El arzobispo agustino recoleto de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán (Guatemala), Mons. Mario Alberto Molina, reflexiona sobre la Palabra de Dios de este domingo 3 de mayo.
Hoy es 3 de mayo. Si el día hubiera caído un día de lunes a sábado estaríamos celebrando la fiesta de la Santa Cruz, tan popular en nuestro país, tan querida de todos los que trabajan en la construcción. Saludamos a todos los obreros de la construcción y pedimos que el Señor los proteja en estos tiempos de pandemia. Que los cuide en sus trabajos.
La Santa Cruz es también la invocación bajo la que la beata Concepción Cabrera de Armida fundó el Apostolado de la Cruz hace 125 años hoy. El Apostolado de la Cruz, incluye la obra Alianza de Amor y por supuesto su institución más visible y conocida, las Madres de la Cruz. Oramos para que el Señor haga fecundo ese apostolado. Entiendo que tanto las religiosas en la Casa de la Cruz como los miembros del Apostolado de la Cruz y de Alianza de Amor están unidos virtualmente a esta celebración. Saludos y bendiciones.
Pero de la Santa Cruz no hablaremos hoy, porque es el primer día de la semana y hoy celebramos el Cuarto Domingo de Pascua. Este domingo se conoce también como el Domingo del Buen Pastor porque desde antiguo se leía el pasaje del capítulo 10 del evangelista san Juan en el que Jesús se identifica como Buen Pastor o Pastor ejemplar. Tras la reforma del leccionario, en este domingo se lee cada año un fragmento de ese capítulo 10. En el pasaje que corresponde leer este año, Jesús no se identifica como Buen Pastor, sino como la Puerta del redil. Él es la Puerta por la que entran los auténticos pastores y por la que salen las ovejas para alimentarse en pastos abundantes. Vamos a comentarlo.
El pasaje consta de una parábola y de su aplicación a Jesús. La parábola describe cómo era el cuidado nocturno ordinario de las ovejas según las costumbres vigentes en Palestina en tiempos de Jesús. Hay que imaginarse un recinto a cielo abierto rodeado de un muro lo suficientemente alto para que las ovejas no salten y se salgan. El recinto está dotado de una puerta, en la que hay un guardián. Por la noche, los pastores dueños que pequeños rebaños, llevan sus ovejas para que pasen la noche al seguro en el recinto. Dentro del recinto, por la noche, hay ovejas de diversos pastores. Cada mañana, cada pastor viene a recoger sus ovejas y el guardián les da paso en la puerta. El guardián tiene la responsabilidad de identificar a los pastores legítimos. Una vez dentro, el pastor dará voces para llamar a sus propias ovejas, incluso las llamará por los nombres que les ha puesto, y las ovejas se reunirán con él, pues reconocen su voz, y él las sacará por la puerta: Las ovejas lo seguirán con confianza. En cambio, los ladrones actúan de otro modo. El bandido que quiere robarse alguna oveja no entra por la puerta, sino que salta el muro. Las ovejas tampoco lo reconocen, sino que huyen de él.
Esta descripción del modo como funcionaban en su tiempo los corrales para guardar ovejas le sirve a Jesús para explicar su misión. Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. No deja de causar asombro que Jesús se compare con la puerta. En la parábola, la puerta tiene dos funciones. La puerta, donde está el guardián, es el punto donde los pastores se identifican y acreditan como verdaderos pastores para entrar y llamar a sus ovejas. Por la puerta, los verdaderos pastores entran a llamar a su rebaño. Y por la puerta, sale después el pastor junto con las ovejas que le pertenecen, para llevarlas a pastar y a beber.
Jesús se queja de que antes de él todos los que han querido pastorear a sus ovejas eran ladrones que no entraron por la puerta. ¿En quiénes están pensando Jesús? Posiblemente en los dirigentes de Israel, tanto religiosos como políticos, que no han sabido conducir al pueblo hasta Dios. Mis ovejas no los han escuchado. En contraste, Jesús sí es el verdadero y auténtico pastor, pero eso no lo dice en el pasaje que nos tocó leer este año. Sino que vuelve a identificarse con la puerta: Yo soy la puerta; quien entre por mí, se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. Es decir, Jesús reivindica para sí la condición de ser el único salvador y ante quien se autentican los verdaderos pastores enviados por él. Al final del evangelio, Jesús tendrá un diálogo con Pedro, en el que le preguntará tres veces si lo ama. A la respuesta afirmativa de Pedro, Jesús le dirá que apaciente sus ovejas, que pastoree sus ovejas. El amor de Pedro a Jesús lo une a él, lo acredita como pastor cualificado para pastorear las ovejas de Jesús. Esto tiene aplicación hoy.
Además de las efemérides que mencioné al principio, el día de hoy también es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, especialmente por las vocaciones al ministerio sacerdotal. Orar por las vocaciones y los sacerdotes es también una de las tareas que realiza el Apostolado de la Cruz. Yo quiero no solo que oremos por las vocaciones, sino que quiero preguntar e invitar a los jóvenes a que afinen el oído para ver si Jesús les pregunta como preguntó a Pedro: ¿me amas? Y entonces, en una respuesta afirmativa generosa, le entreguen su vida Jesús en el ministerio sacerdotal. A causa de la pandemia, los seminarios en Guatemala están vacíos, todos los seminaristas están en sus casas, tratando de continuar su formación humana, espiritual y académica a distancia, conectados con sus formadores y profesores a través de las plataformas de Internet. Algunos con mu-cha dificultad, pues o carecen de los medios o viven en lugares remotos donde no llega ninguna señal para entrar en red. Si algún seminarista está participando virtualmente en esta misa, le digo que lo animo y exhorto a continuar en medio de tanta dificultad.
El evangelio concluye con una declaración contundente de Jesús: Mientras que el ladrón solo viene a robar, a matar y a destruir, yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia y plenitud. ¿De qué vida habla Jesús? En todo el evangelio de Juan, la palabra “vida” aparece no menos de treinta veces. Siempre se refiere a la vida con Dios, a la vida que es Dios y que Jesús comunica a los creyentes. Es la vida divina en el creyente que comienza ahora por la fe y el sacramento y dura para siempre. Es también el Espíritu Santo que Jesús comunica a quienes creen en él. Es la vida que se comunica a través del pan de vida. Es la vida que vence la muerte. Solo Jesús la da, solo en Jesús la alcanzamos. Que Jesús, la Puerta, nos permita salir hasta Dios que es nuestra vida eterna.
Mons. Mario Alberto Molina OAR
Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán (Guatemala)