Domingo I de Adviento. Mt 24, 37-44

Domingo I de Adviento. Mt 24, 37-44

Invocación al Espíritu Santo

Invocamos al Espíritu Santo con las palabras de san Agustín

¡Ven Espíritu Santo, por quien se santifica toda alma piadosa que cree en Cristo para hacerse ciudadano de la ciudad de Dios! (en. Ps. 45, 8) Ven Espíritu Santo, haz que recibamos las mociones de Dios, pon en nosotros tu fuego, ilumínanos y elévanos hacia Dios (s. 128, 4).

Lectio

Con un corazón bien dispuesto, con serenidad, lee sin prisa las siguientes palabras, degustándolas y dejándote impactar por ellas:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Meditatio

Meditemos ahora con el comentario de san Agustín sobre estas palabras del evangelio según san Mateo:

Oísteis, sin duda, que la hora del Señor llegará como ladrón en la noche. Si supiera el amo de casa —dice el Señor— a qué hora ha de venir el ladrón, en verdad os digo que no le permitiría horadar su pared. Ahora decís: “¿Quién sabe cuándo ha de venir, puesto que vendrá como ladrón?” Ignoras a qué hora ha de venir; vigila siempre, para que, si no sabes cuándo ha de venir, te encuentre preparado cuando venga. Quizás ignoras cuándo ha de venir para que siempre estés preparado. Al amo de casa le cogerá de sorpresa la hora; por el amo de casa se simbolizó al soberbio. No quieras ser amo de casa, y no te sobrevendrá de repente aquella hora. “¿Qué seré entonces?”, dices. Lo que oíste en el salmo: Yo soy pobre y atribulado. Si eres pobre y atribulado, no serás amo de casa a quien sorprenda la hora de improviso. Amos de casa son los que, presumiendo de sus propias codicias y enfangándose en los deleites del mundo, se engríen y se levantan contra los humildes e injurian a los santos, que conocen la senda estrecha, que conduce a la vida. A estos soberbios les sobrevendrá de repente aquella hora, porque así eran los que vivían en los días de Noé, de los cuales oísteis que se habló en el evangelio cuando dijo: Así será la venida del Hijo del hombre, como en los días de Noé. En ellos comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres; plantaban, edificaban, hasta que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y acabó con todos. Luego entonces, ¿qué? ¿Perecerán todos los que ejecutan esto? No, sino los que presumen de estas cosas, los que anteponen estas cosas a Dios, los que están preparados al instante a ofender a Dios por ellas. Por el contrario, los que o no usan de todas estas cosas, o usan de ellas como si no usasen, los que presumen más de Aquel que las dio que de aquellos a quienes se las concedió, los que ven en ellas consuelo y misericordia y no se preocupan de los dones para no alejarse del donante, siendo tales, no les sobrevendrá aquella hora como ladrón, hallándolos desapercibidos. A éstos dijo el Apóstol: Vosotros no estáis en tinieblas, para que el día aquel se apodere de vosotros como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día (en. Ps. 120, 3).

Oratio

Oremos ahora desde lo profundo de nuestro corazón con el texto. Te sugiero las siguientes frases y preguntas que pueden despertar en ti el diálogo con Dios y, a la vez, suscitar afectos y sentimientos en tu diálogo con Dios. No pases a otra frase o pregunta si todavía puedes seguir dialogando con Dios en alguna de ellas. No se trata de agotar esta lista, sino de ayudarte a orar con aquellos puntos que se ajusten más a tu experiencia personal:

«“¿Quién sabe cuándo ha de venir, puesto que vendrá como ladrón?” Ignoras a qué hora ha de venir; vigila siempre» (en. Ps. 120, 3).

*¿Qué significa para ti velar?

*¿Con que cosas concretas manifiestas que «estás en vela», en espera del Señor?

«Al amo de casa le cogerá de sorpresa la hora; por el amo de casa se simbolizó al soberbio. (…) Amos de casa son los que, presumiendo de sus propias codicias y enfangándose en los deleites del mundo, se engríen y se levantan contra los humildes» (en. Ps. 120, 3).

*¿Por qué es importante ser humilde?

*¿Cómo puedes evitar la soberbia?

Ora con la frase: «Ayúdame a Señor a estar preparado para tu venida»

Contemplatio

Te propongo algunos puntos de contemplación interior afectiva. Una vez más, no hace falta que los sigas todos, sino que escojas el que se ajuste más a tu experiencia personal:

  1. Contempla cómo Cristo regresa en medio de las nubes del cielo y convoca a todos los hombres. Considera la cuenta que vas a dar de tu vida.
  2. Contempla a Cristo, Señor y juez de la Historia, y adora su infinita majestad. Di con el corazón: «Tú eres mi salvación» (conf. 1, 5)

Communicatio

Piensa en todo lo que puedes compartir con los que te rodean de la experiencia que has tenido de Dios, particularmente lo relativo a la segunda venida de Cristo y el juicio universal. Pueden ayudarte, como una guía, los siguientes puntos para compartir con tu comunidad la experiencia de lectio diuina sobre  este texto:

*¿Qué he descubierto de Dios y de mí mismo en este momento de oración?

*¿Cómo puedo, en estos momentos de mi vida, aplicar este texto de la Escritura? ¿Qué luces me da? ¿Qué retos me plantea?

*¿A qué me compromete concretamente este texto de la Escritura en mi vida espiritual, en mi vida de comunidad?

*¿Cuál ha sido mi sentimiento predominante en este momento de oración?

Oración final de san Agustín

Vueltos hacia el Señor

Vueltos hacia el Señor, Dios Padre omnipotente, démosle con puro corazón, en cuanto nos lo permite nuestra pequeñez, las más rendidas y sinceras gracias, pidiendo con todas nuestras fuerzas a su particular bondad, que se digne oír nuestras plegarias según su beneplácito, y que aparte con su poder al enemigo de todos nuestros pensamientos y obras; que acreciente nuestra fe, gobierne nuestra mente, nos dé pensamientos espirituales y nos lleve a su felicidad, por su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que con Él vive y reina, Dios, en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén. (en. Ps. 150, 8) 

«Los juicios de Dios son misteriosamente justos y justamente misteriosos» (ciu. 20, 19, 4)


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