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Francisco y las vigilias de la JMJ: el arte de hablar al corazón de una generación

Durante doce años de pontificado, el Papa Francisco presidió cuatro vigilias de la Jornada Mundial de la Juventud. En Río, Cracovia, Panamá y Lisboa, supo hablar al corazón de millones de jóvenes con palabras sencillas, proféticas y profundamente humanas. Para muchos, esos encuentros fueron la experiencia espiritual más importante de su vida. Y en todas esas vigilias, las Juventudes Agustino Recoletas (JAR) estuvieron presentes, encarnando la alegría del Evangelio y la espiritualidad de san Agustín en cada rincón del mundo. Hoy, al mirar hacia atrás, recordamos no solo a un pontífice, sino a un pastor que sembró esperanza en el corazón de una generación.

2013 | Río de Janeiro: “No balconeen la vida”

En su primer gran encuentro con los jóvenes del mundo, Francisco inauguró una nueva forma de ser Papa: cercana, directa, pastoral y profundamente evangélica. En la playa de Copacabana, bajo una lluvia que no apagó el entusiasmo, invitó a una generación a dejar de ser espectadores para convertirse en protagonistas del Reino.

“No balconeen la vida, métanse en ella como hizo Jesús.”

Habló del “Campo de la Fe”, no como un lugar físico, sino como un espacio existencial: un campo donde se siembra la Palabra, donde se entrena el corazón, donde se construye la Iglesia. Sus palabras no eran abstractas: llamaban a tomar decisiones, a comprometerse, a apostar la vida por algo grande.

Fue también la primera vez que las Juventudes Agustino Recoletas (JAR) vivieron una vigilia con Francisco. En la ciudad mariana de Río, tan cercana al alma latinoamericana, jóvenes de muchos países compartieron la alegría de la fe, el carisma de san Agustín y el sueño de una Iglesia joven y en salida. Para muchos, aquella noche no fue un evento, sino un punto de inflexión: nació una vocación, se sanó una herida, se renovó una esperanza.

2016 | Cracovia: “Cambien el sofá por unos zapatos”

En la tierra de san Juan Pablo II, el Papa Francisco profundizó el mensaje y elevó la exigencia del discipulado joven. Frente a miles de peregrinos en el Campus Misericordiae, denunció una de las grandes tentaciones de nuestro tiempo: la comodidad como forma de anestesia espiritual.

“Este tiempo no necesita jóvenes-sofá… sino jóvenes con zapatos, con los botines puestos.”

Francisco se dirigió con fuerza y ternura a quienes viven atrapados en el confort, adormecidos por el consumo, indiferentes al dolor ajeno. Y entonces lanzó una de sus frases más memorables, que marcaría el corazón de su pontificado juvenil:

“En el arte de ascender, lo que importa no es no caer, sino no permanecer caído.”

La JAR volvió a estar allí, con mochilas cargadas de ilusión y pancartas que hablaban de interioridad, comunidad y misión. Jóvenes agustinos recoletos se mezclaron entre miles, pero llevaron algo distintivo: el deseo de vivir en comunión, de tender puentes y de formar comunidad allá donde estuvieran. Cracovia fue, para muchos, el lugar donde la fe se volvió decisión, y el “sí” al Evangelio comenzó a tomar cuerpo.

2019 | Panamá: “Solo lo que se ama puede ser salvado”

En el calor humano y espiritual de Centroamérica, el Papa Francisco tocó el corazón herido y esperanzado de los jóvenes del continente y del mundo entero. Su mensaje giró en torno a María, a su “hágase” audaz, y a la ternura transformadora de Dios.

“Solo lo que se ama puede ser salvado. Solo lo que se abraza puede ser transformado.”

Francisco confrontó con valentía la cultura del descarte y el abandono juvenil. Preguntó con dolor:

“¿Qué raíces les estamos dando a los jóvenes?”

Fue una vigilia atravesada por testimonios reales: jóvenes que sufrieron la exclusión, la enfermedad, la discapacidad. Y allí, una vez más, la JAR se hizo presente. Jóvenes de diferentes países aportaron su testimonio de fraternidad y fe, y descubrieron que el amor no es selectivo, que la dignidad se encuentra incluso en las heridas más profundas, y que la Iglesia está llamada a abrazar como Jesús.

2023 | Lisboa: “La alegría es misionera”

En Lisboa, Francisco volvió a encontrarse con los jóvenes del mundo. Con la ternura que lo caracterizó desde el primer día de su pontificado, ofreció un mensaje lleno de esperanza, realismo y amor. Su voz serena y firme se alzó una vez más para recordar a todos que el Evangelio es una invitación a ponerse en camino, a levantarse, a correr con otros.

“La única vez que es lícito mirar a alguien desde arriba es para ayudarlo a levantarse.”

A quienes habían caído —como tantos que viven hoy sin horizonte— les habló con compasión y verdad:

“No permanezcan caídos. Levántense. Caminen. Entrénense. Y salgan al encuentro del mundo con la única cosa gratis que tenemos: el amor de Jesús.”

La JAR vivió esta vigilia con emoción y hondura, rodeada de miles de jóvenes y envuelta en un ambiente profundamente espiritual. Fue una noche para mirar atrás con gratitud y hacia adelante con compromiso. Una noche para renovar el “sí” al Evangelio, con los pies en la tierra y el corazón en el cielo. Lisboa no cerró una etapa: la encendió.

Una vigilia pascual permanente

Francisco no solo predicó en las vigilias. Las habitó con el alma de un pastor que camina de noche al lado de su pueblo, que conoce la oscuridad del mundo y el brillo tenue de las primeras luces. A lo largo de su pontificado, hizo de cada vigilia una pedagogía del amor y la esperanza, una escuela de humanidad donde aprendimos que Dios se revela en la caída, en la pregunta, en el abrazo, en la decisión de volver a empezar.

En Lisboa, ya con el paso pausado y la voz madura, nos dejó lo que hoy reconocemos como su testamento espiritual: una llamada a levantarnos, a entrenarnos en el amor, a salir sin miedo, a correr. Pero sobre todo, a correr con otros. Porque Francisco, hasta el final, creyó en el nosotros.

Y en su última homilía, pocos días antes de partir a la casa del Padre, resonó con fuerza la misma música que nos regaló tantas veces bajo el cielo abierto de las vigilias:

“Corramos al encuentro de Jesús, redescubramos la gracia inestimable de ser sus amigos. Contigo, Señor, todo es nuevo. Contigo, todo comienza de nuevo.”

Una frase que no cierra, sino que abre. Como el sepulcro vacío.

Como la historia de una generación que, con Francisco, aprendió a vivir de pie, con los ojos abiertos y el corazón encendido.

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