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Sean ustedes mi cuerpo: el milagro del pan que se parte

Mañana, celebramos la Solemnidad del Corpus Christi, fray Luciano Audisio, nos invita a redescubrir el centro de nuestra fe: el Pan que se parte, el Dios que se queda, el Jesús que no se conforma con enseñarnos desde fuera, sino que quiere habitar dentro de nosotros. Un comentario profundo y actual que nos recuerda que la Eucaristía no es solo un rito, sino un camino espiritual de transformación. Prepárate con nosotros para esta fiesta de la Iglesia.

Fiesta del Pan partido, del Dios que se queda

Hoy celebramos una de las fiestas más hondas y luminosas de nuestra fe: el Corpus Domini, el Cuerpo y la Sangre del Señor. Fiesta del Pan partido, del Dios que se queda, del Jesús que no se contenta con enseñarnos desde fuera, sino que quiere habitar dentro de nosotros.

En muchas partes del mundo esta celebración está marcada por procesiones, cantos, gestos de amor y de fe. Pero más allá de lo visible, esta fiesta es una oportunidad para volver al corazón mismo del Evangelio, a ese gesto inaudito en el que Dios se entrega por entero en un trozo de pan.

Jesús no dispersa: enseña a permanecer

El Evangelio de hoy nos lleva a un lugar desierto, donde una multitud sigue a Jesús. Y en un momento, surge una necesidad concreta: tienen hambre. Los discípulos, muy sensatamente, le dicen a Jesús que los despida para que puedan ir a buscar alimento a los pueblos cercanos. En el texto griego leemos: “Despide a la multitud para que vayan a las aldeas y campos de alrededor a buscar comida” (ἀπόλυσον τὸν ὄχλον, ἵνα πορευθέντες εἰς τὰς κύκλῳ κώμας καὶ ἀγροὺς εὕρωσιν ἐπισιτισμόν Lc 9,12).

Atención a una palabra que parece pequeña: κύκλῳ, que significa “en círculo”. Sin la presencia del Señor, sin su luz, nuestra vida corre el riesgo de girar en círculos, de moverse mucho sin avanzar realmente, de volver siempre al mismo vacío. ¿No es esa también la experiencia de muchos de nosotros? Buscamos, corremos, trabajamos, acumulamos… pero algo sigue faltando. Sin Jesús, la vida gira, pero no avanza.

Jesús, en cambio, no los manda a buscar afuera. No los dispersa. Al contrario, los hace permanecer. Quiere enseñarles otro modo de vivir, otra lógica: la lógica del Reino de Dios.

“Denles ustedes de comer”: dar pan, ser pan

Y entonces pronuncia una frase que es el centro del Evangelio: “Denles ustedes de comer” (δότε αὐτοῖς ὑμεῖς φαγεῖνLc 9,13). Es una frase provocadora. En griego, el “ustedes” puede ser sujeto u objeto. ¿Qué quiere decir Jesús? ¿Que deben dar pan, o que deben ser pan?

Las dos cosas.

Jesús no está preparando simplemente un milagro externo, atmosférico, como el maná que caía del cielo. Jesús está formando el corazón de sus discípulos. Les está mostrando que el verdadero milagro no es multiplicar, sino compartir. Que el pan que salva no es sólo el que comemos, sino el que nos atrevemos a ser para los demás.

Los cuatro verbos de la Eucaristía: tomar, bendecir, partir, dar

Y así lo vemos: Jesús toma los panes y peces —lo que había, lo poco que parecía insuficiente—. Y con este gesto, nos muestra un camino espiritual. Es el mismo que repetimos en cada Eucaristía. Son cuatro verbos que resumen toda nuestra fe:

Tomar: Jesús toma contacto con lo que hay, con lo que somos. ¿Nos sentimos poco, débiles, insuficientes? Él toma nuestro “poco”, lo abraza, no lo desprecia.

Bendecir: Jesús agradece. Agradecer transforma. La gratitud convierte lo que parecía poco en algo abundante. Cuando uno agradece por lo que es y por lo que tiene, se multiplica por dentro.

Partir: Jesús parte el pan. Amar implica partirse, dejarse herir. El amor verdadero duele, pero es un dolor fecundo. Es el dolor más dulce del mundo, porque nos une con Cristo crucificado, que se parte por nosotros.

Dar: finalmente, Jesús distribuye. Y en esa distribución nadie queda excluido. Todos comen y sobra. El milagro está en la comunión, no en la cantidad.

No es magia: es camino de transformación

Estos cuatro verbos no son sólo acciones del pasado. Son la lógica de la Eucaristía. Son también nuestro camino como Iglesia. Nosotros también estamos llamados a dejarnos tomar por Dios, a bendecir la vida, a dejarnos partir en el amor, y a entregarnos a los demás.

La Eucaristía no es magia. No es algo automático. Es un camino espiritual. Es el milagro de un Dios que quiere habitar en nosotros, para que también nosotros nos convirtamos en pan para el mundo.

En cada misa, Jesús nos repite: “Este es mi cuerpo, entregado por ustedes”. Y en cada misa, si lo escuchamos bien, también nos dice: “Sean ustedes mi cuerpo para los demás”.

Que esta fiesta del Corpus Domini no sea sólo una celebración externa, sino una invitación a dejarnos transformar desde dentro. Que aprendamos a mirar el pan, a agradecer por lo que somos, a partirnos en el amor y a darnos con alegría. Así el Reino de Dios —ese Reino que es Jesús mismo— estará verdaderamente entre nosotros.

 

Luciano Audisio, OAR

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