Actualidad

Francisco Javier Jiménez: “China es uno de nuestros grandes desafíos”

P.- ¿Qué supone la elección de prior provincial?
R.- De entrada, una gran responsabilidad. Mirándolo desde una perspectiva meramente humana, es una carga pesada y muy exigente que recae sobre mis hombros débiles, una tarea que me supera, un desafío que exige muchísima preparación y capacidades que yo no poseo. Sólo desde la fe me he atrevido a aceptar este oficio, queriendo ver la mano de Dios detrás de esto, poniéndome en sus brazos, escuchando una y otra vez en mi corazón la palabra de Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada”. Sólo con ojos de fe puedo ver la invitación del Señor a seguir sirviendo a los hermanos en otro ministerio y con una nueva responsabilidad.

P.- ¿Qué puntos fuertes le parece que tiene la provincia?
R.- Todavía no conozco la provincia lo suficiente como para responder bien a esta pregunta. Pero creo que el primer punto fuerte son los frailes: la mayoría de ellos tienen el espíritu, el ánimo, el deseo, las ganas y la voluntad necesarias para vivir su vida religiosa con alegría, para ser testigos de Dios entre los hombres de hoy, para servir a sus hermanos donde la Iglesia los necesita. El segundo punto fuerte son nuestras comunidades, que no son perfectas, pero son el hábitat que permite a los religiosos vivir, convivir, amarse, ayudarse e intentar construir la fraternidad. Desde ahí, desde unos frailes con espíritu y desde unas comunidades en las que se vive la fraternidad, se ora y se trabaja podemos atrevernos a afrontar los desafíos y retos que el mundo plantea hoy a la labor evangelizadora.

P.- ¿Cuáles son las necesidades más urgentes?
R.- Como necesidades más urgentes, seguir consolidando las comunidades para que se puedan fortalecer la vida fraterna y la misión compartida; poder atender como se merecen y necesitan nuestros ministerios, especialmente los misionales; perseverar en el empeño por la formación permanente; seguir orando y trabajando por las vocaciones; cuidar con cariño y esmero a nuestros religiosos mayores y enfermos; abrir y compartir con los laicos nuestro carisma, nuestra espiritualidad, nuestra misión.

Emigrantes y China

P.- ¿Cómo se plantea el futuro inmediato de la Orden en China?
R.- Es uno de los grandes desafíos que tenemos en la provincia. China es un país inmenso y abierto a la esperanza. Hay síntomas alentadores: la venida de algunos frailes para formarse mejor en España, las vocaciones que continúan surgiendo, el mayor contacto y relación que podemos tener con ellos, la mayor libertad que poco a poco se va dejando notar. Pero las dificultades persisten y no es una tarea fácil. Si tenemos confianza es porque el Espíritu de Dios está actuando desde el inicio en la misión, manteniendo, promoviendo, suscitando, sorprendiendo.

El capítulo ha ordenado crear un equipo de asesores que puedan ayudarnos a atender con mayor precisión y eficacia las necesidades cambiantes y crecientes de nuestra misión. Habrá que constituirlo en breve, para seguir muy atentos a la situación de nuestros religiosos en China. No de modo inmediato, pero habrá que comenzar a preparar también a algunos frailes en la lengua china, para que el futuro no nos sorprenda con las manos vacías.



El padre Javier ha desempeñado su ministerio en colegios y parroquias de España.
P.- ¿Por qué la provincia de San Nicolás ha apostado por el trabajo junto a los emigrantes en sus ministerios?
R.- Es cierto que cada vez estamos más en contacto con los emigrantes, aunque no sé si ha sido algo pensado y planeado o ha ido surgiendo poco a poco, espontáneamente. Pero les dedicamos una atención especial en el Centro Guadalupe en New Jersey y en las parroquias de los Estados Unidos, en la Capellanía Latinoamericana en Londres, en las parroquias de Almería, en las parroquias de Madrid… Es un signo de los tiempos. Es una de las nuevas pobrezas, donde la vida religiosa tiene que estar presente. Nuestra provincia no puede aislarse ni sentirse indiferente ante esta exigente realidad. Queremos atenderla, porque Dios anda y vive entre los pobres.

Compromiso del 0,7

P.- ¿Qué destacaría de las directrices del capítulo provincial?
R.- Ante todo, porque es lo más destacado y merece una atención preferente, el objetivo prioritario: vida fraterna y misión compartida. En esto hemos de concentrarnos, poner nuestros ojos y nuestra dedicación, para conseguir asegurar, mantener y potenciar la vida fraterna de los frailes y para hacernos más capaces de compartir nuestra misión con los laicos de nuestros ministerios.

De este objetivo prioritario se derivan algunas tareas importantes en esta misma dirección: fortalecer todo lo que pueda ayudar la vida comunitaria y fomentar la espiritualidad de comunión, continuar adelante con la formación permanente y la pastoral vocacional. La elaboración y puesta en práctica del “Itinerario Formativo Agustino Recoleto” nos puede ayudar a todos a vivir con gozo nuestra vocación de agustinos recoletos. Se insistió mucho en el capítulo sobre la calidad y la caridad en la atención a nuestros ministerios. Se tomó la decisión inmediata de compartir responsabilidades en los colegios y el deseo de dar mayor protagonismo a los laicos en nuestros ministerios parroquiales. Además, la necesidad de seguir cuidando con esmero de las vocaciones nos obliga a estudiar la conveniencia de experimentar su inserción en las comunidades antes de su compromiso definitivo y de tomar una decisión sobre la casa de formación en Las Rozas.

El cuidado de nuestros enfermos y ancianos ocupó un buen tiempo del capitulo, signo del interés y el aprecio que nos merecen. Tal vez haya llamado la atención la ordenación de contribuir con el 0,7 % de nuestros ingresos a los más desfavorecidos, que quiere poner de relieve nuestro compromiso con los pobres, nuestra opción por ellos.

P.- ¿Cuáles cree que son los mayores retos que tiene hoy la provincia de San Nicolás de Tolentino?
R.- Los mismos que tiene la vida religiosa en todo el mundo: cómo ofrecer hoy un testimonio válido, atractivo, claro, valiente y decidido del seguimiento de Jesús. Cómo seguir no sólo manteniendo, sino incrementando, actualizando con creatividad y coraje, el testimonio misionero y la atención pastoral, ahora que somos menos, mayores, más cansados, enfermos y ancianos. Ver cuáles deben ser las prioridades para centrar en ellas nuestro esfuerzo y atención preferente. Continuar la tarea de la renovación, de la conversión, de la formación permanente.

Vocaciones internacionales

P.- El cambio del origen de las vocaciones, ¿qué cambios comporta en la organización de la provincia?
R.- Es otro de los retos que hemos de afrontar. La realidad es que en la actualidad, si nos fijamos en los profesos simples, la mayoría de las vocaciones nuestras provienen de México (13), de Costa Rica (5), de Brasil (5), de China (4)… España, desde hace años, ha dejado de ser una tierra fecunda para pasar a convertirse en un terreno yermo. El año pasado se ordenó sacerdote el último español, pero en el horizonte inmediato no hay brotes verdes que nos hagan vislumbrar un futuro halagüeño.

Esta situación, que viene dándose ya desde hace años, nos obliga a tener una mirada de conjunto, a medio y largo plazo. Es necesario llegar a un consenso o acuerdo sobre la formación: qué tipo de frailes queremos y debemos formar (de ahí la necesidad del Itinerario Formativo Agustino Recoleto); qué tipo de experiencias formativas hemos de favorecer (de ahí el estudio de esas condiciones de inserción de los formandos); cuál puede ser el lugar ideal para que los formandos realicen juntos la última etapa de la formación (de ahí la ordenación sobre la casa de Las Rozas).

Creo muy importante y necesario que nuestros profesos formandos se junten, que convivan y pasen juntos varios años, porque eso da conocimiento, cariño, conciencia de familia, sentido e identidad de provincia y de Orden. Pero tiene que haber un acuerdo general de la provincia sobre este tema, sobre la formación, especialmente antes de iniciar o no el plan de remodelación de la casa de Las Rozas.

P.- En los últimos años ha estado en la formación, ¿cómo ve el proceso formativo y los equipos de formación?
R.- El proceso formativo lo veo bien encauzado. Creo que básicamente está perfilado y consensuado, que se han ido dando pasos para tener un mismo proceso, etapas y contenidos en la formación. Nos está faltando completar y aplicar el itinerario formativo agustino recoleto que nos dé a todos un aire de familia, un estilo propio, una identidad.

No puedo decir lo mismo de los equipos de formación, que sólo en la última etapa formativa han estado suficientemente dotados y provistos de personas suficientes. En el resto, a veces la atención ha sido mínima, sólo por parte de un encargado o al máximo de dos responsables (formador y prior). Hemos de procurar potenciar y completar los equipos de formación, porque nos jugamos mucho en la tarea formativa. Nos jugamos el futuro inmediato.

P.- ¿Responden los jóvenes a las exigencias del carisma agustino recoleto?
R.- Nuestros jóvenes son hijos de su tiempo. Una de mis mayores sorpresas estos últimos años ha sido descubrir que la edad cronológica no va siempre acompañada de una madurez correspondiente. Algunos arrastran los problemas de los jóvenes de hoy: individualismo marcado, búsqueda de la autorrealización personal por encima de un proyecto compartido y comunitario, nacionalismos fuertes que dificultan la universalidad que se requiere en nuestras comunidades y en nuestra provincia (presente en 9 países diferentes y en tres continentes). Pero tienen también múltiples cualidades, virtudes personales, un deseo sincero de consagrarse a Dios en nuestra familia, un sincero cariño a los religiosos, ansias misioneras y pastorales…. El arte de la formación consiste en, poco a poco y con paciencia, ir limando lo primero y potenciando lo segundo.

Sentido de Orden

P.- ¿Cómo se podría potenciar el sentido de Orden y buscar una mayor comunicación y colaboración interprovincial?
R.- Es una realidad nueva para mí. No me he movido en estos círculos y no sé cuáles son las urgencias en este sentido. Pero todo apunta a la necesidad de una mayor colaboración y una más rica comunicación. ¿Por qué no pensar en una mayor colaboración en la formación?, por ejemplo. ¿Por qué no empezar a plantearnos la necesidad de acercarnos más, de unirnos en varias tareas, sin descartar la colaboración o la unión en misiones, países o provincias? No se puede dar nada por descontado. No hay por qué excluir nada. No hay por qué tener miedo a los retos que Dios nos deparará en el futuro.

P.- ¿Cree que se mantiene en la provincia el espíritu misionero?
R.- Creo que sí, espero que sí, deseo que sí. A juzgar por experiencias recientes, constato que sí: 4 religiosos se han dispuesto de inmediato para potenciar las misiones de Brasil, dos de ellos jóvenes y otros dos más veteranos que nunca habían salido de España. Y hay otros a la espera, deseando ir, pero con responsabilidades que de momento se lo impiden. Algún otro fraile está dispuesto a arriesgar su maltrecha salud para seguir ayudando en la misión. Creo que son síntomas alentadores de que el espíritu misionero sigue vivo en la provincia.

Pero la generosidad y el espíritu misionero no se puede restringir sólo a la misión de Lábrea ni a Brasil. Otros frailes han respondido con admirable disponibilidad a la llamada de la formación, dejando su tierra y yendo a otros países para colaborar en una tarea y misión tan fundamental, valiosa y necesaria. En el capítulo se escuchó que en algunos lugares, como la vicaría de México, habría que incrementar el espíritu misionero. Ojalá los últimos movimientos sirvan para avivar en todos esa conciencia y despertar esa inquietud que nos hace tanta falta y tanto bien.

“No necesitamos monaguillos”

P.- ¿Cómo se puede compartir la misión con los laicos en los ministerios de la provincia?
R.- Pienso que tenemos un déficit o un retraso notable en este campo. Pongo un ejemplo: en Brasil, en la misión de Lábrea, desde hace muchos años los laicos llevan adelante la tarea con responsabilidad, eficacia y entusiasmo en numerosas pastorales: de los niños, sanitaria, litúrgica, social… Y son personas con muchísima menor preparación y formación que los laicos que tenemos en otros ministerios y en otros lugares, a los que no hemos sabido, podido o querido dar el protagonismo, la responsabilidad, el lugar que les corresponde en la misión compartida.

Creo que es el momento de dar un paso adelante. En los colegios se va a hacer ya de inmediato. No podemos ni queremos esperar más. No es por necesidad, pues todavía podríamos seguir tirando de los frailes unos años más. Es por convicción, porque queremos sumar, multiplicar, compartir con ellos nuestro espíritu y nuestra misión. Pero lo mismo hay que empezar a hacer en las parroquias. No necesitamos monaguillos. Necesitamos colaboradores, necesitamos fiarnos, confiar, dejar hacer, apoyar, dar responsabilidad y protagonismo a los laicos que quieren y pueden ayudarnos.

X