Domingo III de Adviento. Mt 11, 2 – 11
Invocación al Espíritu Santo
Invocamos al Espíritu Santo con las palabras de san Agustín
¡Ven Espíritu Santo, por quien se santifica toda alma piadosa que cree en Cristo para hacerse ciudadano de la ciudad de Dios! (en. Ps. 45, 8) Ven Espíritu Santo, haz que recibamos las mociones de Dios, pon en nosotros tu fuego, ilumínanos y elévanos hacia Dios (s. 128, 4).
Lectio
Con un corazón bien dispuesto, con serenidad, lee sin prisa las siguientes palabras, degustándolas y dejándote impactar por ellas:
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:
-«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió:
-«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
-¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿0 qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti”.
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Meditatio
Meditemos ahora con el comentario de san Agustín sobre estas palabras del evangelio según san Mateo:
«Hemos oído el doble testimonio verídico y cabal: uno de Juan acerca de Cristo y otro de Cristo acerca de Juan. ¿Qué significa, entonces, el que le enviase sus discípulos Juan, preso en la cárcel para ser ajusticiado ya, y les indicase: Id y decidle: ¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? ¿A eso se reduce toda la alabanza? ¿La alabanza se ha convertido en duda? ¿Qué dices, Juan? ¿A quién hablas? ¿Qué hablas? Hablas al juez y hablas como pregonero. Tú extendiste el dedo, tú lo mostraste, tú dijiste: He ahí el Cordero de Dios, he ahí el que quita los pecados del mundo. Tú dijiste: Nosotros hemos recibido de su plenitud. Tú dijiste: No soy digno de desatar la correa de su calzado. ¿Y ahora dices: Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? ¿No es el mismo? ¿Y tú quién eres? ¿No eres tú su precursor? ¿No se predijo de ti: He ahí que envío mi ángel delante de ti, y preparará tu camino? ¿Cómo preparas el camino, si te desvías de él? Llegaron, pues, los discípulos de Juan y el Señor les dijo: Id y decid a Juan: los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, a los pobres se les anuncia la buena noticia, y dichoso el que no halle en mí motivo de escándalo. No sospechéis que Juan halló motivo de escándalo en Cristo. Y, no obstante, ese parece ser el tenor de las palabras: ¿Eres tú el que vienes? Pregunta a las obras (…) Mis palabras —dice— son mis obras. Id y contadle. Después que partieron ellos… Para evitar que, tal vez, alguien dijera: «Juan era antes bueno, pero el Espíritu de Dios lo abandonó», dijo estas cosas después de partir ellos; después que partieron los enviados por Juan, fue cuando Cristo alabó a Juan (s. 66, 3).
Oratio
Oremos ahora desde lo profundo de nuestro corazón con el texto. Te sugiero las siguientes frases y preguntas que pueden despertar en ti el diálogo con Dios y, a la vez, suscitar afectos y sentimientos en tu diálogo con Dios. No pases a otra frase o pregunta si todavía puedes seguir dialogando con Dios en alguna de ellas. No se trata de agotar esta lista, sino de ayudarte a orar con aquellos puntos que se ajusten más a tu experiencia personal:
- «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» (Mt 11, 3).
*¿Cómo esperas la venida de Cristo?
*¿Es Cristo realmente tu salvador, o estás esperando un salvador a tu gusto y medida?
2. «¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» (Mt 11, 6).
*¿Por qué te puede escandalizar el mensaje de Cristo?
*¿Cómo vives las contradicciones de la fe en tu vida?
Contemplatio
Te propongo algunos puntos de contemplación interior afectiva. Una vez más, no hace falta que los sigas todos, sino que escojas el que se ajuste más a tu experiencia personal:
- Contempla a Cristo curando enfermos, devolviendo la vista a los ciegos como un signo de que él es el Mesías. Contempla asombrado y ama.
- Contempla a los discípulos de Juan el Bautista haciéndole la pregunta a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Escucha la respuesta de Jesús y contempla en él a tu Mesías.
Communicatio
Piensa en todo lo que puedes compartir con los que te rodean de la experiencia que has tenido de Dios, particularmente lo relativo a reconocer a Cristo como el Mesías. Pueden ayudarte, como una guía, los siguientes puntos para compartir con tu comunidad la experiencia de lectio diuina sobre este texto:
*¿Qué he descubierto de Dios y de mí mismo en este momento de oración?
*¿Cómo puedo, en estos momentos de mi vida, aplicar este texto de la Escritura? ¿Qué luces me da? ¿Qué retos me plantea?
*¿A qué me compromete concretamente este texto de la Escritura en mi vida espiritual, en mi vida de comunidad?
*¿Cuál ha sido mi sentimiento predominante en este momento de oración?
Oración final de san Agustín
Vueltos hacia el Señor
«Hasta Juan Bautista, la profecía era un sonido ininteligible, pues no se podía entender hasta que se cumpliera en el Señor» (cons. eu. 2, 1).