En este artículo, el P. Willmer Moyetones comparte una visión inspiradora sobre la misión educativa de los Agustinos Recoletos: no solo transmitir conocimientos, sino inquietar corazones para que los jóvenes sean fermento de esperanza y justicia en el mundo.
El arte de educar
Es innegable que nuestra sociedad enfrenta desafíos profundos: la violencia, el bullying y la corrupción parecen azotarnos sin tregua. Percibimos una palpable falta de liderazgo, no solo en el ámbito político y social, sino incluso en el espiritual, lo que lamentablemente nos aleja de una convivencia auténtica.
Inquietar corazones
Frente a esta realidad, nuestra Orden en el ámbito educativo se erige como un faro, un espacio de discernimiento y esperanza. Aquí, nuestra apuesta sigue siendo firme: formar jóvenes capaces de responder a los grandes desafíos de la sociedad actual. Nos esforzamos incansablemente para que cada estudiante que egrese de nuestros colegios sea una persona de bien y un auténtico cristiano, convirtiéndose así en fermento del Reino en medio de la complejidad social que vivimos.
La misión educativa agustiniana
Esta situación nos impulsa a preguntarnos: ¿cómo podemos formar para el futuro sin perder nuestra identidad cristiana y agustiniana? ¿Cómo respondemos a los desafíos del presente sin olvidar nuestra misión fundamental? Y, quizás lo más importante, ¿cómo acompañamos a nuestros jóvenes sin renunciar a ese anhelo profundo de justicia, dignidad y paz?
No podemos permitirnos perder la esperanza, ni en nuestros jóvenes ni en nuestros religiosos. Los jóvenes de hoy son emprendedores y trabajadores; sigamos construyendo una sociedad solidaria y fraterna, donde todos nos sintamos iguales, con los mismos derechos y deberes.
Recordemos a los alumnos de nuestros colegios que están aquí para formarse precisamente con un propósito: construir un mañana mejor.
Educar es inquietar corazones
Destaco en esta reflexión un pilar fundamental de nuestros colegios: no solo buscamos la formación intelectual. Nuestro propósito es también inquietar los corazones de cada uno de ustedes.
“Queremos que salgan al encuentro profundo con la vida, al encuentro con el otro, con el mundo y, sobre todo, con Dios. De esta manera, aspiramos a que sean corazones inquietos que, a su vez, inquieten a otros corazones.”
Educar para transformar la sociedad
Nuestra educación tiene la misión clara de formar personas conscientes de su rol en la sociedad: compasivas ante el sufrimiento humano, competentes en sus saberes y comprometidas con la transformación social.
Sabemos que las tareas son exigentes, pero no podemos cruzarnos de brazos. No podemos permitirnos vivir la vida con negatividad; al contrario, debemos abrazarla con esperanza y amor, confiando siempre en Dios.
Gratitud y compromiso
Agradecemos profundamente a todos los padres, profesores y a cada uno de quienes conformamos la comunidad educativa.
Gracias por seguir creyendo en el potencial transformador de la educación, por apostar por la formación integral de alumnos capaces de mirar el mundo con profundidad, de actuar con justicia y de servir con esperanza.
Conclusión: educar con esperanza
Finalmente, los invito a vivir siempre con una esperanza abierta y despierta, con el corazón disponible y con la certeza inquebrantable de que servir a la educación en este tiempo es una forma concreta y poderosa de amar y transformar nuestra sociedad hoy.