Via Crucis agustiniano
Introducción | Primera estación | Segunda estación | Tercera estación | Cuarta estación | Quinta estación | Sexta estación | Séptima estación | Octava estación | Novena estación | Décima estación | Undécima estación | Duodécima estación | Decimotercera estación | Decimocuarta estación | Conclusión
INTRODUCCIÓN
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Señor Jesús, tú nos invitas a seguirte en el camino de la cruz, del sufrimiento y del dolor. Nos invitas a tomar nuestra cruz detrás de ti para caminar siguiendo tus pisadas. Nosotros Señor, queremos seguirte con amor, con fe, y con la esperanza cierta de que después de la cruz y de la muerte, está la vida, la resurrección y la luz. Hoy también queremos tener en cuenta particularmente a todas aquellas personas que comparten tu cruz en el mundo, a los enfermos, a los pobres, a los marginados y todos los seres humanos que por una razón u otra sufren. Que tu cruz redentora ponga vida, donde hay muerte, y dé esperanza a los que sufren, para que siguiendo tus pasos en el dolor y en la muerte podamos llegar a la gloria de la resurrección.
Decía san Agustín que «no tiene nada de grande gloriarse en la sabiduría de Cristo, pero sí lo es hacerlo en su cruz. Donde encuentra el impío motivo para insultar, y donde halla el piadoso su gloria» (s. 160, 5)
Concédenos Señor Jesús, un corazón agradecido y piadoso para recorrer tu vía dolorosa con devoción y amor. Amén.
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan 18, 37-40.
Pilato le dijo: «¿Entonces, tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Pilato le dijo: «Y ¿qué es la verdad?». Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Volvieron a gritar: «A ese no, a Barrabás». El tal Barrabás era un bandido.
Reflexión de San Agustín
Mi reino no es de este mundo (…) En efecto, ¿cuál es su reino sino los que creen en él, quienes a pesar de estar en el mundo, no son del mundo, por eso Cristo pide por ellos al Padre, diciendo: «No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal» (Io. eu. tr. 115, 2).
Padre nuestro
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús con la cruz a cuestas
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 6-7. 16-17
Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo: «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios» Entonces [Pilato] se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota).
Reflexión de san Agustín
«Jesús iba cargado con su cruz. ¡Gran espectáculo! Pero, si lo contempla la impiedad, gran escarnio; si la piedad, gran misterio; si lo contempla la impiedad, gran ejemplo de ignominia; si la piedad, gran fortificación de la fe; si lo contempla la impiedad, se ríe de que (…) un rey cargue con el madero de su suplicio; si la piedad, ve a un rey que para clavarse a sí mismo carga a la espalda el madero que iba a fijar también en las frentes de los reyes (Io. eu. tr. 117, 3).
Padre nuestro
TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Mateo. 11, 28-30
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Reflexión de san Agustín
« No te diré ya: «Busca el camino». El camino mismo es quien viene a ti. ¡Levántate y anda!. Anda con la conducta, no con los pies. Muchos andan bien con los pies y mal con la conducta» (s. 141, 4).
Padre nuestro
CUARTA ESTACIÓN
Jesús se encuentra con su Madre
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 25 – 27
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Reflexión de san Agustín
«Por eso era bienaventurada María, porque oyó la palabra de Dios y la guardó : guardó la verdad en la mente mejor que la carne en su seno. Verdad es Cristo, carne es Cristo; Cristo Verdad estaba en la mente de María, Cristo carne estaba en el seno de María: más es lo que está en la mente que lo que es llevado en el vientre» (s. 72A, 7= s. Caillau 2, 5, 7).
Padre nuestro
QUINTA ESTACIÓN
El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Lucas. 23, 26
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Reflexión de san Agustín
La cruz que tomamos cuando seguimos al Señor es aquella de la que dice el Apóstol: «Quienes son de Jesucristo han crucificado su carne con sus pasiones y apetencias» (c. Adim. 21).
Padre nuestro
SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 6.
Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo.
Reflexión de san Agustín
Moneda de Cristo es el hombre. En él está la imagen de Cristo, en él, el nombre de Cristo, el don de Cristo y los deberes impuestos por Cristo (s. 90, 10).
Padre nuestro
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro. 2, 21b-24
Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo, no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.
Reflexión de san Agustín
«Levántate, camina; Cristo, en cuanto hombre, es tu camino; en cuanto Dios, tu patria. Cristo, en cuanto hombre, es nuestro camino: no abandonemos el camino para alcanzar al Hijo unigénito de Dios, igual al Padre, trascendente a toda creatura, coeterno con el Padre, día sin día y artífice de la fe. Caminemos para tocarlo» (s. 375C, 5 = s. Mai 95, 5).
Padre nuestro
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Lucas. 23, 27 – 31.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?».
Reflexión de san Agustín
Y también lloraron aquellas mujeres no allegadas a Cristo, cuando era conducido a la pasión; a las que Jesús se volvió y les dijo: Llorad, sí, pero por vosotras, no por mí. Cómo es, entonces, que esperó que alguien se entristeciese y no lo hubo. (…) Aquellos de quienes hemos hablado, se entristecían corporalmente, por la vida que había de ser cambiada con la muerte, y restaurada con la resurrección. De aquí procedía aquella tristeza. La tristeza debería haber sido por aquellos que, ciegos, mataron al médico; que enfebrecidos y frenéticos llenaron de injurias a aquél por quien se les ofrecía la salvación (en. Ps. 68, 2, 5).
Padre nuestro
NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Lucas. 22, 28-30a. 31-32.
«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino (…) Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos».
Reflexión de san Agustín
No améis la bajada y despreciéis la subida; pensad continuamente en la subida, porque el que bajaba de Jerusalén a Jericó cayó en manos de los ladrones. (…) Pasó el sacerdote, y no hizo caso; pasó el levita, y no se preocupó, porque la ley no pudo curar. Pasó cierto samaritano, es decir, nuestro Señor Jesucristo, (…) y obró con él misericordia. (…) no nos abandonó; nos curó, nos subió al jumento, a su carne; nos llevó a la posada, es decir, a la Iglesia, y nos encomendó al mesonero, esto es, al Apóstol, y le entregó dos denarios para curarnos, a saber, el amor de Dios y el del prójimo, puesto que toda la ley y los profetas se resumen en estos dos preceptos (en. Ps. 125, 15).
Padre nuestro
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 23 – 24
Los soldados (…) cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.
Reflexión de san Agustín
Quizá pregunte alguien qué significan la división de la ropa hecha en tantas partes y ese sorteo de la túnica. Los vestidos del Señor Jesucristo divididos en cuatro partes representan a su Iglesia dividida en cuatro partes, es decir, extendida por todo el orbe de la tierra, que consta de cuatro partes, y distribuida igualmente, esto es, concordemente, en todas esas mismas partes (Io. eu. tr. 118, 4).
Padre nuestro
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 18-22
Lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: “El Rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”». Pilato les contestó: «Lo escrito, escrito está».
Reflexión de san Agustín
Decían, pues, a Pilato los pontífices de los judíos: «No escribas “El Rey de los judíos”, sino que “Ese mismo dijo: soy rey de los judíos”». Pilato respondió: «Lo que he escrito lo dejo escrito». ¡Oh inefable fuerza de la actuación divina, incluso en los corazones de los ignorantes! (…) Pero Cristo ¿es sólo el rey de los judíos o también de los gentiles? Más bien, también es rey de los gentiles (Io. eu. tr. 117, 5).
Padre nuestro
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 28 – 30
Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Reflexión de san Agustín
Le dice Jesús: Dame de beber. (…) Ahora bien, quien pedía de beber, tenía sed de la fe de esa misma mujer. Pide de beber y promete beber. Necesita como para recibir, y está sobrado como para saciar (Io. eu. tr. 119, 4).
Padre nuestro
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 32-35.38
Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Reflexión de san Agustín
El evangelista ha usado una palabra cuidadosa, de forma que dijera no «golpeó» o «hirió» su costado, u otra cosa cualquiera, sino abrió, para que la puerta de la vida se abriera allí de donde han manado los sacramentos de la Iglesia, sin los que no se entra a la vida que es la auténtica vida. Esa sangre ha sido derramada para remisión de los pecados; esa agua prepara la copa saludable; ella proporciona el baño y la bebida (Io. eu. tr. 120, 2).
Padre nuestro
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es puesto en el sepulcro
Te adoramos, Oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del Evangelio según san Juan. 19, 40-42
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Reflexión de san Agustín
En el lugar donde fue crucificado había un huerto y en el huerto un sepulcro nuevo, en que nadie había sido puesto aún. Como en el seno de María virgen nadie fue concebido antes de él, nadie después de él, así en este sepulcro nadie fue sepultado antes de él, nadie después de él (Io. eu. tr. 120, 5).
Padre nuestro
CONCLUSIÓN
Señor Jesús, hemos seguido tus pasos por la vía dolorosa, y te hemos acompañado en tu pasión y muerte. Tu pasión es la pasión de todo hombre, pues no hay otro camino de salvación que el camino de la cruz. Ayúdanos Señor a caminar detrás de ti siguiendo tus huellas. Danos fuerza para cargar con nuestra cruz siguiendo tus pasos. Aumenta nuestra esperanza en la vida eterna y en la resurrección. Que los sufrimientos, las tribulaciones y las contrariedades de la vida nunca nos hagan dudar de tu amor, de tu gracia y de que nos llamas a la vida y a la salvación. Que los ejemplos de tu pasión nos conforten y nos fortalezcan en la tribulación. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Oremos ahora por las intenciones del Romano Pontífice. Padre Nuestro, Ave María, Gloria.