El agustino recoleto José Uriel Patiño escribe el séptimo artículo de Formación Permanente 2020 que analiza la vivencia de la pobreza dentro de las órdenes religiosas mendicantes.
Desde sus inicios, las órdenes mendicantes han tenido a los pobres como su prioridad, así como la austeridad de vida en primera persona. Es el tema que trata el agustino recoleto José Uriel Patiño en el séptimo artículo de Formación Permanente 2020, que sigue la directriz pastoral de este año ‘Somos profetas del Reino’. La vivencia de la pobreza en las órdenes mendicantes supuso, según el autor, un impacto significativo en la Iglesia. En sus 18 páginas repasa este asunto a lo largo de los siglos y en la actualidad.
Introducción
El título encierra palabras muy conocidas y utilizadas en nuestro lenguaje cotidiano, como miembros de la vida consagrada que somos. Las pronunciamos con argumentos espectaculares y hasta con cierta solemnidad, pero, casi siempre, se quedan en eso: en palabras, porque en la realidad encontramos una variada gama de manifestaciones y vivencias que impiden cualquier tipo de generalización y una propuesta concreta de un itinerario que se pueda plasmar en el día a día.
Con esta realidad procuramos justificar esos procesos de renovación, revitalización, regreso a las fuentes, que usamos tan frecuentemente. Se podría decir que se habla de una especie de ‘dictadura oral’, ya que hoy la palabra, como antes lo hacía el papel, lo aguanta todo, y así como ahora puedo decir una cosa, también puedo sostener la contraria, y simplemente afirmo que no hubo una asertiva comprensión de lo dicho anteriormente o que no me supe expresar como realmente quería, moviéndome en una especie de constante lavado de manos, al más refinado estilo de Poncio Pilatos, que cuenta con más seguidores que cualquier artista internacional.
Esto también puede pasar con las reflexiones que siguen, en tanto en cuanto vamos a escribir (o, si se prefiere, a reescribir) acerca de ciertos elementos de sobra conocidos y bastante arraigados en la tradición de la vida consagrada. Vaya por delante que no ha de entenderse la tradición como una nostalgia del pasado, ni como un conservadurismo a cualquier precio, ni como un dogmatismo cerrado que impide la presencia de opiniones diversas. Más bien proponemos que la tradición se entienda como la reproducción vital de un testimonio original que se transmite en el tiempo, con todos los riesgos que ello implica.
En esta perspectiva presentamos algunos elementos que podrían ayudar a la mencionada reproducción vital en la actualidad, es decir, aquí y ahora, de la manifestación carismática mendicante, que cuenta en su haber con una historia superior a las ocho centurias. Esto significa que quizás, en dicha andadura, sea posible que se haya ensuciado los pies y, por consiguiente, resulte necesario lavárselos.
Al interior de esta manifestación carismática se mirará lo que se ha considerado su núcleo de fusión, que no es otro que la pobreza. Mas no nos acercaremos a esta como si de un sustantivo abstracto se tratara. La miraremos como la expresión exterior de una actitud interior de quien vive como auténticamente pobre, como un sustantivo común encarnado en un ser histórico concreto con toda su carga axiológica.