntaba, ¿qué voy a hacer? Porque veía que hay frailes que son formadores, hay frailes que son párrocos, hay frailes que se dedican a la educación», recuerda. Fue entonces cuando descubrió el Grado en Comunicación Audiovisual de la Universidad San Pablo CEU, una elección que en un principio siguió por obediencia, pero que pronto se convirtió en pasión.
«Me fui dando cuenta de que era un sitio donde podía hacer el bien. Me sentía que podía realizar mi labor como religioso y como sacerdote, pero también podía ayudar al otro», reflexiona. Y es que, para Fr. Alfonso, comunicar es una forma de evangelizar:
«Como dice San Francisco de Sales, comunicar es algo del corazón».
La comunicación en la Iglesia y la evangelización digital
Después de la Jornada Mundial de la Juventud, comenzó a colaborar con la Delegación de Jóvenes del Arzobispado de Madrid, conjugándolo con su labor en el equipo de comunicación de la Provincia San Nicolas de Tolentino. Con una visión clara sobre el papel de la comunicación en la Iglesia, Fr. Alfonso enfatiza la importancia de adaptarse a los nuevos tiempos:
«No solo vivimos en un mundo real, sino que existe un continente digital. En ese continente digital tenemos que tener presencia, pero una presencia plena que ayude a que llevemos a esas personas de la digitalidad a la presencialidad».
Para él, la comunicación es clave en la Iglesia actual: «Creo que hoy en día la pastoral de la comunicación es una pastoral que debería ser importantísima en toda la Iglesia». Y destaca el ejemplo de los primeros cristianos:
«Me gusta mucho que los primeros cristianos eran reconocidos por cómo se amaban entre ellos. Pues creo que hoy tenemos que demostrar desde la comunicación cómo nos amamos de verdad».
El poder de las historias
Con pasión, Fr. Alfonso insiste en la necesidad de contar historias: «Mi sueño es contar historias. Yo creo que el storytelling es algo que tenemos los Agustinos Recoletos, pero que lo utilizamos poco». Recuerda con admiración las anécdotas de los frailes mayores: «Basta escuchar a algún fraile mayor que te cuenta historias de cómo fuimos los primeros en hacer cerveza en algún sitio, cómo hemos sido los primeros en escribir de cine…».
Esa riqueza de relatos es, según él, un tesoro que debe ser compartido. «Contar esas historias cotidianas creo que es el tesoro que tenemos». Y en su experiencia reciente en Roma, se ha dado cuenta de la cantidad de proyectos de evangelización que existen en los diferentes contextos de la Orden.
Un trabajo en comunidad
Fr. Alfonso cree firmemente en el trabajo en equipo. «Creo que el momento en el que estamos es el momento del co-work. Tenemos que trabajar en común». En su visión, la producción de contenidos debe ser colaborativa: «Tenemos que producir contenidos, pero buscar que esos contenidos no solo se queden en mi parcelita, sino hacerlo en conjunto».
Y su sueño final es claro:
«Que los Agustinos Recoletos podamos mostrar al mundo todas esas historias que tenemos alrededor del mundo».
Fr. Alfonso Dávila es un fraile convencido de que la comunicación es una herramienta poderosa para la evangelización y que, con cada historia contada, se puede inspirar la vida de otros.