Una palabra amiga

La comunidad de iguales que cambió la historia

“La apremiante exigencia de igualdad para las mujeres no llega desde fuera, desde una modernidad secularizada, sino de parte de la revolución de los orígenes cristianos, ahogada por la sociedad patriarcal”. (Lucetta Scaraffia)

Hoy, 8 de marzo, celebramos el Día Internacional de la Mujer. Esta fecha conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos. Uno de los hechos históricos recordados es el incendio en una fábrica textil en Nueva York en 1911, donde murieron 146 trabajadoras, muchas de ellas inmigrantes, poniendo en evidencia las peligrosas condiciones laborales de la época. Este suceso se considera un hito en la lucha por los derechos laborales y sociales de las mujeres, demandas fundamentales del feminismo, y tuvo una gran influencia en la declaración del Día Internacional de la Mujer por la ONU en 1977.

mujerEs un día de manifestaciones, reflexiones y actos reivindicativos en el que se busca visibilizar las injusticias que afectan a las mujeres en todo el mundo, como la feminización de la pobreza, su victimización por múltiples violencias y abusos, la desigualdad salarial, la falta de representación de las mujeres en los espacios públicos, especialmente en roles de toma de decisiones y liderazgo o la sobrecarga que asumen en tareas de cuidado, tanto en el hogar como en el trabajo.

La Iglesia, signo de justicia y fraternidad, no es ajena a este clamor. Así, los textos sinodales señalan que: “Ante las dinámicas sociales de empobrecimiento, violencia y humillación a las que se enfrentan (las mujeres) en todo el mundo, piden una Iglesia a su lado, más comprensiva y solidaria en la lucha contra estas fuerzas de destrucción y exclusión. Quienes han intervenido en los procesos sinodales desean que la Iglesia y la sociedad sean un lugar de crecimiento, participación activa y sana pertenencia para las mujeres”.

Las primeras discípulas de Jesús de Nazaret encontraron en Él, en su anuncio del Reino de Dios con su revolución de valores, un nuevo lugar lleno de posibilidades desde el que mirar la realidad, establecer relaciones y adquirir una nueva identidad de hijas de Dios y hermanas en la comunidad de iguales que cambió la historia: “Lo digo porque el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo” (2 Cor 5,17).

Las mujeres cristianas hoy queremos seguir siendo fieles al Evangelio en la búsqueda de la justicia. Recogemos el testigo de esas discípulas de la primera hora y celebramos los pasos dados, el largo camino ya recorrido juntas y juntos, conscientes de que aún queda mucho hasta el reconocimiento pleno de la igualdad también en nuestra Iglesia.

Caminamos con esperanza porque, como asegura el documento final del Sínodo, “lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse”.

Carmen Montejo, Hermana General OAR

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