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San José, el hombre del silencio y los sueños de Dios

«San José nos enseña el valor del silencio, la confianza en Dios y la audacia de soñar. Su vida nos invita a vivir con fe, a ser custodios del corazón de los demás y a convertirnos en promotores de sueños que transforman realidades.» Estas palabras fueron pronunciadas por el Prior general de la Orden, Fr. Miguel Ángel Hernández, durante la Eucaristía celebrada en el Colegio Internacional San Ildefonso de Vía Sistina (Roma), en el marco del Primer Encuentro de la Familia Agustino Recoleta.

El silencio que escucha y actúa

En un mundo saturado de ruido, San José aparece como el hombre del silencio, una virtud que hoy parece incomprendida y poco valorada. «No tenemos ni una sola palabra de José. El silencio es una virtud poco o nada valorada en nuestros días.»

Su silencio no es pasividad ni indiferencia, sino un silencio que escucha, que medita y que está atento a la voz de Dios. Es un silencio fecundo que nos recuerda que hablar menos y escuchar más nos acerca a lo esencial.

San José «cree sin entender y se fía de la Palabra de Dios. Es el hombre respetuoso con el misterio, el hombre respetuoso con la persona de María.» Acepta el misterio con humildad y se convierte en custodio del mayor tesoro de la humanidad: Jesús y María. Su ejemplo nos invita a ser guardianes del corazón de nuestros hermanos, no solo en lo material, sino también en lo espiritual. No estamos llamados a ser simples administradores, sino testigos vivos de la misericordia y el amor de Dios.

Un modelo de paternidad y mediación

Dios eligió a San José como mediador en la vida de Jesús. «Jesús aprendió a ser quien es también con José. Dios se sirvió de José para ir configurando y esculpiendo la personalidad de Jesús.» Si Jesús aprendió a poner a las personas por delante de las reglas, sin duda fue porque en casa escuchó una y otra vez la historia de amor de José por María, su capacidad de acogerla y protegerla a pesar de las dificultades. «¿De quién creéis que aprendió Jesús a oponerse a la ley antigua y a poner a las personas por delante de las reglas?»

Los evangelios nos dicen que Jesús se hizo igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Por eso, también él aprendió de sus padres. «José fue clave en la formación del corazón de Cristo.»

Custodios del corazón de los demás

El Prior general, nos recuerda que todos hemos sido llamados a ser custodios de una porción de personas: en comunidades, congregaciones, familias o responsabilidades dentro de la Iglesia. «Dios nos ha puesto al frente de nuestros hermanos para ser referentes y para que nuestra vida y testimonio apunte a Dios.» No estamos aquí para ser simples gestores de una institución, sino para que nuestra vida refleje el rostro de Dios a los demás.

Ser custodios del corazón de los otros implica ser compasivos, misericordiosos, entregados y pacientes. «No somos gestores de una empresa, somos custodios de unos corazones que Dios ha puesto en nuestras manos.» Estamos llamados a amar a todos, incluso a los más difíciles. Como José, debemos ejercer nuestra misión con firmeza, pero sin perder la ternura.

No administradores de miedos, sino promotores de sueños

Uno de los aspectos más destacados de San José es su capacidad de soñar. «San José fue un soñador, pero no un iluso que vive fuera de la realidad.» Fue a través de los sueños que Dios le reveló su voluntad. Pero José no era un iluso. Era un hombre realista, con los pies en la tierra, pero con el corazón abierto a Dios.

El Papa Francisco nos anima a no perder la capacidad de soñar el futuro con confianza, sin quedarnos atrapados en el pasado. «No seamos administradores de miedos, sino promotores de sueños.» En nuestras comunidades, en nuestras familias y en nuestras propias vidas, estamos llamados a construir el sueño de Dios con audacia y esperanza.

Como José, pongamos nuestra confianza en el Señor y trabajemos con generosidad para hacer realidad los sueños de Dios en la Tierra.

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