El autor reflexiona en este artículo sobre la espiritualidad en el matrimonio y el crecimiento de la fe en el ámbito familiar.
Cuando hablamos de espiritualidad, posiblemente nos viene a la cabeza que es cosa del pasado, o algo para las religiosas y religiosos. Mas comencemos preguntándonos: ¿qué entendemos por espiritualidad cristiana? Desde el punto de vista bíblico, “la espiritualidad cristiana nació en medio de una expectativa escatológica. Jesús, que introdujo el Reino de Dios en la historia, propuso también la llegada del Reino de Dios: acto final de Dios en la historia. Esta realidad plantea dos exigencias: una de carácter ético, que es vivir la verdad; y otra, de carácter personal, interrelación dirigida a la unión con Dios en el amor”. Desde lo doctrinal, “una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios” (LG 41a). Todos los fieles, de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” (LG 40b). La espiritualidad cristiana hace referencia necesaria a la “vida y santidad” de la Iglesia (LG, n.44), que se realiza bajo la “influencia” del Espíritu Santo, que Jesús envió a sus discípulos, para que fueran los continuadores de esta obra salvífica del Padre.
A la hora de hablar de la espiritualidad matrimonial, hemos de manifestar que la espiritualidad no es monopolio de la vida consagrada, ni de la vida sacerdotal; no es descabellada tal afirmación, porque siempre se ha visto que los únicos que tienen este privilegio son los religiosos, religiosas y sacerdotes; y a los laicos no se les ha tenido en cuenta en este aspecto espiritual. En algunos planes de pastoral familiar, vemos que no se atiende dicha dimensión a la hora de preparar a los novios para el sacramento del matrimonio. Además, en el ámbito pastoral, siempre ha existido un divorcio entre la espiritualidad y la teología. El papa Francisco en el Documento “Amoris Laetitia”, ha tenido en cuenta esta dimensión, si bien la ha tratado al final, específicamente en el capítulo noveno y de forma bastante sintética, ya que ha destacado cuatro notas fundamentales: espiritualidad de la comunión sobrenatural, juntos en oración a la luz de la Pascua, espiritualidad del amor exclusivo y libre, y espiritualidad del cuidado, del consuelo y del estímulo.
En vista de que tal dimensión queda marginada en la catequesis familiar, es bueno recordar que todo ser humano por sí mismo es espiritual; de ahí, la importancia de que en la pastoral familiar se tenga en cuenta esta dimensión espiritual aprovechando que, desde el punto de vista antropológico, el ser humano es espiritual, es decir, un ser que quiere alcanzar a Dios, como dice el Vaticano II: “ La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación de hombre a la unión con Dios” (GS, 19); además debemos aprovechar el documento que nos ha regalado el Papa Francisco, ya que nos ofrece unos medios para tener en cuenta en el sacramento matrimonial; no olvidemos, sin embargho, que llegar ser un hombre místico espiritual no es mérito de la persona sino que es gracia de Dios.
La familia es un ambiente propicio para cultivar la vida espiritual, ya que la espiritualidad matrimonial es como una mística que se halla presente en todas las dimensiones de la vida de los esposos, y en sus compromisos concretos. “Entonces quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los separa del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarlos a las cumbres de la unión mística” (AL 316).
Uno de los grandes desafíos en la pastoral familiar es formar familias místicas, y motivar a los esposos a que no excluyan a Dios de su vida matrimonial, puesto que, si sacan a Dios de su vida, se pierde el sentido del sacramento. Es hora de no reducir la teología del sacramento del matrimonio a un conjunto de detalles, como el deber, las prohibiciones, las devociones, entre otras, sino vivir todo ello con fe.
El Documento destaca algunos medios que pueden ayudar a los esposos a crecer en una vida espiritual, que tal vez han quedado relegados en otros ambientes eclesiales, y se han remarcadio en el matrimonio:
El primero de ello es la oración, que es un medio privilegiado para expresar y fortalecer la fe pascual. Mas no basta orar e ir a misa por tradición o por miedo a condenarse; hemos de tener una espiritualidad auténtica y arraigada, y esta se logra orando en profundidad.
Un segundo medio es la Eucaristía, fortaleza para que los esposos cultiven y acrecienten la vida espiritual: La Eucarística ayuda a vivir más plenamente el matrimonio. Como actualización del Misterio Pascual, la Eucaristía representa la suprema expresión del amor esponsal de Cristo a la Iglesia. La familia, participando de la Eucaristía, aprende a entregarse, a fomentar su comunión interpersonal, y a amar a los otros como el mismo Cristo amo a su Iglesia. También es necesario descubrir el significado matrimonial en la Eucaristía, e incorporarlo a la vida espiritual de la familia.
Otro medio, finalmente, para cultivar la espiritualidad es la Palabra de Dios. Dice, efectivamente, el Documento que vuelvan a la fuente que es las Sagradas Escrituras, donde “los matrimonios podrán reconocer el sentido del camino que están recorriendo. Porque, como recordamos varias veces en esta Exhortación, ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar” (AL 325).
Ojalá que los esposos se animen a cultivar juntos la vida espiritual contando con estos medios y otros más que ofrece la Iglesia para estar en comunión con el verdadero Dios.
Wilmer Moyetones OAR