Una palabra amiga

Somos un pueblo vulnerable

El autor reflexiona en este artículo sobre la fragilidad del ser humano, demostrada en esta crisis del coronavirus.

Cada día, cuando me miro en el espejo, me enfrento a la realidad de una pesada y blanca cicatriz en mi pecho. Es el resultado de un marcapasos que impide que mi corazón se pare o me desmaye. Quizás debería acostumbrarme a ello, a aceptar las maravillas de la ciencia. Pero hay una cuestión más profunda: está ahí no sólo como un recordatorio de lo sucedido, sino también de algo innato. Mi marcapasos me recuerda lo vulnerable que soy y que siempre seré. La ciencia ha resuelto un problema práctico, pero no existencial: el de aceptar mi vulnerabilidad.

En este sentido, el brote de coronavirus es un recordatorio no solo de cuán vulnerables nos hemos vuelto, sino de cuán vulnerables hemos sido siempre. La película «Bright» lo destaca con su polémica canción ‘Broken People’, del rapero Logic. De nuevo la idea no es que nos hayamos convertido en un pueblo frágil: siempre hemos estado algo rotos, fracturados e incluso perdidos. La llamada crisis por la que estamos pasando es simplemente un recordatorio de lo rotos que siempre hemos estado, y de cómo hemos intentado ignorar esta realidad.

El filósofo francés Jacques Derrida advierte en su libro ‘Writing and difference’ que el problema de que algo se ponga de moda es que tenemos que investigar qué es lo que ignora, qué hay detrás de esta realidad. El Coronavirus, como mi marcapasos, simplemente apunta a lo que siempre estuvo ahí, una vulnerabilidad oculta. Incluso ahora lo que se ha puesto de moda en esta exclusión forzada de la sociedad es Netflix y los medios sociales, una forma de escapar de lo que nos asusta. Lo que en cierta medida es comprensible, hasta que te das cuenta de que la gente está viendo películas sobre virus y brotes contagiosos, y que todo en los medios sociales es esencialmente sobre lo que no nos atrevemos a nombrar. Todos nos hemos convertido en expertos médicos y no hablamos de otra cosa, pero pocos abordamos nuestros miedos. Aceptamos que lo que nos asusta es el miedo a la muerte y a lo frágiles e impotentes que somos como personas.

El problema de la vulnerabilidad es que cuando se ignora, de una forma u otra tiene que recordarnos su presencia. El grupo americano de los 80’s REM nombró esta presencia en su popular éxito ‘Everybody hurts’. Todos sufrimos, sentimos dolor y somos vulnerables. La dificultad es enfrentarlo. El popular autor americano Brene Brown ha investigado y nos ha ofrecido formas de trabajar en nuestra vulnerabilidad. Mi recelo con su enfoque es que pinta un cuadro bastante limitado de la vulnerabilidad. Hay una tendencia a crear nuestra propia zona de confort, que irónicamente, la vulnerabilidad nos invita a evitar. Esconderse de la vulnerabilidad está quizás enraizado en la noción de esconderse del dolor. Esto, por supuesto, no funciona. Hay una tendencia popular a trabajar en las debilidades para convertirlas en fortalezas. Pero de nuevo esto es parte de una necesidad ciega de no aceptar mi vulnerabilidad. No toda debilidad se convierte en fuerza, no todo puede ser superado o mejorado.

Mi dificultad con el Coronavirus es que la gente piensa que confiando en sus gobiernos, en los científicos y en los médicos saldremos de una crisis mucho más profunda de lo que parece. Derrida menciona en ‘Escritura y diferencia’ a Jean Rousset, que habla del infierno en términos literarios como un «mundo en pedazos». Un mundo que no se ha desmoronado, pero que se ha ido desmoronando poco a poco sin que nos demos cuenta. Además, el cantante Sting en su canción ‘Fragile’ también habla de cómo «La lluvia de mañana lavará las manchas pero algo en nuestras mentes siempre permanecerá». Lo que se queda, diría, es esta sensación de vulnerabilidad de la que siempre intentamos escapar de muchas maneras.

Sospecho que cuando hayamos resuelto esta crisis todavía tendremos que enfrentarnos a una mayor: ¿qué hacer con esta crisis existencial tan vulnerable a la que hemos sobrevivido? Algunos pueden volver simplemente a la tarea de vivir, tratando de olvidar lo que ha sucedido. Pero para otros este tiempo de silencio forzado y de enfrentarse a la vulnerabilidad puede ser una oportunidad para hacer preguntas más profundas sobre cómo vivimos, las prioridades en nuestras vidas y lo que le sucede en nuestro mundo a las personas que viven continuamente con violencia y miedo.

Douglas Beard OAR

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