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Somos peregrinos y no nómadas: caminar con esperanza hacia la patria definitiva

En este artículo de Una Palabra Amiga, Fray Willmer Moyetones nos recuerda que la vida cristiana no es un vagar sin sentido, sino un peregrinar hacia la patria definitiva. Un camino que exige despojo, confianza y la certeza de que Dios camina siempre a nuestro lado.

Peregrinos de la esperanza

Vivimos un año jubilar con el lema: “peregrinos de la esperanza”. Somos peregrinos porque sabemos a dónde vamos y cuál es nuestro destino final. En cambio, el nómada vaga sin rumbo, sin un propósito claro.

Sin embargo, nuestra vida cristiana a menudo se parece más a la de un nómada. No en el sentido de desplazarnos, sino en que damos vueltas en los mismos lugares, atrapados en la rutina y en lo conocido, lo que nos da una falsa sensación de seguridad. Esto nos impide proyectarnos hacia una vida plena con Dios.

A veces nos cuesta tomar en serio nuestra vocación de peregrinos, pues nos da miedo lo nuevo, los cambios y las sorpresas de Dios. Pero a lo largo del camino, la sorpresa de Dios siempre estará presente. Por eso debemos dejarnos sorprender por Él, tal como lo hicieron los patriarcas en su camino hacia la tierra prometida.

Despojo y confianza

No podemos perder la perspectiva del Reino que está por venir. Para ello, debemos vivir una vida más sencilla y libre, sin preocuparnos por las seguridades de este mundo, para que nuestro caminar hacia la patria prometida sea plenamente libre.

La sociedad actual nos motiva a llenarnos de cosas a través del consumismo, lo que nos paraliza y nos extasía con los bienes materiales. Esto nos hace perder el horizonte del Reino de Dios. No podemos caer en lo mismo que el pueblo de Israel que, al peregrinar hacia la tierra prometida, quiso volver a lo conocido, a las “ollas de Egipto”.

Nos encanta el conformismo y nos cuesta romper con las estructuras que nos dan seguridad, pero que en realidad nos hacen perder la esencia de nuestra vida de peregrinos.

“Vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y luego sígueme.”

La experiencia de peregrino requiere de ese despojo para poder ir ligero de equipaje y caminar hacia la vida plena, confiando siempre en ese Jesús que camina con nosotros. No podemos perder la esperanza por nuestra falta de fe o por dejarnos seducir por las cosas de este mundo que nos hacen perder de vista el Reino de Dios.

Vivir como verdaderos peregrinos

Definitivamente, somos peregrinos, no nómadas. Pero muchas veces tendemos a ser nómadas en nuestro propio círculo, porque nos aferramos a la falsa seguridad de que todo está bien, y eso no nos permite arriesgar nuestra vida como caminantes.

Es más fácil dar vueltas en los caminos ya recorridos y seguros, pero es mucho más difícil recorrer caminos nuevos que nos causan miedo e incertidumbre. La razón de vivir así es la falta de esperanza en Dios.

Por eso, debemos caminar con esperanza, sin perder la confianza en Aquel que nos ha llamado a seguirle, dejándolo todo y confiando solo en Él.

Finalmente, en esta sociedad tan consumista y materialista, el mundo espera de nosotros, los creyentes, que vivamos como peregrinos hacia Dios, sin anclarnos en lo material. Debemos vivir como peregrinos que ponen su confianza en Dios y que hacen realidad el Reino.

El mundo exige que le demos, con nuestras vidas, signos de esperanza y motivos para seguir adelante frente a todas las dificultades.