Desde Venezuela hasta España, pasando por Colombia, México, Argentina y República Dominicana, la JAR continúa siendo hoy una familia viva, apasionada y profundamente enraizada en el carisma agustino recoleto. En su 30 aniversario, diferentes voces jóvenes nos comparten lo que significa formar parte de esta comunidad.
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Una comunidad viva que sigue creciendo
Treinta años después de su fundación, las Juventudes Agustino Recoletas (JAR) siguen siendo una respuesta concreta al deseo de miles de jóvenes de caminar hacia Cristo desde la espiritualidad de san Agustín. Hoy, más que nunca, la JAR se ha convertido en un espacio seguro, de crecimiento y transformación.
María José Contreras, desde Venezuela, lo expresa con claridad:
“La JAR hoy es un movimiento que ha crecido en aprender a acompañar procesos, más creativo, más valiente, pero sobre todo un movimiento que ha aprendido a descansar en Dios”.
Desde Guadalajara, Jorge lo vive como “un camino compartido en comunidad, donde la fe, la amistad y el servicio se viven con sentido y con el corazón”. Y para Joshua, en Colombia, es un lugar “para encontrar el amor de Dios en otros y también poder darlo a los demás”.
Espacios para amar, crecer y compartir
Rosalina Báez, desde República Dominicana, afirma que la JAR propicia “momentos y espacios de formación e integración en los que los jóvenes puedan descubrir en su interior esta verdad que buscan constantemente”.
María Virginia, también de Venezuela, define a las JAR como “mi lugar seguro, donde me comprenden, me entienden y puedo ser quien soy sin miedo a nada”.
Desde México, Darío expresa que “ser JAR significa escuchar y entregarse por los más necesitados”, mientras que otro joven mexicano lo resume así:
“Ser JAR es formar parte de una familia que camina unida hacia Cristo”.
El rostro joven de una fe inquieta
Para Ignacio, postulante argentino de la Orden, “ser JAR es vivir en comunidad como nos pide San Agustín, movidos por la caridad, como jóvenes enamorados que deciden pasar tiempo juntos, crecer en la fe juntos y trabajar para el Reino también juntos”.
Meli, también de Argentina, lo vive como “ser comunidad y tener el corazón siempre inquieto”, mientras que Lourdes lo describe como “conocer un poco más a Jesús cada día, de la mano de mis hermanos de comunidad”.
Juan, desde España, afirma: “Ser de la JAR es partir mi fe y crecer como persiguiendo a Dios”, y Santino, desde Argentina, añade:
“Ser JAR significa redescubrir el rostro amoroso de Jesús en mis hermanos, para así poder amarle y seguirle cada día más y mejor”.
Un presente que se construye en comunidad
Las voces de los jóvenes hoy nos recuerdan que la JAR sigue siendo un lugar donde se vive el Evangelio con alegría, donde se construye comunidad, y donde cada corazón inquieto encuentra su sitio. Es una familia que no deja de crecer, de buscar, de transformar.
Con treinta años de historia, las Juventudes Agustino Recoletas siguen apostando por lo esencial: vivir en comunidad, buscar juntos la Verdad y responder al amor de Dios con generosidad y entrega.