El autor reflexiona sobre las notificaciones móviles y el impacto que tienen estas en la vida de los usuarios, pendientes constantemente de sus teléfonos.
Desde que los teléfonos móviles forman parte de nuestro día a día, nos hemos acostumbrado a vivir a ritmo de sonidos, músicas o vibraciones en nuestro bolsillo. Son las denominadas ‘notificaciones’ que nos informan de la llegada de nuevos mensajes, publicaciones en perfiles o páginas que seguimos, o recordatorios de citas y actividades. Es algo que nos mantiene en guardia gran desde que nos despertamos y, si nos descuidamos, hasta cuando dormimos. Si, además, nos hemos animado a adquirir un reloj de pulsera conectado al teléfono, el efecto se amplía aún más. Es más, cuando pasa más tiempo de la cuenta sin que recibamos una de estas notificaciones, nos llegamos a extrañar, rozando la preocupación.
La tecnología nos ha conectado al mundo, nos ha abierto a unas posibilidades nunca antes imaginadas, pero sin un poco de control y buena gestión, puede llegar a convertirse en una esclavitud que, en casos extremos, roza la adicción. Parece que nos hemos acostumbrado a ir en el transporte público, o a estar entre amigos, o en una reunión donde todo el mundo está mirando la pantalla del móvil. Entre ellos, seguramente, habrá gente consultando alguna información de interés, leyendo un libro digital, comunicándose con alguien o pasando el rato con un videojuego. No creo que haya que juzgar esas acciones como negativas, es algo que forma parte de nuestro mundo y cultura actuales. Pero la pregunta que nos debemos hacer es hasta qué punto somos conscientes y capaces de controlar lo que vemos o nos hacen ver a través de la ventanita del móvil.
Si nos referimos, en concreto, al fenómeno de las redes sociales, la pregunta fundamental a plantear es qué hacer para utilizarlas y evitar que ellas nos utilicen. Debemos tener muy presente que el objetivo de la gran mayoría de estas redes sociales es captar nuestra atención. Y cuando la consiguen ponen en marcha su maquinaria de publicidad con la que nos inundan de anuncios de nuestro interés para vendernos productos de las marcas que los pagan. He aquí el gran secreto de ‘lo gratis’ en Internet, porque cuando en la Red algo es gratis, es porque el producto eres tú. Esto, en sí, no es ni bueno ni malo pues, en definitiva, lo que estamos haciendo es consumir servicios pagados, no con dinero, sino con información sobre nosotros. Lo que sí puede resultar negativo es que hagamos esto sin conciencia ello, desconociendo las reglas del juego. La pregunta, por tanto, sería: si yo estoy todo el día atento a las notificaciones de redes sociales, servicios de mensajería, y otras aplicaciones, ¿qué gano a través de todo esto? ¿Me entretengo? ¿Aprendo? ¿Me distraigo? ¿O me están utilizando?
Desentrañando un poco más el mundo de las redes sociales, sabemos que están gobernadas por los famosos algoritmos, ese conjunto de normas de programación que hacen que una publicación se muestre mucho o, en cambio, que la plataforma casi no muestre ése contenido a ningún usuario. El problema que tenemos es que, por la manera como funcionan los algoritmos, de una manera muy sutil, manejan nuestra percepción de la realidad. Lo que nos aparece en Internet no está ahí por casualidad sino porque, en otro momento, nos hemos interesado por algo relacionado con ello. Las sugerencias de Youtube, o las publicaciones en Facebook que nos aparecen en primer lugar no son inocentes coincidencias. Una vez que comenzamos a consumir contenidos y le damos información al algoritmo de que un tema nos interesa, es entonces cuando nos muestra más sobre ese tema.
¿Hay manera de poner un poco de orden en todo ello? A no ser que renunciemos a toda presencia en el mundo digital perdiéndonos en una isla desierta o metiéndonos en una cueva subterránea, debemos tener presente que la tecnología llegó para quedarse. Lo que sí podemos hacer es ser más conscientes del uso que hacemos de la misma y seguir algunas pautas sencillas para un mejor uso.
En primer lugar, si sabemos que las redes sociales y las plataformas digitales lo que quieren es nuestra atención, ¿nos paramos a pensar si se la queremos dar? ¿No caemos muchas veces en una rutina sin sentido, perdiendo mucho tiempo, al estar a merced de lo que nos ofrecen sin más? ¿Quiero que mi vida gire en torno a las ‘notificaciones’ sabiendo que están programadas artificialmente para captar nuestra atención y hacernos sentir bien? ¿Me pregunto si elijo yo los contenidos que quiero ver o eligen por mí?
A veces nos podemos llegar a convertir en consumidores ‘zombies’ que pasamos por contenidos, fotos, videos sin un objetivo concreto. ¿No será mejor aprovechar el tiempo seleccionando, de entre los muchos recursos disponibles en Internet, aquellos que nos nutran, con los que aprendamos, con los que nos llenemos de verdad? Es algo que podemos hacer supervisando más nuestra actividad en las plataformas digitales, ‘educando’ al algoritmo, indicando qué contenidos no son apropiados para nosotros y cuáles sí nos pueden aportar. No vivamos, por tanto, a merced de las notificaciones automáticas. Pasamos muchas horas delante del móvil y de plataformas digitales. Seamos críticos con lo que nos ofrecen y consumamos contenidos de forma consciente.
Antonio Carrón OAR