Una palabra amiga

Orar sabiendo que Dios te ama

«Ante todo, quiero decirle a cada uno la primera verdad: “Dios te ama”. Si ya lo escuchaste, no importa, te lo quiero recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida. En cualquier circunstancia eres infinitamente amado.” (Papa Francisco).

EL AMOR ES CONCRETO

Si hay una expresión que resume la relación de la fe, su corazón, es “Dios me ama”. No solo “Dios es amor”, como tantas veces hemos escuchado en la Palabra de Dios (1 Jn 4,8), sino “Dios me ama”.

“Dios es amor” es una definición; “Dios me ama” indica una relación personal e indispensable. La diferencia es grande porque supone que uno está implicado en dicho amor. Pensemos en nuestras relaciones como esposos y pensemos en nuestras familias.

Formas de amor hay muchas. En todas ellas podemos ver huellas del amor de Dios y pueden utilizarse como comparaciones, siempre desproporcionadas, para describir la experiencia de su amor.

El amor de unos padres por sus hijos, el de unos hermanos de sangre, el de una pareja que se compromete fielmente en un proyecto común, el de una amistad inquebrantable. Todas ellas son formas cotidianas de amor que nos ayudan a comprender y expresar cuánto y cómo nos quiere Dios.

¡CÓMO ES EL AMOR DE DIOS!

Sabemos que el amor es una palabra desgastada porque se la utiliza mucho para expresar sentimientos pasajeros que poco tienen que ver con ello. El amor no es sentimiento, aunque sí tiene que implicar sentimiento. El amor verdadero, aquel con el que Dios se hace experiencia y se entrelaza en la propia vida, tiene unas características que Francisco nos recuerda:

Es un amor «que no aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado».

EL AMOR LO SANA TODO

El verdadero amor, el de Dios, se da en todas las situaciones de la vida. La misma vida es expresión de su amor. En los acontecimientos sencillos que nos acarician suavemente lo vemos con cierta claridad. En cambio, cuesta más reconocerlo en las situaciones complicadas porque ellas centran nuestra atención.

No es que el amor de Dios nos mande esas complicaciones, sino que en las complicaciones de la vida, el amor de Dios se cuela mostrando su fidelidad y su capacidad sanadora. Quizá no cambien ni se evaporen las dificultades, pero el amor de Dios acogido en esos momentos es capaz de restablecer nuestra resistencia y nuestra esperanza.

EL AMOR ES LIBRE Y RESPETUOSO

El amor auténtico, el de Dios, es gratuito e incondicional. No viene motivado por nada que se haya dado antes, ni es una hipoteca que te cobre intereses a cuenta. Solo espera ser correspondido con nuestra sencilla acogida. Es un amor libre y respetuoso, que genera relaciones libres, ni exclusivas ni excluyentes.

Como es gratuito, pensamos que siempre está a nuestra mano, porque aunque no lo acojamos, Dios siempre nos lo ofrecerá. ¡Qué pena más grande cuando nos convertimos en hijos desagradecidos de Dios!

ES UN AMOR QUE DIALOGA

El amor de Dios es una invitación al diálogo, a la relación. Es el “hola”, “buenos días” que espera una respuesta; el “¿cómo estás?” que expresa su preocupación por nuestra vida. ¡Tantas pocas palabras, pero sinceras y auténticas!

A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS

“Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla” (Os 11,4).

“¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin estremecerse con el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré”. (Is 49,15).

“Míralo, te llevo tatuado en la palma de mis manos” (Is 49,16). “Los montes se desplomarán y las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu lado, mi alianza de paz no vacilará” (Is 54,10).

“Yo te amé con un amor eterno; por eso he guardado fidelidad para ti”. (Jr 31,3).

“Dios es tu todo: si tienes hambre, será tu pan; y si tienes sed, tu agua; y si estás en la oscuridad, tu luz; y si estás desnudo, será tu vestido de inmortalidad” (San Agustín).

Ángel Antonio García Cuadrado, OAR

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