Dom Joaquín estaba preparando los nuevos nombramientos de la diócesis cuando nos ponemos en comunicación con él. Nos atiende con confianza, deja aparte su trabajo y acepta nuestra petición de hacerle unas preguntas para el sitio web de la Orden.
P.- ¿Cómo es la diócesis de Río Branco?
R.- La extensión es de 105.000 Km2, creo que aproximadamente la cuarta parte de España. La población alcanza más de 400.000 habitantes. El número de sacerdotes no consigue acompañar ese crecimiento poblacional, pues estamos alrededor de treinta sacerdotes, contando diocesanos y religiosos. Muy pocos para las distancias y necesidades de las comunidades extendidas por toda la selva. Actualmente son 14 sacerdotes diocesanos y 11 diáconos permanentes. Congregaciones religiosas masculinas sólo Siervos de María, Capuchinos y Hermanos Maristas. Congregaciones femeninas son 12, haciendo un total de unas 90 religiosas. De Agustinos Recoletos, infelizmente, no tenemos ninguna comunidad. Los más cercanos están a más de una hora de avión.
P.- ¿Cuál es la situación social y laboral de esta región? ¿Qué rasgos destacaría de la evangelización y de la pastoral?
R.- La situación actual es de franca evolución, de gran progreso en todos los niveles. El gobierno está invirtiendo mucho para mejorar la situación de la gente más pobre y carente. Ha mejorado mucho en los últimos años, aunque aún falta mucho por hacer, dada la situación de abandono de tantos años y siglos. En lo que hace referencia a la pastoral, actualmente estamos poniendo en práctica el gran desafío misionero que la Conferencia de Apareçida trajo para todos. Nuestra diócesis de Río Branco quiere ser “Tienda del discipulado misionero”, como decía el lema de la última asamblea diocesana celebrada el pasado mes de agosto. Ya habíamos comenzado años pasados con las misiones populares en todas las parroquias de la diócesis, y ahora, como gran desafío para todos: es una formación básica para los líderes de nuestra Iglesia en busca de una identidad católica. Es un curso de formación misionera obligatorio para todos. Y, como prioridad pastoral, también la pastoral urbana, con los grandes desafíos de la modernidad.
P.- ¿Qué destacaría de estos sus diez años de episcopado en el Estado de Acre?
R.- Bueno, básicamente han sido diez años de aprendizaje de cómo ser obispo, en una realidad tan difícil como ésta, región amazónica, con los grandes desafíos de la modernidad, que aquí ha llegado como a todos los lugares, y además con las necesidades y carencias que tiene nuestra diócesis. Poco a poco procuramos responder a los desafíos que la sociedad nos presenta y buscar salidas a las muchas necesidades que tenemos. Han sido años de intenso trabajo con la ayuda de todos, principalmente sacerdotes, religiosas y sobre todo los seglares, la gran fuerza viva de nuestra Iglesia.
Historia de la Diócesis de Rio Branco. 1878-2000. Nuevo libro
P.- Usted ha escrito un libro de 800 páginas titulado “Historia de la Diócesis de Rio Branco. 1878-2000”. ¿Podría decirnos cuál fue el motivo que le indujo a escribirlo?
R.- El motivo que me ha llevado a escribir, fue provocado al tomar conocimiento de una pequeña historia escrita hace tiempo, sobre los diez primeros años de los Siervos de María en esta región, de 1920 a 1930, y que nunca había podido leer. Cuando por fin leí, vi que había detrás una historia muy bonita e interesante y que prácticamente nadie conocía. Entonces me animé a continuar esa misma historia consultando documentos e investigando en las pocas fuentes de información que pude encontrar. El motivo, por tanto, es dar a conocer y colocar en las manos de nuestra gente la apasionante historia de nuestra Iglesia, llena de heroísmos y de gestas dignas de ser conocidas por todos.
P.- ¿Por qué empieza su narración en 1878?
Comienza en 1878 porque fue el año de la llegada de los primeros nordestinos, que llegaron a esta tierra detrás del famoso caucho. Allí comienza la historia de esta región, con la venida del primer misionero, el párroco de Lábrea, que llegaba hasta estos remotos lugares haciendo sus “desobrigas”, durante treinta años. Hasta 1910 todo este territorio perteneció a la parroquia de Lábrea. Estamos unidos, por tanto, por una historia común.
P.- ¿Qué relación tiene hoy la diócesis de Rio Branco con la prelatura de Lábrea, en la que usted trabajó durante diez años?
R.- La relación es de vecindad, pues hacemos frontera y nos atraviesa el mismo río, el Purús. Otras relaciones son difíciles por las distancias y las comunicaciones. Difícilmente nos encontramos. Sólo con el obispo, Dom Jesus, nos encontramos dos o tres veces al año, en los encuentros de obispos; con los religiosos es más difícil pues a veces pasamos años sin vernos. Pertenecemos a la misma región pastoral, pero en la práctica se limita a asambleas regionales, o a algunas pastorales de la parroquia de Pauiní, que se relacionan mejor con nuestra diócesis. Son distancias enormes, que no se pueden salvar todos los días.
La situación actual es de franca evolución, de gran progreso en todos los niveles. Caucho y terratenientes
P.- ¿Qué destacaría de la historia de la región en esta etapa?
R.- Bueno, es una historia muy interesante y bonita, como cualquier otra historia de las diócesis amazónicas, llena de dificultades, problemas y grandes desafíos. Primero fue la problemática del caucho con todo su sistema de explotación y esclavitud, y por tanto, de pobreza extrema, en todos los sentidos. Sin sistema de salud, sin educación, porque no interesaba a los poderosos, y sin la asistencia debida de la Iglesia, por sus dificultades de comunicación y falta de recursos económicos y de personal. Después fue la llegada de los grandes terratenientes, con su problemática de deforestación, quemadas, invasiones de tierras, expulsión de moradores, enormes periferias de ciudades…
P.- ¿Y cuál ha sido la respuesta de la Iglesia ante estos desafíos?
R.- Poco a poco la Iglesia fue respondiendo, a su modo, tomando consciencia de su papel, no sólo espiritual sino evangelizador en sentido amplio, y así fue orientando, concienciando y facilitando medios para que la gente pudiera afrontar esos problemas y viviera dignamente. No ha sido fácil, pues fueron tiempos de persecución, enfermedades, sufrimiento y muchas veces hasta de muerte. Se ha progresado, sí, pero aún queda mucho camino por recorrer. Aún hay mucha injusticia, mucha discriminación, mucha desigualdad, mucha necesidad que cubrir, mucha…
Vocaciones
P.- Cuando usted llegó a Rio Branco había pocas vocaciones. Desde su llegada se ha restaurado el seminario menor y se ha construido el seminario mayor ¿Cómo lo ha hecho?
P.- A mi llegada a la diócesis una de las cosas más evidentes era la falta de sacerdotes para atender las necesidades de nuestras comunidades y parroquias. Con una población en continuo crecimiento, con ciudades naciendo en diferentes lugares, con varias parroquias sin sacerdote, nuestro futuro estaba bien difícil. Fue así que comenzamos con una fuerte pastoral vocacional, rezando todas las comunidades por las vocaciones, y procurando acoger a los jóvenes que fueron llamando a nuestra puerta. Se hizo necesario ampliar y reformar el pequeño espacio que existía como seminario menor, y con el aumento de los jóvenes aspirantes, comenzamos también con el seminario mayor, primero con los estudios de Filosofía y después con los de Teología. Actualmente tenemos todos los estudios propios, en la misma diócesis, con la ayuda de profesores voluntarios en todos los cursos, tanto seglares como religiosos y sacerdotes. Está siendo una experiencia muy interesante y positiva para todos.
Obras y financiación
P.- ¿Podría explicarnos cómo se ha llevado a cabo la construcción de una nueva torre en la catedral y la restauración del ábside con una pintura sobre el cosmos?
R.- Como en este año estamos celebrando los cincuenta años de la inauguración de la Catedral, el Gobierno quiso que pasase a ser patrimonio del Estado, y se ofreció a restaurarla, pues desde su construcción nunca se había hecho ninguna reforma. Así también decidió completar la obra, que nunca se había acabado por falta de recursos económicos, con la construcción de la torre campanario. Fue así que se completó la obra inicial, después de cincuenta años. Parte de la reforma fue la pintura del ábside, por un pintor de la tierra, que hacía años suspiraba por plasmar su arte en la catedral, con el momento de la creación de la luz, representado por la galaxia Andrómeda. Después otro artista de Acre esculpió la talla del Cristo crucificado que preside solemnemente la Catedral.
P.- Perdone la indiscreción, pero ¿cómo consigue colaboración y fondos para tantos planes?
R.- Bueno, pues no sabría decir mucha cosa en este momento. Es claro que yo solo no podría haber hecho nada. Gracias a Dios, no faltaron almas caritativas y generosas que nos ayudaron, y que continúan ayudando, para llevar a cabo estas obras, para el bien de nuestra Iglesia y de nuestra gente. Son cartas, lágrimas, oraciones… que hacen posible estos milagros en la selva. Instituciones de diferentes lugares y países, personas anónimas, muchas manos generosas que colaboraron e hicieron posible todo esto. Por eso damos muchas gracias a Dios por todo. La comunión de los Santos se hace bien visible también en las cosas materiales.
P.- Y para terminar, ¿cuáles son sus deseos?
R.- Nuestros deseos y sueños son hacer realidad el Reino de Dios entre nosotros, con todos los hijos de Dios viviendo dignamente, y procurando hacer nuestro mundo cada vez más justo, solidario y fraterno. Para eso trabajamos y nos esforzamos, procurando dar testimonio de unidad y comunión eclesial.