Aquella mañana de junio del año 39, desembarcaron en el puerto del Callao fray José Gómez y fray Irineo Ojer, los primeros misioneros agustinos recoletos, que llegaron con la misión de “ver sobre el terreno” la posibilidad de asumir algún ministerio allí.
Ya en Lima, la “Ciudad de los Reyes”, se hospedaron en el convento San Agustín de los agustinos y empezaron su trabajo, que en ese mismo año consistió en una serie de viajes exploratorios con miras a establecer comunidades agustinas recoletas.
Primeros proyectos
Así, en 1940 ya aparecen en Chalhuanca y Apurímac, y un año después en Cutervo y Cajamarca, propiciando que en los años sucesivos se concretaran proyectos como el Coristado del Cusco, la parroquia de San Sebastián, y el colegio de Cerro Alegre en Imperial, Cañete.
Los agustinos recoletos llegaron al norte de Perú, donde todavía quedan huellas de su presencia en la parroquia de Ayabaca, Piura; la parroquia de Pacasmayo, San Pedro de Lloc; y el coristado de Santiago de Cao, en La Libertad; además de en la parroquia San Vicente de Cañete, Lima; y en Arequipa.
Ministerios que aún perduran
En esa época también se fundaron una serie de ministerios que los frailes han mantenido hasta hoy: Chota, Cajamarca (1945), Santa María Magdalena (1944) y Santa Rita de Casia (1961), en Lima; la prelatura de Chota (1963) y la parroquia Nuestra Señora de la Consolación de Chiclayo (1967).
Nombres como Sócota, Huambos, Querocoto, Querocotillo, Tacambamba, Llama, Pimpincos, Santo Tomás, Batán Grande, Cochabamba, Chapi Chico, San Antonio de Padua de Arequipa, o Nuestra Señora de la Caridad de Lima también fueron ministerios administrados por los agustinos recoletos, y están estrechamente ligados a su historia.
Labor educativa
La labor educativa también ha estado presente en el trabajo de los frailes en Perú. Así nacieron en 1965 el colegio San Martín de Porres, en Pueblo Libre (Lima); y en 1972 el colegio de Santa Rita, en Miraflores (Lima), que todavía siguen siendo en la actualidad alternativas de formación humana y cristiana para los jóvenes limeños.
También en las ondas: Radio Santa Mónica
Por iniciativa de fray Jacinto Anaya, en los andes cajamarquinos, irrumpe en las ondas Radio Santa Mónica, que emitió por primera vez en 1991, con el eslogan “una señal cristiana en el camino”. Una radio que a día de hoy se ha convertido en parte de la idiosincrasia y tradición del pueblo chotano.
El primer agustino recoleto peruano
La formación y el cultivo de nuevas vocaciones religiosas que perpetúen y extiendan el carisma de la Orden en Perú, ha sido otra preocupación constante de los religiosos. Así, en 1980 comenzó en Lima la formación de aspirantes peruanos. Las primeras profesiones de agustinos recoletos se realizaron en 1983, y cuatro años después, fue ordenado sacerdote el primer agustino recoleto peruano.
Posteriormente, se ha dado un nuevo impulso a la formación, inaugurando en 1991 la casa noviciado San Agustín, en Pachacámac, y dos años después,el seminario San Ezequiel Moreno, en San Miguel, Lima.
44 religiosos y tres obispos peruanos
En la actualidad los agustinos recoletos en Perú cuentan con 44 religiosos que se encargan de siete ministerios. Además, 20 religiosos peruanos prestan su servicio en los países que conforman la provincia San José: en Perú (10), en Venezuela (5) y en España (5).
También hay tres obispos agustinos recoletos: Emiliano Cisneros, obispo de Chachapoyas; Carmelo Martínez, obispo de Cajamarca; y Fortunato Pablo, obispo de Chota y secretario de la Conferencia Episcopal Peruana.
Los actos del 75 aniversario
Para celebrar todos estos logros, el acto de homenaje por el 75 aniversario empezó con una misa solemne presidida por Emiliano Cisneros y celebrada por Fortunato Pablo y los frailes de las comunidades de San Ezequiel Moreno y Santa Rita de Casia.
En la sala de recepciones se presentó un variado programa que comenzó con una ponencia de monseñor Cisneros, sobre la historia y situación actual de los agustinos recoletos; continuó con la proyección de un vídeo conmemorativo preparado por los jóvenes del teologado; y finalizó con un “vino de honor” en los jardines del convento.