Actualidad | Una palabra amiga

Celebrar a los que viven

Hace unos días, en los encuentros de catequesis en la parroquia recordábamos cómo nuestra fe no ha surgido en nosotros por generación espontánea, sino que ha sido gracias a ciertas personas de nuestro entorno que hemos conocido al Dios de Jesús de Nazaret. El final de año siempre nos invita a hacer un recuento del periodo que terminamos y en este no podemos dejar de lado el recuerdo agradecido de todos los que han sido compañeros de camino a lo largo de estos meses, sobre todo de aquellos que, de una u otra forma, han dejado una huella especial en él.

El final de año siempre nos invita a hacer un recuento del periodo que terminamos.

Estas últimas semanas los centros comerciales y negocios se han encargado de recordarnos que llega nuevamente esa época del año en que la muerte parece pasar a un primer plano. Claro está que, como sucede con muchas otras celebraciones, nos hemos quedado con lo más vistoso y comercial y muchas veces no tenemos en cuenta el sentido detrás del origen de estas fiestas, sentido que cada cultura expresa desde su propia riqueza.

Es interesante recordar que uno de los posibles orígenes del Halloween de hoy en día se remite a las tradiciones en Irlanda y Escocia en torno a la fiesta de Todos los santos (de hecho, de ahí le viene el nombre). Pasados unos cuantos siglos, no obstante, lo que nos queda es poco más que una excusa para pasar un buen rato haciendo algo diferente.

Como cristianos, sabemos que la muerte no tiene la última palabra, pues ha sido vencida por Cristo en su resurrección.

Sin embargo, nada quita el hecho de que, así como nos ocurre al pasar nuevamente por el corazón nuestra historia personal, es importantísimo y muy beneficioso para nosotros el no dejar de recordar a aquellas personas que han sido –y, probablemente, siguen siendo– luz en el camino de cada uno con su testimonio de vida y que, independientemente de si han sido o no declarados santos por la Iglesia, reconocemos que han dejado que Dios obre en sus vidas.

Como cristianos, sabemos que la muerte no tiene la última palabra, pues ha sido vencida por Cristo en su resurrección, de forma que los sustos o los personajes terroríficos no son precisamente lo más representativo de esta realidad. Pensar en la muerte, en la muerte de nuestros seres queridos y en nuestra propia muerte debería llevarnos más bien a pensar en nuestra esperanza y en Aquel que la sostiene.

En el Colegio de Jesús, al lado de nuestra parroquia de Nuestra Señora de Loreto, en Barajas, este es el séptimo año que se aprovecha la excusa de esta época para celebrar juntos a los santos –los de los altares y los de la puerta de al lado– desde la gratitud y la alegría, dos rasgos que son tan propios de los seguidores de Jesús.

¡Que sepamos llevar, con nuestras vidas, la Vida a los demás!

El viernes pasado tuvimos el tan ansiado Holywins, una velada y vigilia en la que no faltaron los juegos, el compartir y la oración, acompañados de un grupo de santos, algunos cercanos –como el patrono de Madrid, san Isidro Labrador– y otros de los que probablemente nunca antes había oído la mayoría de los presentes –como santa Kateri Tekawitha, la primera santa nativa americana–. Los catequistas y alrededor de 160 niños de primaria pasamos la noche disfrutando juntos y celebrando la Vida con mayúsculas y la vida de aquellos que en su día a día nos la han sabido comunicar. A eso estamos llamados todos. ¡Que sepamos llevar, con nuestras vidas, la Vida a los demás!

Fr. Rodrigo Madrid, OAR

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