Desde Roma, en el transcurso del Encuentro de superiores de la Familia Agustino Recoleta, Sor Lucía Girón González, presidenta de la Federación de Monjas Comendadoras de Santiago, ha compartido su testimonio cargado de esperanza y gratitud por el reciente hermanamiento con los agustinos recoletos, que representa un impulso vital para la continuidad de su comunidad religiosa. «Me siento feliz porque veo que no estamos solas, sino que ya tenemos una familia a la que pertenece nuestra Orden», afirmó emocionada.
La Orden de las Comendadoras de Santiago, con más de ocho siglos de historia, nació en el contexto de la Reconquista española. “Nuestra Orden es muy antigua, surgió en el siglo XII, y fueron los Caballeros de Santiago, los que sintieron la inspiración del Espíritu Santo de defender la fe y propagarla por España”, explicó Sor Lucía. Esta vocación se consolidó con la aprobación papal en 1175 por el Papa Alejandro III.
Desde sus orígenes, la Orden estuvo formada por seglares, religiosos y religiosas, muchas de estas últimas pertenecientes a las propias familias de los caballeros.
“El primer convento estuvo en la diócesis de Palencia y de aquella comunidad surgió la presencia en Toledo, porque fue trasladada la comunidad por los Reyes Católicos en 1502”, relató Sor Lucía.
Los fines fundacionales de la Orden se mantienen vivos en la actualidad: la vida consagrada al servicio de la fe y la acogida de mujeres —esposas e hijas de caballeros— en sus monasterios. “Tenemos en España tres monasterios: Madrid, Granada y Toledo. Luego otro que abrimos en la India en 2003 y otro lleva cinco o seis años en Guinea Ecuatorial”, detalló.
A pesar de ser una congregación pequeña, han resistido el paso del tiempo con firmeza. “Siempre hemos sido pocos monasterios, pero el Señor nos ha conservado muchos años”, afirmó con convicción. Este testimonio de perseverancia se convierte ahora en una fuente de inspiración para las nuevas generaciones dentro de la comunidad:
“El sueño grande que tengo es que todas nuestras hermanas jovencitas ahora tengan esta ilusión y esta confianza y esperanza en Dios”.
El mayor reto, según la presidenta, ha sido la sensación de aislamiento. “Estábamos muy solas y nos sentíamos como que íbamos a terminar”, confesó. Sin embargo, el hermanamiento con los agustinos recoletos ha supuesto un giro esperanzador:
“Nos sentimos fortalecidas. El Señor nos da esa esperanza de que vamos a poder continuar por muchos años todavía sirviendo al Señor”.
Sor Lucía concluye con un deseo firme: “Que procuremos con toda nuestra fuerza, no solo con la oración, sino con nuestra actividad y con buscar medios para conseguir vocaciones para que continúe la Orden”.