Fray Alfonso Dávila reflexiona sobre dos recientes intervenciones del Papa León XIV que muestran la importancia de la comunicación en la Iglesia: un reto que es también una gran oportunidad para crecer en comunión y presencia en el continente digital.
La comunicación como asignatura pendiente
Creo, creeré y defenderé que la comunicación es una de las materias más importantes que tenemos como Iglesia. Y la semana pasada el Papa lo dejó ver en dos momentos que, en mi opinión, fueron muy significativos.
Primer momento: los nuevos obispos
El primero fue en el encuentro con los nuevos obispos, en el curso que algunos medios llaman “Baby Bishop”. Allí, los obispos recién nombrados se reúnen para recibir formación. Porque sí: nadie nace siendo obispo, ni existe una asignatura en el seminario que lo enseñe.
En ese contexto, el Papa León XIV les pidió prudencia en el uso de las redes sociales, donde el riesgo —dijo— es que “cada uno se sienta autorizado a decir lo que quiere, incluso cosas falsas”.
Y añadió una frase que merece ser subrayada:
“Hay momentos en los que alcanzar la verdad es doloroso, pero necesario.”
Su consejo fue claro: “Calma, una buena cabeza y la ayuda de un profesional”. No basta la buena voluntad. Hace falta formación, criterio y personas preparadas que nos acompañen en la tarea de comunicar bien.
Segundo momento: el simposio de teología
El segundo momento llegó en su encuentro con teólogos, participantes en el simposio promovido por la Pontificia Academia de Teología.
Allí el Papa recordó que la Doctrina Social de la Iglesia es un saber de la fe al servicio del hombre en todas sus dimensiones —personales, sociales y políticas— y que hoy está llamada a dar respuestas sabias también a los desafíos digitales.
La teología, dijo, no puede limitarse a un enfoque ético sobre la inteligencia artificial. Es necesario volver a la gran pregunta:
“¿Quién es el ser humano y cuál es su dignidad infinita, que no se reduce a ningún androide digital?”
El Papa invitó a cultivar una teología fundada en el encuentro personal y transformador con Cristo, capaz de encarnarse en las realidades concretas de hoy. Y animó al diálogo con otras ciencias —física, biología, economía, derecho, literatura, música— para enriquecer y dejarse enriquecer, llevando la levadura del Evangelio a las diferentes culturas, en diálogo con creyentes de otras religiones y también con no creyentes.
Comunicación: reto y oportunidad
Todo esto me confirma que la comunicación sigue siendo una asignatura pendiente en la Iglesia. Hemos avanzado, sí. Caminamos mejor, con más comunión y con más presencia en el continente digital. Pero queda camino.
No solo para acompañar a obispos, superiores o responsables eclesiales, sino también a religiosas, religiosos, sacerdotes y laicos que viven su fe día a día en la red.
Teología y comunicación, un binomio necesario
La teología misma necesita integrar la comunicación como espacio de reflexión. No solo para estudiar cómo Dios se comunica con la humanidad a lo largo de la historia, sino también para reconocer cómo nosotros somos parte de esa historia y cómo nuestra palabra y nuestro testimonio pueden acercar a los demás al bien, a la bondad y a la belleza.
Una gran oportunidad
Por eso creo, creeré y seguiré defendiendo que la comunicación, con calma, con cabeza y con la ayuda de profesionales, es un camino imprescindible y una gran oportunidad para la Iglesia de hoy.