Del 10 al 31 de agosto, más de veinte religiosos de siete países vivieron en Colombia tres semanas de formación, oración y fraternidad, en un encuentro organizado por el generalato de la Orden.
Tres semanas de formación y fraternidad
Los religiosos congregados en la Curia de la Provincia de la Candelaria, en Bogotá, vivieron un mes de agosto marcado por la formación, la espiritualidad y la fraternidad. Más de veinte frailes, procedentes de Estados Unidos, España, Brasil, Colombia, Guatemala, México, República Dominicana, Perú y Venezuela, compartieron días intensos que combinaron el estudio, la oración y la vida comunitaria, con espacios de cultura y descanso .
Formación, cultura y experiencia comunitaria
El programa comenzó con una semana dedicada al crecimiento humano, guiada por el sacerdote escolapio José Víctor. Posteriormente, los participantes realizaron una visita al Convento del Desierto de la Candelaria en Boyacá, donde tuvieron oportunidad de conocer lugares emblemáticos como Villa de Leiva y la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. También recorrieron la Catedral de Sal de Zipaquirá y la Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria en el centro histórico de Bogotá .
Durante las noches culturales, los religiosos presentaron la cultura de sus países y compartieron cómo la Orden desarrolla su misión en cada región, fortaleciendo el espíritu de comunión internacional.
Semana agustiniana en comunidad
La última semana de formación estuvo a cargo de fray Héctor Manuel y fray Sergio Sánchez, quienes abordaron temas teológicos, bíblicos y carismáticos de gran actualidad. Además, los participantes vivieron la Semana Agustiniana con especial intensidad: la Eucaristía de Santa Mónica fue presidida por el prior provincial, fray José David Niño, y la solemnidad de San Agustín se celebró en la parroquia San Nicolás de Tolentino, junto a religiosos y fieles de la ciudad .
Una experiencia para toda la Orden
El Encuentro de formación permanente es una iniciativa del generalato de la Orden de Agustinos Recoletos, con el objetivo de ofrecer a los religiosos espacios de renovación carismática, actualización teológica y crecimiento humano. Como recordaron los organizadores, se trata de “un tiempo que queda grabado en el corazón y que fortalece la misión compartida de vivir como una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios”