Se necesita de la educación para conseguir el cambio de la sociedad que queremos. El agustino recoleto Antonio Carrón escribe en este artículo sobre la necesidad de que la Iglesia apueste fuertemente por la educación
Desde hace algunos años, especialmente a partir de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium hablamos mucho de la necesidad de una Iglesia en salida. Poco antes de ser elegido Papa, el entonces Cardenal Bergoglio decía: “La Iglesia debe salir de sí misma, rumbo a las periferias existenciales. Una Iglesia auto-referencial amarra a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir. Es una Iglesia mundana que vive para sí misma.” (Discurso a los cardenales del 9 de marzo de 2013). La salida al encuentro de los “pobres clásicos” y de los “nuevos pobres”, la presencia en las encrucijadas de las nuevas periferias existenciales de la humanidad, la necesidad de salir del ensimismamiento para compartir y crecer con el otro… todo aquello que, de una u otra forma, es silenciado por nuestro mundo, por nuestra sociedad, donde lo prioritario es el tener y el aparentar, importando sólo lo que a mí me ocurra, pero olvidándonos del otro y, por supuesto, del Otro. En definitiva, una sociedad masificada e individualista. Todo ello, está pendiente de una respuesta por nuestra parte. Todo ello necesita de un nuevo arranque que impulse nuestras vidas.
Ya estamos viendo lo que se deriva de un mundo egoísta, ensimismado, y relativista que se ha olvidado de Dios. Por ello, es necesario volver a engrasar los motores del cambio hacia la humanización del ser humano (tantas veces cosificado), hacia los Derechos Fundamentales de toda persona, hacia el cuidado de los más vulnerables, hacia el respeto de la creación que se nos ha dado, hacia el futuro que vamos a dejar a los que vienen detrás de nosotros, hacia el cultivo de la espiritualidad, hacia el hombre interior del que, con entusiasmo, hablara san Agustín.
Para ello, el motor de cambio fundamental ha de ser la educación, una educación en salida que promueva la construcción de nuestro mundo plural, donde el educador sea testigo creíble de la verdad, que promueva el espíritu crítico de sus alumnos y no se limite a ser un mero transmisor de conocimientos. Tal y como dijo recientemente Angelo Vincenzo Zani, arzobispo secretario de la Congregación para la Educación Católica, “la educación no puede estar en función del sistema, es un motor de cambio de transformación del sistema, al servicio de la comunidad.” […] “La educación cumple su objetivo si logra formar personas que caminan juntas en el sendero del encuentro. De esta manera se crece en humanidad, en inteligencia y en valores”.
Gran parte del concepto de educación que tenemos hoy en occidente se lo debemos a la Iglesia Católica. Fue en las abadías, en las catedrales y, posteriormente, en las universidades y escuelas parroquiales donde la educación, tal como la entendemos hoy, cobró forma, se desarrolló y, progresivamente, se fue haciendo accesible a más y más personas. Y es hoy, en un momento en que la Iglesia es cuestionada por tantos escándalos de diversos tipos, en un momento en que la crisis vocacional hace que se tambaleen estructuras centenarias, en un momento en que no es fácil proclamar la fe en la vida pública, cuando los cristianos tenemos que alimentar este motor de cambio. Y, como decíamos, no cabe duda que la primera marcha de este motor es la educación, una educación en salida, una educación para la vida, una educación al encuentro del otro, una educación encarnada, una educación que ofrezca respuestas a los retos de hoy, una educación humana que alimente la mente y el corazón.
El reto es grande y tiene muchos actores implicados: familias, instituciones educativas, docentes y sociedad en general. La educación católica no es enemiga y, en nuestro mundo de hoy, está llamada a ser motor de cambio desde los principios evangélicos del amor, la verdad, la fraternidad, la solidaridad, el perdón, el esfuerzo y la alegría de vivir. Necesitamos que la educación católica se despoje de sus complejos, que potencie este cambio y que ofrezca al mundo lo mejor que tiene: Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.
Antonio Carrón de la Torre OAR