El papa Francisco ha reconocido este martes 19 de diciembre las virtudes heroicas de la Madre Mariana de San José, fundadora de las Monjas Agustinas Recoletas o Agustinas Recoletas Contemplativas. De esta forma, la monja española que vivió durante los siglos XVI y XVII pasa a ser declarada “venerable”.
El Santo Padre ha autorizado la publicación del decreto de las virtudes heroicas de Madre Mariana de San José durante la audiencia concedida al Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Cardenal Ángelo Amato, SDB. Así ha informado la Oficina de Prensa del Vaticano en un comunicado. Ahora será necesario un milagro para que sea beatificada y otro para ser canonizada.
El 27 de abril de 1993 –más de 350 años después de su muerte- se abrió el proceso diocesano de la beatificación y canonización de la Madre Mariana de San José. Tuvo lugar en la iglesia de la Encarnación en Madrid, presidido por el arzobispo Ángel Suquía. Tres años más tarde, el 10 de julio de 1996, se clausuró el proceso en el mismo lugar.
Durante más de diez años después, los frailes agustinos recoletos Romualdo Rodrigo y Jesús Díez continuaron investigando en decenas de archivos y recogiendo más documentos. En 2007 se presentó finalmente a la Congregación de las Causas de los Santos la Positio super vita, virtutibus et fama sanctitatis de la Sierva de Dios Mariana de San José, un documento de más de 1.300 páginas. La Congregación aprobó al poco tiempo la Positio como exhaustiva, teniendo en cuenta que se aportaban elementos suficientes para el estudio de las virtudes.
Tras el voto por unanimidad de los teólogos, los obispos y cardenales dieron su voto favorable a las virtudes heroicas de Madre Mariana el 21 de noviembre de 2017. Este ha sido el paso previo a la publicación del documento, una vez ha sido autorizado este miércoles por el papa Francisco.
Una vida entregada a Dios
La Madre Mariana de San José nació en Alba de Tormes (Salamanca) el 5 de agosto de 1568. Quedó huérfana de madre a los diez días después de nacer. A los 18 años, tras la muerte de su padre, tomó el hábito como monja agustina. El 21 de febrero de 1587 hizo la profesión religiosa.
Mariana encabezó la fundación del primer convento de monjas agustinas recoletas en Éibar, de ahí que se le considere la fundadora de las Monjas Agustinas Recoletas. Fue en Éibar en 1603. Un año más tarde profesó en la nueva forma de vida recoleta.
En 1604, Madre Mariana abrió otro monasterio recoleto en Medina del Campo y después otros en Valladolid (1606), Palencia (1610) y finalmente la Encarnación, en Madrid (1612), donde la madre Mariana pasó los 22 últimos años de su vida.
Murió el 15 de abril de 1638. Fue enterrada primero en la testera del panteón donde son enterradas las demás religiosas. Posteriormente fue trasladada a un lugar más destacado en la Iglesia. El 12 de junio de 1644 tres médicos certificaron que su cuerpo se mantenía incorrupto, como se encuentra actualmente.
Apenas fallecida la Madre Mariana, su sucesora en el priorato del monasterio de la Encarnación pidió a todas las monjas de los diversos monasterios, que habían convivido con ella o la habían tratado, que escribieran un informe sobre su vida y virtudes. En poco más de un año se reunieron 40 informes de estas monjas. Sin embargo, por la pobreza del monasterio, el cambio de la dinastía de los reyes y la dificultad en aquella época de tramitar una causa de canonización, no se inició el proceso. No obstante, su fama de santidad continuó extendiéndose cada vez más, sobre todo con la fundación de monasterios de Monjas Agustinas Recoletas en varias regiones de España y en México, según las Constituciones redactadas por la Madre Mariana.
Experiencias místicas que extendieron su fama de santidad
Sus escritos y consejos la acreditaron en primer lugar como una de las más insignes místicas del Siglo de oro español, comparable con santa Teresa y San Juan de la Cruz, y que hoy conservan intacto su mensaje de actualidad. Son muchos los episodios de su vida en los que relata momentos de auténtico abandono corporal y sentimiento de éxtasis. De esas experiencias pedía al Señor que no se manifestara en rasgos observables en su exterior.
Llevaba en la mano el libro “Imitación de Cristo” (de Tomás de Kempis) y, abriéndolo, topé con un capítulo que trata del día de la eternidad. A pocos renglones que leí, no pude pasar adelante, porque me sentí arrebatada y fuera de mí. Me parecía que estaba mi espíritu hecho una cosa con Dios nuestro Señor y, llevada de un sumo gozo, aunque sin operaciones eficaces, sentía que, deshecha mi alma en el Señor, le daba a gustar de aquellos infinitos bienes que tiene guardados a sus escogidos (…). Fue mucho lo que entendí, vi y gocé. Cuando volví (en mí) me hallé con los ojos clavados en el cielo y tan llena el alma de gozo y tan suspendida en él que, por mucho rato, me parece estuve de esta manera. (Positio Summ, Doc, p. 108)
Las ansias de perfección de la Madre Mariana la incitaron siempre a mortificar sus apetitos y a elegir una vida austera: largas horas de oración, templanza en la comida y en el sueño y disciplinas corporales –como el crucifijo con púas que llevaba en su pecho–. Su celo por la gloria de Dios, su elevada vida de oración y de experiencia mística, o su fortaleza en los dolores y pruebas son algunas de las cualidades de la Madre Mariana que hicieron popular su fama de santidad en el siglo XVI y XVII.