La misión, a través del voluntariado, es un factor clave en el diálogo con la sociedad, según explica en profundidad el segundo artículo de Formación Permanente OAR.
La acción social de forma voluntaria es una forma más de vivir el ser misionero del cristiano, preocupado por hacer realidad el mensaje evangélico de Cristo. Pero ante todo, la persona «ha de tener claro qué motivación la impulsa a ser voluntario misionero». El director ejecutivo de ARCORES explica este concepto en profundidad y reflexiona sobre esta opción que ofrece la red solidaria internacional de la familia agustina recoleta en el segundo artículo del programa de Formación Permanente OAR de 2021.
Introducción
Cada año, miles de personas, en su mayoría jóvenes, se desplazan a países y contextos sociales de pobreza y exclusión para vivir una experiencia de misión, acogidos por una parroquia, comunidad religiosa, diócesis. Es una experiencia en auge, a la vez que una interpelación constante a la Iglesia, pues las instituciones eclesiales han de estar abiertas a esta sensibilidad y deben fomentar cauces de comunicación viable, si quieren dialogar con la cultura actual y de una manera universal. Porque la solidaridad no entiende de fronteras religiosas ni institucionales.
Es verdad que, en su mayoría, se trata de experiencias breves de unas pocas semanas, si bien algunos estarán un año o más. En ocasiones, dichas experiencias son realizadas de forma individual y sin el amparo de una organización, por la relación o conocimiento personal entre la persona que la acomete y la que la acoge. Sin embargo, en la mayoría de los casos son promovidas por diócesis, parroquias y, sobre todo, por ONGs de Iglesia.
¿Es posible encauzar un verdadero compromiso cristiano a través de estas experiencias? O ¿es posible derivar hacia un compromiso cristiano auténtico a partir de una de estas experiencias, de forma que el espíritu oblativo que experimentan tantas personas se abra y dialogue con la trascendencia? ¿Es posible conocerlas en profundidad para dialogar con la cultura y sensibilidad de nuestro tiempo?
Mi respuesta es rotundamente afirmativa. Estas experiencias misioneras siempre sacuden, cuando no revuelven, nuestro interior, y esa afectación de la vida personal puede (debería, desde la perspectiva de la organización que las propone) conducir al compromiso cristiano, a la vez que son vehículo de interrelación y comunicación.
He preferido desvelar directamente la conclusión final para, desde ahí, centrarme en cuándo y cómo las experiencias misioneras tienen mayores posibilidades de transformar la vida de quien las hace e impulsarlo al compromiso.
Mi respuesta afirmativa a las preguntas anteriores está basada en mi propia experiencia de más de veinte años organizando y llevando a cabo este tipo de experiencias misioneras. Los datos emanados de la realidad, a través del seguimiento y estudio post-experiencias que realizan las organizaciones que las ofrecen, efectivamente determinan que las experiencias misioneras están conduciendo a la asunción de un compromiso cristiano, mas en un porcentaje no superior al 40% y, para muchas organizaciones, en proceso decreciente.