Actualidad | Una palabra amiga

“Sean artesanos de la paz, faros de esperanza y amigos de Cristo”

El pasado 23 de agosto, en la iglesia de Santa Mónica de Ciudad de México, fr. José Antonio Hernández Hernández y fr. Bernardo Contreras Salcido fueron ordenados sacerdotes. En su homilía, Mons. Javier Acero Pérez, agustino recoleto y obispo auxiliar de México, les exhortó a vivir un ministerio cimentado en la oración, la cercanía al Pueblo de Dios y la amistad con Cristo: “Sean artesanos de la paz y faros de esperanza en medio de este cambio de época”.

Acción de gracias

Hoy, junto con todo el Pueblo de Dios, agradecemos que el Señor se haya fijado en fr. José Antonio y fr. Bernardo para el ministerio del presbiterado que se ejerce en la Iglesia con el carisma de los Agustinos Recoletos.

Ustedes van a ser ordenados para el sacerdocio en el Orden de los presbíteros, a fin de hacer las veces de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, por quien la Iglesia, su Cuerpo, se edifica y crece como Pueblo de Dios y templo santo.

Las lecturas elegidas

Las lecturas que ustedes han escogido para esta solemne ordenación presbiteral nos ayudan a todos a reflexionar la maravillosa acción de servir al Pueblo de Dios: anunciando, consolando, mediando y amando. Cuatro acciones que son fundamentales para vivir el sacerdocio de Cristo con alegría y creando unidad en las Iglesias donde sirvan.

Servidores, no señores

José Antonio y Bernardo, nosotros somos servidores, no señores o amos. Somos pastores elegidos para anunciar esperanza a nuestro pueblo.

Para realizar esto nunca se avergüencen de su origen, porque en su identidad familiar se van a resolver muchas dudas existenciales y emocionales a lo largo de su vida religiosa y presbiteral.

Quiero agradecer a los papás y hermanos de José Antonio y Bernardo por la generosidad que entregaron a la Orden y ahora a la Iglesia. Muchas gracias.

Decir “sí” al Pueblo de Dios

Hoy dicen “sí” delante del Pueblo de Dios para servir en el altar y en la calle, para dejar los privilegios y ese clericalismo que nos envenena y separa.

Apreciemos lo sencillo y lo natural de nuestro pueblo, su capacidad de amar y comprender. Ser cercano al Pueblo de Dios se hace desde la oración comunitaria en la mañana, en la tarde y en la noche, con su tiempo de meditación. Esto es algo no negociable.

Tienes mucha acción pastoral: primero reza. Hay muchas personas que te esperan para escuchar: ora. Recuerden que la cercanía con el Señor es crucial en todos los momentos de la vida.

La oración, fuente de vida

Sin la intimidad de la oración, de la vida espiritual, de la cercanía concreta con Dios a través de la escucha de la Palabra, de la celebración de la Eucaristía, del silencio de la contemplación centrada en Cristo, de la consagración a la Virgen, del acompañamiento sapiente de un guía, del sacramento de la Reconciliación, el sacerdote es, sin estos elementos, solo un “obrero cansado” que no goza de los beneficios de los amigos del Señor.

No sean sacerdotes de frases muertas agustinianas; sean frailes presbíteros que con sus manos abracen y se sienta que “este fraile sí interioriza la Palabra”.

Anunciar la esperanza

Anunciar la esperanza: a eso estamos llamados todos. Nuestro Pueblo necesita no mensajes optimistas o prospectivos.

Debemos estar atentos ante el “optimismo exacerbado”: repetir “todo irá bien”, pero avanzar sin discernimiento y sin tomar las decisiones necesarias termina por ignorar a los heridos de esta transformación que no logra aceptar las tensiones, complejidades y ambigüedades propias del tiempo presente, y “consagra” la última novedad como lo verdaderamente real, despreciando así la sabiduría de los años.

Ser puentes en un mundo de descarte

Que la extrañeza de otras generaciones de frailes por lo que son, piensan y actúan no sea obstáculo para ser puentes en medio de un mundo que proclama la cultura del descarte.

Y si alguna vez se sintieron descartados por religiosos o sacerdotes que los “ningunearon”, “difamaron” o “utilizaron”, no se bloqueen: sigan al pie de la Cruz.

La experiencia de Jesús nos invita a anunciar la esperanza en medio de tanta muerte y desaparición. Necesitamos jóvenes valientes como ustedes que miren y toquen a las personas que viven en situación de pobreza y vulnerabilidad.

Consolar al pueblo

También nos invita la Palabra a consolar a aquellos que se sienten impotentes ante la ausencia de paz.

Hoy son muchas las personas a las que tenemos que consolar: adultos mayores que se encuentran solos en sus casas, hermanos de comunidad que no quieren conversar porque no aceptan las limitaciones de la edad, migrantes, indigentes, familias buscadoras, víctimas de abuso.

Fr. José Antonio y fr. Bernardo, cada vez que ofrecemos el pan y el vino en el altar, estamos también ofreciendo tanta soledad, desesperanza y tristeza que hay en la sociedad.

“Quien no se deja acompañar será un burócrata del altar, que se busca a sí mismo sin sensibilidad, un mundano espiritual refugiado en sus propios argumentos.”

El Señor les llama a ser expertos en consolar en la funeraria, en el hospital, en la calle. Quien se deja acompañar sabe consolar y vive el sacerdocio siendo un callejero de la fe.

Mediadores con corazón

La carta a los Hebreos nos recuerda que son mediadores para ofrecer dones y sacrificios desde la obediencia responsable.

La mediación es un arte que se forja con la oración silenciosa, en medio de tanto ruido digital. Hoy, como sacerdotes, tenemos que ser profesionales del silencio y de la escucha.

Ante la polarización social y el colonialismo ideológico, debemos ser mediadores con propuestas misioneras que arriesguen, ilusionen y nos hagan soñar en religiosos sacerdotes como aquellos primeros misioneros que llegaron aquí a México integrados al Pueblo de Dios.

Evangelicemos orgullosos de nuestra identidad: mestiza y misionera. Sueñen con proyectos para la Provincia y para la Orden.

Permanecer en el amor

El Evangelio nos invita al amor, no un amor ególatra, sino un amor generoso.

Cuando uno se da, como recoletos, es al 100% y sin mediocridades. Jesús nos invita a permanecer en el amor de Dios. Esto significa vivir de ese aire, de ese oxígeno.

Podemos permanecer en el amor si guardamos sus mandamientos.

Nuestro sacerdocio en la vida consagrada lo vivimos desde el amor, y cuando esto no ocurre los mandamientos nos ayudan a volver al camino.

La amistad con Cristo

La Biblia nos recuerda que los siervos de Dios son personas a quienes Él confía misiones importantes: Moisés, David, Elías, María.

Pero Jesús nos da algo más grande: la amistad.

La amistad no nace del cálculo, sino de la entrega sincera. Y si es verdadera, no decae ni siquiera ante la traición.

Jesús es nuestro mejor amigo y formador. Él siente lo que nosotros sentimos, porque habita en nuestro interior.

“Ya no los llamo siervos, los llamo amigos” (Jn 15,15).

Conclusión: artesanos de la paz

Anunciar, consolar, mediar y amar: todo eso significa apacentar, enseñar y santificar al Pueblo de Dios.

José Antonio y Bernardo, necesitamos que sean artesanos de la paz en sus comunidades, faros de esperanza en medio de un cambio de época.

Ser sacerdotes y, además, Agustinos Recoletos los coloca en un lugar extraordinario, lleno de cariño hacia Dios y hacia los hermanos.

Que María los ayude a crecer en la amistad con su Hijo y a difundirla a su alrededor.

Sigan entrenando su corazón desde Dios y con los hermanos. Vale la pena, vale la vida.