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José Luis Garayoa: «Tenemos que aprender a mirar con el corazón»

El agustino recoleto explica lo que ha aprendido tras su paso por Sierra Leona y las dificultades que ha sufrido en el país africano. Su realidad ha cambiado: ahora se encuentra en El Paso (Texas, EEUU)

No tiene miedo a nada ni a nadie. «Ni tan siquiera a la muerte; que sea cuando Dios quieras», asegura José Luis Garayoa. Tras su experiencia en Sierra Leona, el agustino recoleto ha cambiado su realidad. Sin embargo, en su vida cotidiana sigue estando presente su paso por África y lo vivido allí.

«Tenemos que aprender a mirar con el corazón», dice tajantamente. Es lo principal que ha aprendido de todos estos años como fraile agustino recoleto, en España, en Sierra Leona y ahora en El Paso (EEUU). «Cuando miras con el corazón llegas a la necesidad de la persona. Pobrezas de dinero, de pan, de ternura, de compañía, hay las mismas en Sierra Leona como en El Paso, Texas», afirma.

En Sierra Leona, Garayoa ha tenido que sufrir múltiples dificultades. A los días de aterrizar en 1998, fue secuestrado en plena guerra civil del país. A los quince días fue liberado, habiendo estado entre la vida y la muerte. «Es algo que no se puede explicar. Te fusilan el 25 a las 2 de la madrugada y te liberan el 27». Cuando explica esto, José Luis Garayoa hace largas pausas, como si le costaran las palabras.

Pasados los años, volvió a Sierra Leona en 2005. «De repente me di cuenta que uno de los secuestradores lo había contratado de pintor. Sus hijos me abrazaban, su mujer me quería… Y nunca hablamos del tema», cuenta.

«Una de las preguntas -dice- que más me hicieron en España cuando salí del secuestro era ‘después de lo que has visto, cómo puedes tener fe en Dios'». Asegura que dentro de la oscuridad que consiste tener fe, no se trata de encontrar toda la luz sino ver rayos. «En Sierra Leona teníamos esa ‘lucecita’ pero que no se apagaba. Nos seguíamos fiando de alguien que a mí me debía una explicación». El testimonio de Garayoa es de plena esperanza y confianza en Cristo: «Esperaba que en algún momento Dios me diera alguna solución».

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