La pedagogía Agustiniana se basa en un proceso integral (espiritual, intelectual, moral y de la voluntad) encaminado a hacer emerger y dinamizar, mediante la fuerza cognitiva del amor, todas las potencialidades latentes en el alumno.
«Amor y ciencia: educar la mente y el corazón»
Esta pedagogía no es un proceso desinteresado con un fin en sí mismo. Es un proceso que conlleva una responsabilidad con la vida. De ahí la amplitud de su alcance y de sus objetivos.
Este proceso actúa en una dimensión espiritual, cuando ayuda a encontrar «la verdad eterna donde el Maestro bueno y único ins- truye a todos sus discípulos» (Confesiones 11, 8, 10), y actúa en una dimensión intelectual, cuando lleva al conocimiento de las cosas en primer término para después llegar al conocimiento de Dios.
Actúa ,además, en una dimensión moral, cuando orienta al hombre hacia una conducta ejemplar por encima de meras palabras o intenciones, y en una dimensión de la voluntad reorientándola, ya que el saber no es suficiente para mejorar, desear o amar a Dios.
La pedagogía agustiniana encuentra en el amor el principal motor para su desarrollo. El amor arrastra y potencia la actividad de conocer y a la vez da sentido y dinamiza la búsqueda que el hombre emprende: aproximarse al amor de Dios, y encuentra su ámbito de actuación en el hecho de que la naturaleza humana se puede perfeccionar y que el alma contiene en sí infinitas potencialidades que puede hacer aflorar.
Principios pedagógicos agustinianos: base de esta pedagogía
- Partir de las necesidades reales del alumno conectando con sus aspiraciones e inquietudes más hondas, desarrollando un aprendizaje reflexivo y una escucha activa.
- Convertir al alumno en el protagonista de su proceso de enseñanza y aprendizaje, respetando y estimulando sus singularidades y adaptándose a su ritmo evolutivo.
- Establecer la interioridad como un eje fundamental para desarrollar la capacidad de reflexión, poniendo el énfasis en lo positivo y buscando la superación de lo negativo.
- Fomentar un modelo basado en aprender a escuchar e interrogar, haciendo conectar el interior con la realidad exterior para así modelarla, interactuar y transformarla.