La historia de las Juventudes Agustino Recoletas (JAR) comenzó a finales de julio de 1995, cuando cinco frailes, con fe, entusiasmo y visión, decidieron apostar por un nuevo modelo de pastoral juvenil. Tres décadas después, su intuición sigue dando frutos en jóvenes que, en todo el mundo, viven su fe en comunidad, con un corazón inquieto que busca a Dios.
El sueño de una comunidad juvenil con alma agustiniana
La historia de las Juventudes Agustino Recoletas comenzó hace treinta años, pero su eco se escucha aún hoy en los corazones jóvenes de todo el mundo. “Fue a finales de julio de 1995”, recuerda Fray Ángel Antonio García, religioso de la Provincia Santo Tomás de Villanueva, uno de los cinco frailes que participaron en la fundación.
Con profunda emoción y sencillez, Fray Ángel revive aquella jornada que transformó la pastoral juvenil de la familia agustino recoleta:
“Nos reunimos cinco frailes, había una propuesta de crear la JAR. Nos inspiramos en el modelo de la Juventud Mariana Vicenciana, de los Paúles y las Hijas de la Caridad. Y de ahí sacamos algunas notas constitutivas: una comunidad apostólica, misionera, mariana, orante y augustiniana”.
De Monachil a Maraluisa: una decisión con sabor a Evangelio
El grupo se desplazó desde Monachil (Granada) hasta el barrio de Maraluisa en Sevilla. Allí, entre fraternidad, discernimiento y entusiasmo, dieron forma a la nueva propuesta.
“Después de comer en un restaurante, tuvo lugar ese momento de conclusiones de lo que se nos había pedido como comisión. Recuerdo perfectamente aquellos días que se vivieron con mucha ilusión”.
El grupo entregó su propuesta a la Provincia Santo Tomás de Villanueva y al Provincial, marcando así el nacimiento de un camino que estaba por empezar. Conscientes de que daban un paso importante, dejaron atrás la experiencia previa del Movimiento Horizonte de Fraternidad, para abrir las puertas a algo nuevo, más amplio, más comprometido.
Comunidad, juventud y carisma: las raíces de la JAR
Aunque algunos detalles del encuentro fundacional no quedaron registrados, la semilla plantada en julio de 1995 germinó con fuerza. Las JAR nacieron como respuesta a una necesidad pastoral y como fruto de una espiritualidad vivida y compartida. Desde entonces, han crecido, se han multiplicado y han acompañado a generaciones enteras en su camino de fe.
Cada coro, cada grupo local, cada misión, es herencia viva de aquella intuición sencilla y profunda: formar jóvenes que vivan su fe en comunidad, desde el carisma agustino recoleto.
Treinta años después: gratitud y esperanza
Hoy, al conmemorar los 30 años de la fundación de la JAR, miramos hacia atrás con gratitud y hacia adelante con esperanza.
Agradecemos a los cinco frailes que, con fe y coraje, se atrevieron a soñar con un nuevo camino. Y damos gracias por todos los jóvenes que, desde entonces, han vivido la alegría del Evangelio en comunidad.
“No hay nada más hermoso que compartir la vida y la fe”, decía San Agustín. Y eso, precisamente, es lo que las JAR han hecho durante estas tres décadas: acompañar, formar y encender corazones para Dios.