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«Hay que ir poco a poco cada día. Nuestra vida aquí tiene que ser un modelo para los demás»

Jonathan Jamero es religioso agustino recoleto no clérigo. Llegó desde Filipinas a Sierra Leona en 2008, primero en la misión de Kamabai y más tarde en Kamalo. Entre sus responsabilidades principales está el cuidado de las instalaciones de la misión, la comida de la comunidad, la atención a la los voluntarios y labores educativas. Hasta que el periodo del Covid cerró el centro de formación, él fue su responsable directo.

El hecho de ser religioso hermano no le impide ejercer una intensa labor evangelizadora en las más de cuarenta comunidades que atienden en la misión de Kamalo. Prepara liturgias de la Palabra, catequesis, acompaña grupos y, sobre todo, es testimonio de vida para todos los que comparten vida cada día con él.

De su amplia experiencia en Sierra Leona destaca que «el gran reto aquí y la gran misión es estar con la gente, trabajar con la gente y hacer vida con ellos».

Desde su llegada a Sierra Leona, los Agustinos Recoletos han dejado su marca en el país. La pastoral católica ejerce de motor, ejemplo y ánimo para toda la población, sin diferencia de edad, sexo, religión o pensamiento. Su trabajo en las áreas de educación, salud e infraestructuras ha sido reconocido por las autoridades locales y por la confianza depositada en los múltiples donantes privados y públicos que han financiado los proyectos de desarrollo.

El catolicismo es, en Sierra Leona, una minoría dentro de otra minoría, la cristiana. El país es mayoritariamente musulmán, aunque sin señales de fundamentalismo. La convivencia interreligiosa es natural y no supone dificultades añadidas.

La población católica está desperdigada, hay que recorrer muchos kilómetros por malos caminos para encontrarse con unos pocos católicos, sin peso social. Las costumbres no evangelizadas ejercen una fuerte presión también dentro de la propia población católica: poligamia, trato machista habitual, ritos de iniciación cruentos como la ablación genital, sociedades secretas, superchería, animismo, matrimonio infantil, etc.

Tal y como señala Fr. Jonathan, «hay que ir poco a poco cada día. Nuestra vida aquí tiene que ser un modelo. Todos los días tenemos que marcar la diferencia con ellos.»

Según las Constituciones de la Orden «la consagración de los religiosos hermanos constituye en sí misma un estado completo de profesión de los consejos evangélicos. Nuestra Orden, desde sus comienzos, ha estado formada por religiosos clérigos y religiosos hermanos. Todos ellos, con los mismos derechos y obligaciones, a excepción de los que dimanan del orden sagrado, participan del mismo ideal de buscar y servir a Dios, poniendo al servicio común los propios talentos. Esta vocación complementa la variedad del cuerpo místico de la Orden con una misión peculiar. El religioso hermano imita a Jesucristo en el servicio a los hombres, y con su testimonio y su trabajo contribuye a la vida de la Iglesia y la enriquece. El valor de su contribución no depende tanto de la clase de su trabajo cuanto de la fe y del amor que lo motivan». (Constituciones OAR 249-250)

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