Fray Alfonso Dávila, desde Madrid, comparte su experiencia en la comunicación institucional de la Iglesia y cómo, a través de la paciencia, el buen ánimo y la esperanza, ha aprendido a transformar su trabajo en un testimonio de fe.
Cinco años contando historias
Llevo cinco años celebrando la Jornada de las Comunicaciones Sociales como algo propio, como la fiesta de mi trabajo. En este tiempo, dedicando gran parte de mi día y, sobre todo, de mis desvelos a la comunicación, he aprendido muchas cosas. Pero quizá una de las más importantes ha sido aprender a tener paciencia, buen ánimo y esperanza.
Paciencia: confiar en los tiempos de Dios
Paciencia, porque las cosas de palacio van despacio; si es episcopal, un poco más, y si es curia provincial, mucho más —ojo con esta frase que me he montado de la nada…—. Aunque las cosas no salgan como uno planea o en los tiempos que uno desea, he aprendido a no olvidar a quién comunico: al Señor Jesús, al Amor más grande, al Señor que hizo el cielo y las estrellas. Él sabe mejor que yo de tiempos. He aprendido a confiar en sus tiempos y a saber que, con paciencia, todo llega en su momento.
Buen ánimo: comunicar con alegría
Buen ánimo, esto lo aprendí de Chiara Lubich: amar siempre, en seguida y con alegría. Comunicar las cosas de Dios no siempre es sencillo; muchas veces no encuentras las respuestas que esperas. Pero recuerda: comunicas al Señor, y Él sabe por qué suceden las cosas. Tú, siempre sonríe y pon todo de tu parte para que todo sea hecho desde el corazón y con corazón. Se gana más con una gota de miel que con cientos de tarros de hiel, y es mejor sonreír que vivir amargados. El mundo necesita noticias alegres, y para poder contarlas, tenemos que vivir esa alegría primero.
Esperanza: sembrar luz en medio de la oscuridad
Esperanza, este ha sido mi gran aprendizaje de este año. Es cierto que quien nos manda —el Señor— y la sociedad herida en la que vivimos necesitan historias que den alegría y esperanza. Estoy seguro de que las historias que contamos hoy serán faros de esperanza en el futuro. Por eso vale la pena nuestro trabajo.
El año que profesé, leí una carta de santo Tomás de Villanueva dirigida a los novicios que iban a profesar. Fue muy bonita y me hizo soñar: ojalá algún día algún escrito mío pueda ayudar a otros a tener esperanza; a saber que hemos sobrevivido a pandemias, terremotos, inundaciones, y no hemos olvidado sonreír ni hacer el bien ni compartir lo que tenemos.
Ojalá algún día un joven comunicador como yo, en un momento de necesidad, se encuentre con este escrito y sepa que sí se puede: que hay que tener paciencia, buen ánimo y esperanza.
Gracias
Gracias por estar del otro lado de la pantalla, por leer y compartir. Dios les bendiga desde lo alto, desde donde nos cuida con amor.
Fray Alfonso Dávila
Madrid, 2025