Era la «madre» por antonomasia no sólo para las monjas sino también para cuantos por un motivo u otro se acercaban al monasterio. Dedicó su vida a difundir con constancia e inteligencia el culto a santa Rita, a cuya intercesión debía su vocación. Dio principio a obras que hicieron de Casia un lugar de espiritualidad y caridad conocido en el mundo entero. Sufrió con entereza y espíritu de fe enfermedades corporales y espirituales. Murió serenamente el 18 de enero de 1947, a los 66 años de edad. Fue beatificada en 1997.
María Teresa dedicó enteramente su vida a su propia santificación y a la de los demás.