En este episodio de Ecos de Hipona, Fray Enrique Eguiarte, OAR, nos lleva al corazón del Viernes Santo en tiempos de san Agustín. Desde la tradición litúrgica hasta la contemplación de la cruz, descubrimos cómo el obispo de Hipona entendía este día como una escuela espiritual para aprender a hacer el bien, perseverar, mirar al cielo y admirar el misterio de Dios. Una reflexión profunda y cercana para vivir con sentido la Pasión del Señor.
La pasión de Cristo en la voz de san Mateo
En la diócesis de Hipona, el Viernes Santo era un día dedicado exclusivamente a meditar la pasión de Cristo. A diferencia de nuestra liturgia actual —donde se proclama el relato según san Juan—, en tiempos de san Agustín se leía siempre el Evangelio según san Mateo.
El propio Agustín, con su espíritu pedagógico y pastoral, quiso variar los evangelistas año tras año, para enriquecer la experiencia litúrgica de los fieles. Sin embargo, pronto descubrió que su comunidad se resistía al cambio. Muchos no sabían leer ni escribir, pero habían memorizado detalles del relato de san Mateo, y esa tradición tenía un valor afectivo profundo.
San Agustín, fiel a su vocación de pastor, no impuso su proyecto, sino que cedió por amor a su pueblo, comprendiendo que más allá del método estaba el sentido espiritual: ayudar a los fieles a contemplar el misterio de la cruz.
La cruz como catequesis visual
Para san Agustín, la cruz de Cristo no es solo un símbolo de dolor: es una escuela de vida espiritual. En ella, distinguía dos travesaños que encierran cuatro enseñanzas esenciales para el cristiano:
1. El travesaño horizontal: las manos extendidas para obrar el bien
En el madero horizontal fueron clavadas las manos de Jesús. Dice san Agustín que esto nos invita a realizar buenas obras mientras vivimos, como respuesta al amor que Él nos muestra en la cruz.
2. El cuerpo de Cristo en el centro: perseverar en el bien
El cuerpo de Cristo permanece firme, sin bajarse de la cruz. Este gesto nos recuerda que la perseverancia es un don necesario, una llamada a permanecer fieles en las buenas obras, incluso cuando todo parece oscuro.
3. El cartel en la parte superior: mirar hacia el cielo
Sobre la cruz, se colocó el letrero con la acusación: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. San Agustín lo interpreta como una invitación a poner nuestra mirada en las cosas celestiales, a aspirar a los bienes de arriba.
4. La cruz clavada en la tierra: los misterios de Dios
Finalmente, la cruz está profundamente anclada en la tierra, signo —según Agustín— de los profundos misterios de Dios que no comprendemos del todo, pero que debemos contemplar con fe y asombro.
Una espiritualidad para hoy
El Viernes Santo, para san Agustín, no era solo un día de dolor, sino un día para contemplar con amor el sacrificio de Cristo y dejarnos transformar por él. Hacer el bien, perseverar en medio de las pruebas, vivir con la mirada puesta en el cielo y aceptar con humildad lo que no entendemos: he ahí el camino que nos señala la cruz.
En este nuevo episodio de Ecos de Hipona, Fray Enrique Eguiarte nos muestra que, en la cruz, todo está dicho: está la enseñanza, la fuerza y la esperanza del cristiano. El Viernes Santo es una invitación a entrar en ese misterio con san Agustín como guía, para que la Pasión del Señor transforme nuestro corazón y renueve nuestra fe.
Escucha el episodio completo de Ecos de Hipona y contempla la cruz como nunca antes.