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La Trinidad: Dios uno y trino que habita en nosotros

Mons. Mario Alberto Molina, O.A.R., arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán, nos ofrece en esta Solemnidad de la Santísima Trinidad una meditación profunda sobre el misterio central de la fe cristiana: un solo Dios en tres personas, que actúa en la creación, en la historia y en cada uno de nosotros para nuestra salvación.

Una fiesta para confesar el corazón de nuestra fe

La solemnidad de la Santísima Trinidad fue instituida en el siglo XIV para proclamar con claridad quién es el Dios en quien creemos. No se trata de una abstracción teológica, sino de un repaso de las obras salvadoras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, expresadas en el Credo y realizadas en favor nuestro.

Sabiduría eterna que se hizo carne

La primera lectura, tomada del libro de los Proverbios, presenta a la Sabiduría personificada, que desde la eternidad está junto a Dios y actúa como arquitecta en la creación. Los cristianos hemos reconocido en esa Sabiduría al Hijo eterno del Padre, mediador de la creación, encarnado para salvarnos.

El salmo responde con asombro: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?” En un universo inmenso, Dios ha puesto su mirada sobre nosotros y nos ha regalado su amor, hasta darnos a su Hijo y su Espíritu.

Justificados por la fe, salvados por gracia

San Pablo, en la carta a los Romanos, nos asegura que la salvación es don gratuito de Dios. Gracias a la fe en Jesucristo, tenemos acceso a la gracia, esperanza de gloria, y comunión con la Trinidad. La salvación se recibe por la fe, se celebra en los sacramentos y se vive con fidelidad a la ley moral.

El Espíritu nos guía hacia la verdad plena

El Evangelio recoge la última de las cinco promesas de Jesús sobre el Espíritu Santo: “Él los guiará hasta la verdad plena”. No se trata solo de conocimientos teóricos, sino del acceso al mismo Dios, hacia el cual el Espíritu nos conduce iluminando la mente y transformando el corazón.

El Espíritu nos configura con Cristo y nos orienta hacia el cumplimiento de las promesas: la plenitud de vida en la gloria de Dios.

Una fe trinitaria, una vida en comunión

Nuestra fe es profundamente trinitaria.

  • Creemos en Dios Padre, creador y providente, origen y destino de todo.

  • Creemos en Jesucristo, Hijo eterno, verdadero Dios y verdadero hombre, redentor del mundo, resucitado y glorioso.

  • Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que nos hace hijos de Dios, habita en la Iglesia y nos transforma interiormente.

La Trinidad no es una fórmula teórica, sino una realidad viva que actúa en nosotros y nos introduce ya desde ahora en la vida eterna.

Demos gloria al Dios que se nos ha revelado

Este es nuestro Dios: un solo Dios en tres personas. Lo hemos conocido por sus obras:

  • Padre en el cielo,

  • Hijo entre nosotros,

  • Espíritu Santo en nosotros.

A Él la gloria y la adoración por los siglos de los siglos.

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