Ni en la época de la Conquista ni en el periodo de la Colonización los españoles lograron asentarse de modo permanente en la región de lo que hoy es Bocas del Toro. Algo similar ocurrió con las misiones. Al cabo de casi tres siglos de sacrificios sin cuento quedaron reducidas a la nada y ya antes de que finalizara el período colonial la labor evangelizadora en estas regiones había quedado prácticamente abandonada. En la mayor parte de lo que actualmente es Bocas del Toro ni siquiera había comenzado.
«Esto es otro mundo», escribía un misionero que, a poco de llegar, iniciaba así el diario de sus experiencias: “Cuando uno de nosotros llega a Bocas del Toro, tiene la sensación de encontrarse en otro mundo, distinto del que conoció en la capital o en el interior de Panamá».
La prelatura de Bocas del Toro se halla situada al noroeste de la República de Panamá.La tierra
La prelatura de Bocas del Toro se halla situada al noroeste de la República de Panamá, sobre la costa atlántica y en el Mar Caribe, en plena zona tropical. Limita el norte con el Mar Caribe; al este, con la provincia de Veraguas; al sur, con la de Chiriquí y al oeste con la República de Costa Rica.
Su superficie es de 8.745 kilómetros cuadrados y está integrada por dos partes bien diferenciadas: la insular y la continental.
Las islas se agrupan en el Archipiélago de Bocas del Toro y suman un total de doscientos veinte kilómetros cuadrados, es decir apenas un 2,5 por ciento del total. Este archipiélago está constituido por nueve islas grandes, 51 cayos con nombres propios y multitud de islotes sin nombre.
La parte continental o tierra firme es la más importante, la que totaliza la mayor parte de la provincia (8.525 km2). Fuera de algunas llanuras costeras, son tierras muy quebradas y fragosas; cubiertas de grandes bosques de selva tropical, muy lluviosas, poco aptas para la vida humana y, por tanto, en gran parte deshabitadas.
El clima es tropical, muy húmedo, con temperaturas siempre por encima de los 22 grados centígrados, en las tierras situadas a menos de 500 metros de altitud, que son las más pobladas. El promedio de lluvias es de 3.500 milímetros cúbicos al año. Con cierta frecuencia violentos aguaceros provocan inundaciones y aislamientos y hacen más pobre aún la vida de estos pobres.
La población total de Bocas del Toro ronda las cien mil personas.Sus gentes
La población total de Bocas del Toro ronda las cien mil personas. Su densidad es de 10,6 habitantes por km2. Aún se mantiene muy por debajo del índice nacional panameño, que es de 30,7 habitantes por kilómetro cuadrado.
Administrativamente, la provincia está dividida en tres distritos o municipios: Bocas del Toro, Chiriquí Grande y Changuinola. La ciudad de Bocas del Toro es la capital, aunque no pasa de los 2.500 vecinos. El resto de la población vive dispersa o semidispersa, casi siempre en poblamiento lineal, a lo largo de las costas, de las quebradas y los ríos.
Sus gentes son variadas. No menos de cinco grupos humanos habitan en la provincia. Autóctonos unos, como los ngobes, los buglés y los teribes. Inmigrantes otros, como los kunas, los afroantillanos, los latinopanameños, los de origen centroamericano y varias minorías de diferente procedencia.
Cada grupo mantiene su individualidad histórica, sus costumbres, tradiciones, valores, pautas culturales, lenguas. Esto es válido, sobre todo, entre los indígenas y afroantillanos. Una gran parte habla, o al menos entiende, el castellano, que es la lengua oficial.
Apenas la mitad de la población es católica, con muy escasa formación religiosa y poca práctica religiosa, aun en los lugares de población urbana. Hay variedad de iglesias protestantes históricas, como metodistas, bautistas, episcopalianos, adventistas, todas ellas anteriores aquí a la Iglesia Católica. Tampoco falta la presencia desintegradora, más reciente, de las mil y una sectas evangélicas.
Un dicho popular afirma que en la ciudad de Bocas del Toro «hay más iglesias que cantinas». Y es verdad. Y no precisamente porque las cantinas sean pocas.
La prelatura de Bocas del Toro fue creada en octubre de 1962 y erigida oficialmente el 29 de febrero de 1964. En ese día tomó posesión como su primer prelado monseñor Martín Legarra, y los agustinos recoletos se hicieron cargo de la atención pastoral de la prelatura por medio de la provincia de Nuestra Señora de la Consolación. La prelatura se halla dividida en cinco parroquias.
Muchas son las dificultades para el trabajo misionero; unas de tipo cultural otras de carácter material. Entre las primeras están las diferencias de valores y contravalores, las diversidades culturales entre tantos grupos humanos racialmente diferentes.
Entre las dificultades de carácter material, hay que destacar las distancias, la falta de caminos y vías de comunicación normales; la dispersión poblacional, el clima y la pluviosidad así como los terrenos quebrados.
La pobreza en que vive la mayor parte de la gente es compartida por los equipos misioneros. La iglesia local carece de recursos humanos, técnicos y económicos. Su pobreza también es de infraestructuras, destruidas en gran parte por los terremotos e inundaciones frecuentes.
Los pueblos indígenas constituyen mayoría entre la población de la prelatura.Evangelización inculturada
Los pueblos indígenas constituyen mayoría entre la población de la prelatura. Indígenas ngobe (guaymíes), principalmente; pero también indios naso o teribes, buglés o bokotás; sin olvidar a los kunas de la Bananera.
Convencidos de que «la Iglesia, para cumplir la misión que Cristo le ha encomendado, ha de proyectarse hacia situaciones concretas y hacia hombres concretos», la Orden ha optado por una Iglesia al servicio de los pueblos indígenas que, encarnada en cada cultura, camine hacia una auténtica indigenización.
En este sentido, se promueve la responsabilidad de los indígenas bautizados; se acogen sus inquietudes misioneras, se forman catequistas y se alientan las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa.
Algunas de las acciones de la misión consisten en: incorporar la lengua, las tradiciones, la historia, los símbolos de los pueblos indígenas a las celebraciones litúrgicas; así como recrear en las lenguas indígenas los elementos básicos del mensaje evangélico y de la doctrina cristiana. Apoyar a los pueblos indígenas con proyectos de concienciación y desarrollo; apoyar a sus autoridades y congresos propios; acompañarles en las demandas de sus derechos históricos.
Opción por los pobres
La Iglesia bocatoreña vive su misión entre unos hombres en situación de extrema pobreza: trabajadores bananeros, campesinos primitivos, humildes funcionarios, indígenas, afroantillanos… Pobres que, en muchos casos y aún situaciones, son también ancianos y enfermos.
Asimismo, las condiciones de vida de los equipos misioneros no difieren mucho de las de la mayoría de la gente, en una iglesia materialmente pobre.
Convencidos de que nuestro Dios es el Dios de la vida que quiere vida abundante para todos sus hijos, esta opción por los pobres lleva a los misioneros a trabajar con mucho afán por redimir la condición de miseria que Dios no quiere para sus hijos de estas tierras. De muchas formas y aprovechando las oportunidades que hoy existen para acceder a las ayudas para el desarrollo en la misión llevan a cabo diferentes proyectos que ayudan a mejorar poco a poco la calidad de vida de quienes aquí viven.
Opción por la familia
En un lugar tan complejo socialmente como Bocas del Toro: inmigración-emigración, diversidades culturales, deficiente educación y formación, pobreza, inseguridad laboral, desarraigo, ambiente fiestero, alcoholismo, machismo, drogas, pérdida de identidad cultural, es preocupante la situación de la familia. Familias incompletas, por desintegración o por no constitución; uniones pasajeras; familias dobles; madres y niños abandonados, en dramática situación.
Conscientes de que «la familia es imagen de Dios», la iglesia doméstica y célula básica de la sociedad, optamos por una pastoral familiar que promueva, anime y defienda los valores de la familia, según los planes de Dios. Apoyamos y fomentamos los Centros de Formación Familiar y Social.
En estos rincones del mundo, en los recovecos escondidos de un pequeño país istmeño que algunos quieren llamar puente del mundo, doce misioneros agustinos recoletos, mantienen vivo el carácter misionero de su familia religiosa compartiendo vida y afanes con los indígenas, afros y latinos que habitan estos parajes, descubiertos antaño por los colonizadores, pero todavía secretos y desconocidos para muchos.
Este es ciertamente otro mundo, otro mundo que los misioneros agustinos recoletos han hecho su mundo porque hicieron un día suya la vida de sus gentes.