Actualidad | Una palabra amiga

No temo al viernes 13… temo olvidarme de en quién he creído

Kimberly Morales, en esta reflexión agustiniana desde Lima, nos invita a mirar con ojos de fe los miedos y supersticiones cotidianas, recordándonos que no creemos en la suerte sino en la Providencia, y que el Espíritu Santo nos acompaña incluso en los días más inciertos.

Hay días que vienen con fama

Viernes 13. Un número, un día, un mito. Nos lo enseñaron como advertencia: “algo malo puede pasar”. Y, sin darnos cuenta, dejamos que eso afecte nuestro ánimo, nuestras decisiones… hasta nuestra oración. Pero, ¿por qué le damos tanto poder a lo incierto? ¿Qué dice nuestra fe cuando vivimos con miedo a un número?

La superstición comienza cuando creemos que ciertos objetos, fechas o rituales tienen el poder de cambiar nuestra suerte o destino. Y aunque parezca inofensivo, no lo es.

¿Qué enseña la Iglesia sobre esto?

El Catecismo de la Iglesia Católica es claro:

“La superstición es una desviación del culto que damos al verdadero Dios. Se manifiesta también en la atribución de una importancia mágica a ciertas prácticas…” (CIC, 2111)

Creer en supersticiones es, sin darnos cuenta, reducir nuestra fe a un mecanismo de control, donde lo mágico reemplaza a lo espiritual, y lo irracional ocupa el lugar de la confianza.

Como católicos, no creemos en horóscopos, ni en amuletos, ni en los días de “mala suerte”. Creemos en el Dios que es Señor del tiempo, del cielo y de nuestra historia. No hay energía más fuerte que su Espíritu.

El corazón que cree, no teme

San Agustín decía que “el corazón inquieto solo descansa en Dios”. Cuando creemos en supersticiones, lo que realmente estamos haciendo es buscar certezas fuera de Dios. Pero la fe no es magia. La fe es un acto de amor, un abandono confiado en Aquel que sostiene todo, incluso cuando no entendemos nada.

Pentecostés: no señales, sino Espíritu

Estamos en la semana de Pentecostés. Mientras el mundo busca respuestas en cartas, signos o portales astrológicos, nosotros recibimos al Espíritu Santo, fuente de Sabiduría y Consejo.

Él no trae suerte: trae presencia.

Él no predice el futuro: camina contigo para construirlo.

Él no necesita rituales esotéricos: te basta abrirle el corazón.

No es el viernes: es el vacío que cargamos

Muchas veces no es el día el que tiene “mala energía”, sino nuestro corazón: agotado, sin dirección, buscando señales donde lo que realmente necesitamos es volver al silencio interior donde Dios habla.

San Agustín nos recuerda:

“No salgas fuera, vuelve a tu interior: en el interior del hombre habita la verdad” (Confesiones, Libro X).

La fe, más que un escudo, es una luz

Creer no es solo protección: es transformación. Es mirar el calendario sin miedo. Es vivir cada día como un don. Es saber que el Espíritu que descendió en Pentecostés habita en ti, no para que huyas del mundo, sino para que lo ames con verdad.

Hoy no es un día de temor. Es un día para recordar que nuestra confianza no está en números ni en símbolos, sino en el Dios que nos amó primero (1 Jn 4,19).

Porque no creemos en la suerte. Creemos en la Providencia.

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