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Las cosas pequeñas en la clausura

En la vida contemplativa, cada gesto sencillo se convierte en una joya preciosa a los ojos de Dios. Sor Alicia Correa, OAR, nos comparte la belleza escondida en lo pequeño desde la clausura.

Las cosas pequeñas en la clausura

Dice san Pedro Julián Eymard, apóstol de la Eucaristía:

“Para hacer grandes cosas se utilizan grandes piedras, pero para hacer joyas se usan cosas pequeñas.”

Nuestra vida claustral se caracteriza por eso: por lo pequeño, lo sencillo, lo cotidiano. No vivimos para la apariencia o el ruido exterior, sino para la verdad escondida en lo ordinario de cada día, donde Dios se revela silenciosamente.Clausura

Una vida sencilla que renueva

Las contemplativas saboreamos la hermosura de un despertar envuelto en fe, de un gesto amable, una oración en susurro, una sonrisa silenciosa, una flor, la lluvia sobre el cristal o la caricia del viento.

Descubrimos que la belleza vive en el silencio, y que Dios —todo lo nuestro, todo lo íntimo— habita en esa oquedad del corazón donde grita su grandeza escondida.

Manos que rezan, corazones que acogen

En el quehacer diario, nuestras manos laboriosas se interrumpen para elevarse al cielo, en una oración que todo lo une. Vivimos atentas a los pequeños detalles que se presentan a lo largo del día, conscientes de que en ellos se esconde la fidelidad de Dios.

Los obstáculos no apagan la vocación, sino que la hacen crecer. En la dificultad, se esculpe la perseverancia; en la monotonía, florece la virtud.

El arte de ser pequeñas

¿Qué tendrá lo pequeño que a Dios tanto agrada?

A lo largo de nuestra vida vamos aprendiendo a ser grano de mostaza: mínimo por fuera, inmenso por dentro. A vislumbrar el alma de las cosas sencillas, como esa mota de polvo que baila en los rayos del sol durante las horas de oración.

Aquí todo es discreto, todo es don. La grandeza del Niño en el pesebre nos recuerda que la salvación llega en forma de humildad.

Sencillez, ocultamiento y fidelidad

La fuerza de lo pequeño nos impulsa a desplegar nuestras alas en lo oculto, en el amor callado, en el servicio fiel. Dios nos quiere grandes, sí, pero desde lo pequeño. Porque ahí, en lo que nadie ve, Él hace maravillas.

Sor Alicia Correa Fernández, OAR

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