El sábado, 28 de junio, tuvo lugar la apertura del año dedicado a san Pablo con la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo. El acto litúrgico, presidido por el Papa Benedicto XVI, ha contado con la participación del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, así como de distintos representantes pertenecientes a otras iglesias cristianas. Ante la estatua de san Pablo en la entrada de la basílica ha quedado encendido el cirio que arderá durante todo el Año Paulino invitando a los cristianos a escuchar a san Pablo. La celebración se desarrolló con un marcado y profundo sentido ecuménico.
Amor y libertad
Benedicto XVII recordó cómo la experiencia de ser amado hasta el fondo por Cristo abrió a Pablo los ojos a la verdad y al camino de la existencia humana. Aquella experiencia lo abrazaba todo. Pablo, desde entonces, habla y actúa movido por la responsabilidad del amor. Una libertad y una responsabilidad que están íntimamente unidas. El Papa, una vez más, puso de relieve la experiencia de san Agustín recordando que este mismo espíritu de libertad y responsabilidad en el amor fue el que movió al santo de Hipona a formular una de sus frases más conocidas y citadas: “Ama y haz lo que quieras”. La sentencia se encuentra en el “Tratado sobre la Primera Carta de San Juan”, concretamente en los números 7 y 8 del capítulo séptimo.
Año vocacional
Las cartas de Pablo son una referencia para vivir la fe, avanzar en el itinerario vocacional y buscar la voluntad de Dios. Las cartas de Pablo son una referencia para vivir la fe, avanzar en el itinerario vocacional y buscar la voluntad de Dios. Éstas tuvieron especial importancia en la conversión y discernimiento vocacional de san Agustín. Así lo recuerda el Obispo de Hipona en sus Confesiones: “Con toda avidez cogí las Escrituras venerables de tu Espíritu, con preferencia el apóstol Pablo, y fueron desvaneciéndose todos aquellos problemas en que a veces me parecía descubrir contradicciones e incoherencias entre sus palabras y el testimonio de la Ley y los profetas. Y apareció ante mis ojos la verdadera y única identidad de tus palabras castas, y aprendía a alegrarme con temblor” (VII, 21, 27). Posteriormente en el jardín de Milán cuando se desencadenó su lucha interior las palabras de Pablo (Romanos 13, 13) le hicieron sentir como si una luz de seguridades se hubiera derramado en su corazón, ahuyentando todas las tinieblas de su duda (Confesiones VII, 12, 29).
Año paulino
Benedicto XVI anunció hace un año la celebración del bimilenario del nacimiento de san Pablo, que los historiadores sitúan entre el 7 y el 10 después de Cristo. El Papa dijo entonces que entre el 28 de junio de 2008 y el 29 de junio de 2009, se organizarían “una serie de celebraciones litúrgicas, actos culturales y ecuménicos, así como varias iniciativas pastorales y sociales, todas inspiradas en la espiritualidad paulina”. Benedicto XVI indicó que se “promoverán congresos de estudio y publicaciones especiales sobre textos paulinos, para dar a conocer cada vez mejor la inmensa riqueza de la enseñanza contenida en ellos, verdadero patrimonio de la humanidad redimida por Cristo”. Al organizar la celebración de los diversos momentos del bimilenario paulino también se pensó prestar singular atención a la dimensión ecuménica.