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El corazón que ama: ecos agustinianos en la encíclica “Dilexit nos”

En su última encíclica, Dilexit nos, el papa Francisco nos invita a contemplar el Corazón de Jesús como símbolo del amor humano y divino. Fray Lucilo Echazarreta, OAR, destaca en este artículo los profundos vínculos entre este texto y la espiritualidad de san Agustín, subrayando la centralidad del corazón como lugar de encuentro con Dios.

La última encíclica del papa Francisco: un legado de amor humano y divino

El papa Francisco publicó el 24 de octubre de 2024 la encíclica Dilexit nos. Él nos amó. Sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo. Este fue el último documento magisterial que el recién fallecido papa regaló a la Iglesia, invitando a todos los cristianos a adorar a Cristo por medio de la veneración de la imagen del Corazón de Jesús: el corazón que tanto amó y que da de beber a quienes sienten la sed del amor de Dios.

El símbolo del corazón es presentado por el papa jesuita como síntesis poliédrica del amor de Jesucristo, que ama como hombre y, al mismo tiempo, como Hijo de Dios. La mirada dirigida al Corazón del Señor nos pone en sintonía con su carne, su humanidad, su amor sensible; un amor con afecto y sentimientos como los nuestros. Pero en esa contemplación de lo humano, el papa nos advierte que debemos trascender hacia la contemplación del amor infinito de Jesucristo como Dios y Señor. Así, el corazón “humano” de Jesús no es sólo un símbolo físico, sino que “sus sentimientos humanos se vuelven sacramento de un amor infinito y definitivo” (n. 60).

En síntesis, el legado que el papa desea dejarnos es el de destacar que el amor del Señor hacia nosotros contiene todo su componente humano, y que, en consecuencia, nosotros deberíamos amar a Jesús y a los hermanos con un “corazón completo”: es decir, con sentimientos de afecto humano y con la caridad divina. Pío XII expresó magistral y magisterialmente en su encíclica Haurietis aquas (1956) esta intrínseca unidad de los dos amores: “No hay duda de que el corazón de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona divina del Verbo, palpitó de amor y de todo otro afecto sensible” (n. 61).

Interioridad y corazón: las raíces agustinianas en Dilexit nos

En este breve escrito quiero resaltar las múltiples relaciones que la encíclica tiene con los principios de la espiritualidad de san Agustín, sobre todo cuando el papa utiliza repetidamente ideas y términos como “interioridad” y “corazón”.

En efecto, el primer capítulo del documento se titula “La importancia del corazón”, y ya desde su primer punto evoca resonancias agustinianas al afirmar: “Cuando vivimos esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón” (n. 1). Un apartado de esta introducción lleva por título “Volver al corazón”, donde parecen parafraseadas con tinta actual las ideas de aquel clásico maestro del corazón que nos decía: Noli foras ire, “no quieras ir fuera de ti”.

El papa escribe: “En este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón… Estamos dominados por los ritmos y ruidos de la tecnología, sin mucha paciencia para hacer los procesos que la interioridad requiere. En la sociedad actual, el ser humano corre el riesgo de perder su centro, el centro de sí mismo… Falta corazón” (n. 9).

San Agustín repetía: “Volved, volved al corazón. ¿Qué es eso de ir lejos de vosotros y desaparecer de vuestra vista…” (Sobre el Evangelio de san Juan, 18,10). Esta llamada al “turismo interior” aparece varias veces en la encíclica comentada: “Por la dificultad que supone el conocimiento de uno mismo, pareciera que lo más íntimo (el corazón) es también lo más lejano a nuestro conocimiento”.

Y aquella afirmación radical de san Agustín: Deus intimior intimo meo, “Dios es más íntimo a mí que yo mismo”, parece inspirar al papa cuando describe el corazón como “un centro personal donde lo único que puede unificar todo es, en definitiva, el amor” (n. 10). Y continúa con resonancias agustinianas: “En último término, yo soy mi corazón, porque es lo que me distingue, me configura en mi identidad espiritual y me pone en comunicación con las demás personas” (n. 14). Agustín escribió antes en sus Confesiones (10,3,4): “En mi corazón soy lo que soy”.

El camino del corazón: una propuesta para nuestro tiempo

Valdrá la pena hacer un estudio más detallado de las reminiscencias agustinianas presentes en la encíclica Dilexit nos. Especialmente en el primer capítulo, se encuentran muchas correlaciones con citas ocultas del Obispo de Hipona, lo que permite intuir que esta parte del texto papal ha manado de la rica espiritualidad construida en torno al “corazón” como símbolo referencial y centro unificador de la persona.

Incluso se aprecia una invitación por parte del papa Francisco a hacer el camino de la interioridad con una fuerza nueva, siempre nacida del corazón, cuando nos interpela: “Frente al propio misterio personal, quizás la pregunta más decisiva que cada uno podría hacerse es: ¿tengo corazón?” (n. 23).

Esta ha sido la última encíclica del papa Francisco, recientemente fallecido. La invitación es a leer con profundidad este testamento que nos introduce en la persona de Jesucristo para centrarnos en su amor humano y divino. El papa, al presentarnos en el Corazón de Jesús una devoción propia de su tradición jesuita, nos ofrece —¡oh, profecía!— unas aguas que beben de la fuente de sabiduría agustiniana, proyectándonos hacia la construcción de una auténtica teología del corazón.

Lucilo Echazarreta, OAR

Lima, 2025

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