El padre Beaumont era, en el momento de su elección, vicario de la provincia y director del Colegio Agustiniano de Madrid, centro al que ha dedicado casi veinte años de su vida. Además de la educación, el nuevo provincial ha trabajado en la formación, principalmente en el filosofado y en el teologado de Torrent (Valencia, España). Con gusto accede a responder a nuestras preguntas para el sitio web de la Orden.
P. ¿Cuál ha sido el objetivo principal que ha señalado el capítulo provincial para el nuevo trienio?
R. Dinamizar nuestra vida espiritual y afrontar con decisión un proyecto global de reestructuración que nos ayude a vivir nuestro carisma y cumplir en la Iglesia y en la sociedad nuestra misión».
P. ¿Cómo se puede dinamizar la vida espiritual de las comunidades?
R. Si tuviéramos la clave no le daríamos tantas vueltas al mismo problema capítulo tras capítulo. Seguimos sin dar con la clave a pesar de que esto nos afecta a todas las órdenes y congregaciones. En mi opinión, la vida espiritual comunitaria, se ha de asentar en unas bases humanas de madurez, equilibrio, serenidad, respeto a las diferencias, capacidad de diálogo, etc. Sin ellas veo muy difícil que se dé la calidad que piden nuestras relaciones fraternas e intercomunitarias. Y, desde luego, que todos deberíamos vivir nuestras relaciones desde la visión evangélica de la caridad. Si el amor de caridad estuviera presente en cada fraile y en cada comunidad viviríamos el «cor unum» y desaparecerían los individualismos, los “instalamientos”, los inmovilismos, las depresiones y los desencantos que se dan en algunos religiosos y que son índices de una baja calidad de vida.
Menos religiosos
P. ¿Qué supone la reestructuración de la provincia?
R. Contestar a esta cuestión sería una osadía por mi parte ya que se estudió en la comisión precapitular y se presentaron propuestas al capítulo, a las que éste no dio respuesta, como suele suceder en las cuestiones complicadas, dejando la decisión al prior provincial y su consejo. ¿Por qué el capítulo, y yo, lo vemos complicado? Porque somos menos frailes, con más edad, y los mismos ministerios. La solución unos la ven en cerrar ministerios; otros en hacer un mejor reparto del personal evitando «instalamientos». Desde luego la reestructuración deberá venir tras hacer un estudio serio de la situación de cada casa y de las naciones en las que nos movemos; y también en función de objetivos: viabilidad, incidencia pastoral, realización comunitaria, mantenimiento económico, promoción de vocaciones… Habrá que ir buscando soluciones y tomando decisiones que siempre serán traumáticas para algunos.
Faro de esperanza
P. ¿Cómo puede contribuir el próximo capítulo general a que los frailes vivan con renovado espíritu el carisma agustino recoleto, la vida comunitaria y la misión evangelizadora?
R. Desde luego, que el capítulo general debe ser un faro de esperanza. Pero estoy convencido que, si cada provincia no pone las bases que he citado antes, todo quedará en proyectos bonitos. Es verdad, que el papel de un capítulo general debería facilitar medios para que cada provincia busque esa ansiada calidad en la vivencia del carisma agustino recoleto; esa vida comunitaria de calidad y esa ilusión evangelizadora. Yo le pediría al capítulo general que aliente y facilite en los religiosos y comunidades el valor, la audacia, la creatividad y la santidad del fundador, como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy.
Madurez personal
P. Usted ha sido formador. ¿Qué aspectos habría que plantear en la formación inicial y permanente de los religiosos?
R. En la selección y formación de los candidatos a la vida religiosa creo que deberíamos ser exigentes en unos mínimos básicos. Vuelvo a la importancia de trabajar con ellos las bases humanas para, al mismo tiempo, construir una personalidad equilibrada en lo material y en lo espiritual. Una espiritualidad que se quiera vivir sin estar preparado para la vida comunitaria, sin equilibrio de la afectividad, sin madurez personal, está llamada al fracaso personal y al malestar de las comunidades. Respecto a la formación permanente, hay muchos medios y posibilidades para poder conseguirla. En nuestro caso habrá que programar un plan de formación práctica y realista para no quedarse en grandes proyectos irrealizables.
Relevo laico
P. En los colegios se está dando un cambio, dando mayores responsabilidades a los laicos. ¿Que importancia tiene la formación de los profesores para responder desde un ideario agustiniano a los retos de la evangelización?
R. La misma pregunta lleva la respuesta. Si el relevo con los laicos no va acompañado de la formación especifica para el gobierno y en nuestro carácter propio, no tendrán autoridad ante sus propios compañeros y peligra que lo que transmitan sea sólo calidad instructiva en detrimento de la calidad educativa, y sobre todo en detrimento de la misión evangelizadora. No olvidemos que los religiosos tenemos vocación evangelizadora y ellos no la han profesado. Luego, el reto, para un tiempo no muy lejano, es muy importante y, pienso, que no podemos escatimar ningún medio que facilite la formación específica para puestos de dirección y la formación general en lo relativo al carácter propio de nuestros centros agustinianos. (En un tiempo no muy lejano tendrán que acudir a nuestros capítulos, y no pueden ser unos extraños). Con ellos nos jugamos el futuro de nuestro apostolado educacional en la evangelización de la cultura.
P. ¿Cuáles son sus deseos como prior provincial?
R. Que Dios me dé salud, ánimo y ayuda para poder responder a los retos e inquietudes que el capítulo se han planteado y que ha confiado que yo los pueda llevar a la práctica. Espero que mis hermanos religiosos me ayuden en esa tarea; sin ellos y sin la ayuda de Dios nada podría hacer.