En medio de la realidad compleja de Cuba, una pequeña comunidad de frailes agustinos recoletos trabaja incansablemente para llevar esperanza, fe y apoyo a quienes más lo necesitan. Fr. Julián Vallejos, Fr. Marco Antonio Marte, Fr. Joseph Shonibare y Fr. Jhoben Rodriguez, pertenecientes a diferentes provincias de la Orden de Agustinos Recoletos, comparten sus experiencias y desafíos en la misión de Cuba, donde han aprendido a sobrellevar la adversidad y a cultivar el espíritu de comunidad y solidaridad.
Fr. Julián Vallejos, originario de Perú y en Cuba desde 2019, comparte que lo único que lo ha sostenido en la misión es el amor. «El amor que Dios me tiene manifestado en su hijo Jesucristo, a quien sigo respondiendo con amor, y el amor al hermano frágil, débil, desesperado, oprimido, maltratado. A quienes tengo que seguir acompañando y regalando un poco de ese amor que he recibido en abundancia, y así sembrar esperanza en un pueblo que ya no espera nada», reflexiona el religioso peruano.
Los desafíos de la misión en Cuba no son pocos. Fr. Marco Antonio Marte, de República Dominicana, que llegó en diciembre de 2023, se enfrenta a las dificultades de transmitir la alegría del Evangelio a un pueblo lleno de tristeza y carente de lo esencial. «El principal desafío en la misión en Cuba ha sido el cómo anunciar el evangelio con alegría en un pueblo lleno de tristeza, desilusionado y carente de los más necesarios», explica. Además, la tradición de una fe más centrada en la devoción a la Virgen de la Caridad que en el mismo Santísimo Sacramento supone otro reto en su labor pastoral.
A pesar de las dificultades, la fraternidad y la acogida cubana también han dejado huella en los frailes. Fr. Joseph Shonibare, originario de Inglaterra, quien llegó a Cuba en 2022, recuerda un episodio especialmente significativo. «Fue el 8 de septiembre de 2022, pocos días después de llegar, y la fiesta de la Virgen de la Caridad. Fui a celebrar la misa en una comunidad fuera de la ciudad, y al regresar, la moto eléctrica que usaba quedó sin energía. Llamé a la primera casa que encontré, y una mujer no solo me permitió conectar el cable a su casa, sino que también me ofreció frutas y conversación mientras esperaba la recarga. Fue un ejemplo concreto de la acogida y solidaridad cubana», relata.
El más joven de los frailes, Fr. Jhoben Rodriguez, de Filipinas, llegó en agosto de 2024. Desde el primer momento, se sorprendió por el espíritu de fraternidad de la comunidad. «Es muy gratificante para mí vivir en este tipo de ambiente o comunidad siendo un religioso joven. Estoy agradecido por la confianza que me han dado para atender una parroquia aún siendo tan joven», comenta Jhoben, destacando la importancia del apoyo de sus hermanos religiosos para adaptarse a esta nueva realidad.
Los frailes desarrollan una labor pastoral que va más allá de la parte sacramental. No solo imparten catequesis y celebran bautismos, sino que también se encargan de preparar almuerzos para los ancianos y enfermos, a quienes llevan la comida a sus casas. Más allá de los sacramentos y la formación, su misión es acompañar, alentar y sembrar esperanza en un pueblo que, según ellos, «literalmente está viviendo en la oscuridad física y también en la oscuridad de la fe».
El sueño de Fr. Joseph, prior de la comunidad, es que la misión sea vista como una oportunidad de crecimiento humano, vocacional y ministerial para los religiosos de la Orden. «Mi sueño para esta misión y para todas las misiones territoriales es que el servicio en un territorio de misión fuera de la propia cultura sea experimentado por la mayoría de los religiosos, en especial los jóvenes, y que se vea como una oportunidad privilegiada de crecimiento», afirma.
La comunidad de agustinos recoletos en Cuba sigue firme, entregada y llena de fe, buscando ser una luz que ilumine en medio de la oscuridad. Para ellos, la misión es un testimonio viviente del amor y la esperanza que se puede ofrecer, incluso en los momentos más difíciles.