Según los estudios de diversos especialistas, entre los que destacan Luc Verheijen y de G. Lawless, la autoría del texto tradicionalmente conocido como la Regla de San Agustín, está fuera de toda duda, a pesar de que el mismo san Agustín no la menciona en las Retractationes, ni tampoco aparece en la lista de libros que nos ofrece su primer biógrafo, san Posidio. La autoría de san Agustín está avalada tanto por la historia de la transmisión del texto, como por los testimonios internos del mismo texto de la Regla, particularmente los testimonios lexicológicos (relativos al uso del lenguaje) y los concernientes al uso y a la versión de los textos bíblicos. En lo que respecta a la transmisión del texto, existe una sólida tradición de códices anteriores al siglo XII, cuyo ejemplar más antiguo parece remontarse a las primeras décadas del siglo VII. En lo que respecta al lenguaje utilizado, no sólo aparecen términos como emendatorius, que pueden ser catalogados como neologismos agustinianos, sino que también existen numerosos paralelos con el uso del lenguaje que hace de san Agustín en otras obras suyas, particularmente en el De opere monachorum.
Otros documentos
Es importante resaltar que lo que comúnmente se conoce como la Regla (Praeceptum), debe diferenciarse de otros tres documentos: el Ordo Monasterii (el reglamento monástico); la Obiurgatio (la reprensión que san Agustín hace a las monjas que riñen después de la muerte de su propia hermana, quien había sido la superiora de esa comunidad, tal y como queda recogido en la carta 211, 1-4); La Regularis Informatio (la versión femenina de la Regla, recogida en la carta 211, 5-16).
Fecha
Con respecto a la fecha de composición de la Regla, el año 397 ha conseguido una amplia aceptación, como si la Regla hubiera sido el texto que el ya obispo de Hipona, hubiera escrito para regular la vida de los monjes de esta ciudad. No obstante otros parecen apuntar a los años 400-401, al relacionar la Regla con los monjes rebeldes que vivían en las cercanías de Cartago y que se negaban a trabajar, argumentando que ellos no podían dedicarse a ninguna otra cosa que no fuera la oración. A este grupo de monjes, a petición del obispo Aurelio de Cartago, san Agustín les escribe su genial obra De Opere Monachorum. Este momento coincidiría también con el comienzo o la posible publicación de la primera redacción del De sancta Virginitate. Algunos otros se inclinan por colocar la Regla en el año 426-427, en los últimos años de san Agustín, cuando el obispo de Hipona tiene que dar respuesta a los monjes, primero de Hadrumeto, en donde sus obras han suscitado una gran polémica, como también a los monjes de la Galia, en donde se discutía, entre otras cosas, el papel de la gracia en el misterio de la salvación.
En cuanto a sus contenidos, la Regla acentúa la importancia de la comunidad de bienes, a semejanza de la primitiva comunidad de Jerusalén, tal y como la retratan los textos de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 44-47; 4, 32-35), junto con la vivencia de la castidad y la obediencia a un prepósito. Es llamativo el que dentro del monasterio agustiniano haya una biblioteca, elemento que señala por una parte, un nivel de alfabetismo alto, muy por encima de lo que se daba en la sociedad de aquella época, y por otra parte la importancia que tiene el estudio para san Agustín, particularmente el estudio de la Sagrada Escritura.
La comunidad
En cuanto a los miembros de la comunidad, según lo retrata el texto de la Regla, podemos percibir que existen diferencias sociales. En la comunidad de san Agustín hay ricos y pobres. Con ello san Agustín hace, dentro del monasterio, una verdadera “revolución social”. En una sociedad tan estratificada como la sociedad del tardo imperio romano y en la que las clases sociales prácticamente marcaban el destino de la persona, era impensable que pudieran convivir en un mismo lugar personas de diferentes estamentos sociales. Así, otros fundadores de monasterios, como puede ser el caso de san Jerónimo, pensaron en aristócratas como miembros para sus comunidades. San Agustín por el contrario, abre las puertas de su monasterio a todos. Nadie debe quedar excluido de buscar “la belleza espiritual” de Dios en el monasterio, viviendo en caridad fraterna, experimentando la vida propia de Dios trinidad-comunidad, teniendo una sola alma y un solo corazón dirigido hacia Dios.
Organización
Por otra parte es proverbial el ascetismo moderado de la Regla y su exquisita caridad para con los más débiles y enfermos. Con respecto a la vida comunitaria, la corrección fraterna se convierte en una medicina curativa que ayuda vivir en un proceso continuo de conversión, a la que ayuda la oración atenta y ferviente. Se puede percibir una organización dentro del monasterio, diverso oficios y servicios que los monjes se prestan unos a otros, quedando siempre a salvo el valor de lo común frente a lo propio. Las citas bíblicas, tanto del Antiguo Testamento, como del Nuevo, acompañan el texto en número de 35, como la validación desde la Sagrada Escritura del tenor de vida de los monjes.
Herencia
El impacto de la Regla en Occidente fue muy grande. Así, Eugipo la asume totalmente. No obstante la así llamada Regla del Maestro, parece tener poca relación con la Regla agustiniana. La Regla de san Benito, por su parte depende más bien poco de la Regla agustiniana. En contraste, las Reglas de Cesáreo de Arles (hacia mitad del siglo VI) dependen grandemente de san Agustín, lo mismo que la tradición de la España meridional de Leandro e Isidoro de Sevilla. Los movimientos medievales tanto de canónigos regulares como de mendicantes estuvieron fuertemente influidos por la Regla de san Agustín (Premonstratenses, Dominicos, servitas, etc.) Actualmente más de 150 familias religiosas, masculinas y femeninas, siguen y viven el espíritu de la Regla de san Agustín.